Ortega, veinticinco aniversario
En nuestro país no existen, mientras sí las hay en otros países, asociaciones de amigos de nuestros grandes escritores, de nuestros grandes hombres. Me he preguntado muchas veces cuál es la razón de esta ausencia tan mayúscula, y la explicación, aparte de la monstruosa situación creada por tantos años de dictadura, no puede ser otra si no el desinterés y la desidia.El veinticinco aniversario de la desaparición de Ortega y Gasset es un hecho importante para recordar a un personaje ambiguamente tratado en España. Durante algún tiempo, el orteguismo ha sido perseguido oficialmente, tanto por el Estado como por la Iglesia preconciliar (que pretendió incluir su obra en el Indice, a su muerte). Tras este ostracismo, vino una segunda fase: su utilización parcial por el establecimiento y el pensamiento más arcaicamente conservador del país, y por el jesuismo. Más tarde, la pretensión de desentenderse de él, como fuera, por unos y otros. Sin embargo, notables intelectuales han sabido colocarse en el punto medio, como Castilla del Pino, recomendando, no ha muchos años, la relectura cuidada de Ortega, como un deber poético de los españoles.
Somos muchos los que hemos aprendido en la lectura privada de Ortega muchas cosas, en una época en que el pensar estaba perseguido. Sobre todo el pensar un poco más allá de los dogmas y petrificaciones católico-escolástico-franquistas del pensamiento tradicional. Las obras de Ortega representaban casi el único camino transitable. Pienso que los españoles, de generaciones distintas, que hemos hallado en una obra plena de magisterio, de buen decir y de conocimiento progresivo en Ortega, un impulso para seguir pensando por nuestra cuenta, deberíamos formas unas asociaciones de amigos de Ortega, donde, en amistad y camaraderia de cordialidad intelectual, se siguiesen leyendo sus textos, revitalizándolos, haciéndolos fulgir nuevamente, como la espada de Ulises./
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