El "autoritarismo constitucional" del presidente Marcos cumple ocho años
Fue el prestigioso economista Gunnar Myrdal quien comparó, no hace mucho, la situación actual en Filipinas con la que se daba en los últimos años del Irán prerrevolucionario. Para Myrdal, Filipinas puede estallar y convertirse en un nuevo Irán en el momento me os pensado.Aunque las diferencias entre la monarquía despótica del sha Reza Pahlevi y el «autoritarismo constitucional» (como el propio Ferdinand Marcos gusta de denominar a su forma de ejercer el poder en solitario) que se da hoy en Filipinas son evidentes, también es cierto que no faltan algunos puntos de contacto.
Este archipiélago, formado por más de 7.000 islas, donde viven 47 millones de personas que hablan cerca de ochenta lenguas y dialectos, está, desde hace ocho años, bajo un régimen autoritario en el que se persigue y encarcela a la oposición democrática, se conculcan los derechos humanos, la corrupción administrativa está a la orden del día y que, como en el caso de Irán, tiene en su territorio bases militares de gran importancia estratégica para Estados Unidos.
Cierto que no se han alcanzado los niveles de enfrentamiento con el poder a que llegaron los revolucionarios islámicos, y que falta una figura carismática capaz de insuflar tal entusiasmo entre los oponentes al régimen como en su momento fue el imán Jomeini. Pero las detenciones y acusaciones de conspiración hechas contra destacados miembros de la oposición democrática el mes pasado, la existencia de dos organizaciones guerrilleras que combaten al régimen desde hace años y el empobrecimiento progresivo de la población configuran una situación potencialmente explosiva.
Cuando el semanario norteamericano Time tituló, en septiembre del año pasado, «El barril de pólvora del Pacífico», un largo artículo sobre Filipinas, el presidente Marcos lanzó una proclama televisada en la que hizo acusaciones de sensacionalistas y mentirosos contra los, periodistas extranjeros y anunció su intención de no conceder más entrevistas a los enviados especiales de la Prensa internacional.
Ley marcial
Ferdinand Marcos, de 62 años, es el sexto presidente de Filipinas, desde que el país obtuviera la independencia de Estados Unidos, en 1946. Héroe de la resistencia contra los japoneses, que ganó 28 medallas al valor, Marcos llegó al poder en las elecciones de, 1965, y durante los siete años siguientes se mantuvo dentro de los límites de una constitución inspirada en la norteamericana. Pero, en septiembre de 1972, el presidente declaró la ley marcial, disolvió el Congreso, encarceló a sus enemigos políticos, silenció a la Prensa, pasó a ocupar también el puesto de primer ministro y, acusan sus oponentes, comenzó a gobernar como un dictador.
Ocho años después, Marcos ha dejado suficientemente claro que la ley marcial continuará en vigor por lo menos hasta el año que viene y quizá hasta 1984. Las causas para esta suspensión de las garantías y derechos constitucionales continúan siendo las mismas en las que el presidente basó su actuación en 1972: crisis económica, subversión marxista, secesionismo en las provincias musulmanas y situación tensa en el área del sureste asiático.
Ninguna de esas causas parece haber remitido desde entonces; aunque incluso los enemigos del régimen admiten que la ley marcial sirvió para que desaparecieran algunos ejércitos privados e hizo disminuir en cierta medida la delincuencia. A cambio, hay docenas de informes cuidadosamente documentados, hechos casi siempre por organizaciones religiosas y humanitarias, que denuncian torturas, detenciones arbitrarias y otras violaciones de los derechos humanos en Filipinas. El Congreso continúa suspendido y Marcos ha creado un sucedáneo hecho a su conveniencia, la Batasang Pambasa o Asamblea Nacional Interina, en la que su partido, el KBL (Movimiento para la Nueva Sociedad), obtuvo una cómoda mayoría en las elecciones de abril de 1978, cuya validez fue denunciada por la oposición.
La Nueva Sociedad es el sistema «original» que Ferdinand Marcos ofrece al país, basado en «nuevas unidades políticas», los barangays o asambleas a nivel municipal, y en el «autoritarismo constitucional », por supuesto. Un folleto propagandístico del Gobierno reconoce que en el extranjero se acusa a Marcos de dictador, pero asegura que los filipinos no están preocupados «por cuestiones de forma, sino de sustancia y por si su Gobierno gobierna y cómo de eficazmente». En otro lugar se describe al presidente como «el hombre que dirige una revolución sin armas».
Populismo
Una figura esencial del régimen es, la esposa de Marcos, Imelda Romuáldez Marcos, de 51 años, que ha ido acaparando cargos públicos en los últimos tiempos y en quien muchos ven la sucesora del actual presidente. La «primera dama» es también miembro del Parlamento interino, embajadora extraordinaria y plenipotenciaria, ministra de Asentamientos Humanos y gobernadora de Metro Manila, la gigantesca área metropolitana de la capital, entre otros varios títulos.
«El es muy hábil y maniobrero en política, y recuerda a Franco por su capacidad para aprovecharse de los enfrentamientos entre distintas "familias" del régimen; ella es populista y tiene manías de grandeza, pero su modelo es Eva Perón», comenta un extranjero que ha vivido muchos años en el país. Quizá sea una casualidad, pero la canción de moda en Manila, que: se repite machaconamente por la radio y la televisión, es Don't cry for me Argentina, de la ópera Evita, basada, como se sabe, en la vida de Eva Perón.
En el palacio presidencial de Malacañang, el matrimonio Marcos se ha rodeado de una «corte» sobre cuyos componentes corren en Manila las historias más pintorescas. Existen una especie de damas de compañía de la presidenta, conocidas por las blue ladies, de quienes se dice que corren con los gastos de los agasajos ofrecidos a cualquier figura del cine, el teatro o la música que visite la capital.
Porque las actividades culturales ocupan un lugar prioritario en las preocupaciones de Imelda Romuáldez Marcos, que creó el moderno Centro Cultural de Manila, uno de los orgullos del régimen, junto con el palacio de Congresos, construido para la asamblea del Fondo Monetario Internacional de 1976.
Los rascacielos y las lujosas tiendas del barrio comercial de Makati o los hoteles de la avenida del presidente Roxas ofrecen una visión de la Manila moderna y desarrollada que el régimen,, necesitado de divisas, quiere «vender» a los turistas extranjeros. A no muchos kilómetros de allí está el suburbio de Tondo, posiblemente la mayor concentración de chabolas del sureste asiático. Cuentan que para ahorrar una visión tan antiestética, la gobernadora de Metro Manila ordenó la construcción de una tapia junto a la carretera.
Más de las tres cuartas partes de la población filipina sufre de malnutrición, según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y la moralidad infantil alcanza un 60%o. La inflación es superior al 25% y la mayoría de los filipinos tienen que gastar entre un 70% y un 80% de sus ingresos en alimentación. El cardenal Jaime Sin, arzobispo de Manila, ha expresado en repetidas ocasiones su preocupación ante el deterioro progresivo de las condiciones sociales y su temor ante un estallido de violencia.
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