Irlanda se opone a cualquier reforma de la CEE que suponga disminución de sus precios agrícolas actuales
«Dejando aparte lo que opinen nuestros respectivos Gobiernos, el punto de vista de los agricultores europeos es que la ampliación de la Comunidad no tiene ningún sentido si no se habilitan los recursos necesarios para hacer frente a sus problemas». La declaración procede de Con Lucey, economista jefe de la poderosa Asociación de Granjeros Irlandeses y profundo conocedor de los sentimientos de los agricultores europeos a través de reuniones semanales en Bruselas desde 1973, fecha del ingreso de la República de Irlanda en la Comunidad, y puede servir de aviso a nuestros negociadores.
El mensaje es claro. No tenemos nada contra la entrada de España y comprendemos que una Comunidad Europea sin la presencia española no tiene sentido. Pero, según Lucey, los Gobiernos de la Comunidad están tratando de conseguir lo imposíble, «aumentar el número de países miembros sin habilitar los recursos necesarios».Hay que resolver el problema presupuestario de la actual Comunidad antes de admitir a nuevos miembros Y abordar de forma decidida una reforma de la política común agrícola (CAP), que es lo único común que por ahora tiene el mercado del mismo nombre. Y, naturalmente, Irlanda luchará con uñas y dientes contra cualquier intento de reforma de. la CAP que se pueda traducir en una disminución de los precios agrícolas actuales.
La posición irlandesa es totalmente comprensible, porque el ingreso en la Comunidad no sólo le ha supuesto a este pequeño y simpático país, de 70.282 kilómetros cuadrados y 3.200.000 habitantes, el ganar todos los años los gordos de Navidad y el Niño, juntos en forma de más de quinientos millones de libras (unos 75.000 millones de pesetas) en subsidios procedentes del Mercado Común, sino que le ha significado asimismo la obtención, por primera vez en su historia, de la independencia económica de Gran Bretaña, tras conseguir la política hace poco menos de sesenta años.
Irlanda ha podido diversificar sus exportaciones, sobre todo las agrícolas, a los distintos mercados de la Comunidad y no depender exclusivamente, como dependía antes de 1973, del británico. Esa independencia se convirtió en total el pasado año, cuando la República se incorporó al sistema monetario europeo (EMS), abandonando la tradicional paridad entre la libra irlandesa y la esterlina.
Sin embargo, la vecina isla sigue siendo un mercado de capital importancia para las exportaciones irlandesas, aunque éstas han disminuido desde el 90%, hace unos veinte años, a un 46% en la actualidad, con el 29% a los países de la Comunidad y el 9% a Estados Unidos. Con relación a nuestro país, Irlanda nos exportó productos en 1979 por valor de 34.825.801 libras, lo que indica una balanza favorable a Irlanda de 1.155.241 libras.
La entrada en el Mercado Común le ha supuesto a la República la posibilidad de mejorar considerablemente la distribución por sectores, con el 23% de la población dedicada a la agricultura; el 30,5 %, a la industria, y el 46,5 %, a servicios (datos de 1977), al tiempo que le ha permitido, a través de préstamos y subsidios directos, proceder a una rápida industrialización.
En este sentido, la Industrial Development Agency ha jugado un papel esencial en promover las inversiones extranjeras en los sectores más provechosos para el país por medio de un programa de incentivos generosos y desgravaciones de impuestos, que, hasta el pasado año, ascendían hasta el ciento por ciento de los beneficios obteni dos en la exportación. Una casa española fabricante de pantalones vaqueros (Lois) tiene prevista, una inversión de 4.500.000 libras en una fábrica que dará trabajo a seiscientas personas para 1983. La Agencia para el Desarrollo Industrial ha dividido el país en ocho egiones, y en ellas ha instalado algo muy parecido a los antiguos «polos de desarrollo» de la década de los sesenta en España. Las empresas que se buscan son principalmente las destinadas a la exportación en los campos de la electrónica, ingeniería mecánica, bienes de consumo, productos químicos y alimentarios y material sanitario. En algunos casos, la agencia contribuye con el 50% de los activos fijos, lo que explica la afluencia de empresas japonesas y norteamericanas a estas zonas de desarrollo industrial que, contrariamente a lo que ocurre en otros países, no han encontrado ninguna oposición por parte de los grupos ecologistas o conservacionistas. Con un producto nacional bruto de 12.600 millones de libras y una renta por cabeza de 4.000 dólares (cifra de 1978), Irlanda hizo perfectamente frente a la primera crisis energética del bienio 1973-1974 aunque la recesión actual de las economías occidentales le está afectando seriamente. En el momento presente, el número de parados está rozando el 10%, mientras que la inflación se sitúa en el 20%, sin ningún síntoma de decrecer, como le ocurre al índice de la vecina Inglaterra.
Esto explica el desasosiego de los agricultores irlandeses, que constituyen el verdadero centro de poder político y económico de la República, ante cualquier posibilidad de reformar hacia abajo la política agraria de la Comunidad, con el fin de evitar las montañas de excedentes comunitarios. Los precios agrarios se han estacionado, con lo cual a duras penas cubren el aumento de la inflación, y de continuar esta tendencia, el progreso del país puede verse seriamente afectado.
La situación social no es particularmente tranquila con los trabajadores del sector público, cada vez en actitud más levantisca; curiosamente, no en petición de mejoras salariales, sino en petición de impuestos más justos. Entienden estos trabajadores, dos de cada cinco, que los agricultores, cuyos impuestos son risibles, deben contribuir en la misma proporción que ellos al mantenimiento de las cargas y los servicios sociales del país. Y la pasada primavera le dieron un buen susto al Gobierno cuando 700.000 personas, un cuarto de la población, se manifestaron en las calles de todas las capitales de la República.
El Gobierno trata por todos los medios de conseguir un pacto social, o national understanding, como se le conoce en estos lares, sin que hasta el momento exista ningún viso de conseguirlo. El primer ministró declaró recientemente, en,una entrevista radiada, que los aumentos salariales en la próxima ronda de negociaciones no deberían sobrepasar el 7 % u 8 %, mientras que los sindicatos están pidiendo un incremento igual a la inflación.
Crisis económica
El deterioro de la situación económica y él aparente impasse en el tema político capital de la República -la situación en el norte de Irlanda- han colocado en una difícil situación al taoiseach (primer ministro) Charles Haughey, que sucedió en el cargo como líder del Fianna Fail y jefe de Gobierno a Jack Lynch, en diciembre del pasado año. Igualados en las recientes encuestas de opinión los dos partidos principales, el Fianna Fail y el Fine Gael, sin embargo, el líder de este último y veterano político irlandés, doctor Garret Fitzgerald, aventaja al actual jefe de Gobierno en pppularidad. Haughey se enfrenta a dos peligros motivados por la misma causa: su deseo de llegar con los británicos a una solución negociada del tema del Ulster. El primero le proviene de su propio partido, tradicionalmente la formación política que se negó a aceptar la injusta partición de Irlanda decretada por el Gobierno de Londres en 1921, una de cuyas alas, dirigida por la nieta de Eamon de Valera, desea que el Fianna Fail adopte una política más agresiva con relación al Ulster.
El segundo, la posibilidad de que un diputado independiente y miembro del Parlamento Europeo, Neil Blaney, funde una nueva formación política y arrastre a un numero de votantes del Fianna Fail. Sorprende, dada las características sociales de Irlanda, país pobre hasta hace poco y oprimido por Inglaterra a lo largo de su historia, la práctica inexistencia de un movimiento marxista y comunista en la República. El profesor Maurice Manning, catedrático de Ciencia Política en la UCD, que no es el partido de Adolfo Suárez, sino la Uníversíty College Dublín, lo explica por el hecho de que los irlandeses, en el siglo XIX, siempre tuvieron un trozo de tíerra, por pequeno que éste fuera, y por la ausencia de un proletariado industrial.
A esto hay que añadir dos características esenciales para el profesor Manning: la influencia del catolicismo, uno de los más conservadores del mundo, en la formación del ethos irlandés y la obsesión, primero, por la lucha por la independencia, y por la reunificación, después.
A pesar de que en la historia de Irlanda hay una buena dosis de nacionalistas protestantes, entre ellos el gran líder del siglo pasado, Charles Stewart Parnell, el catolicismo ha servido en este país como catalizador del espíritu nacional contra la invasión británica.
Hay quien afirma cínicamente que Irlanda es católica por la sencilla razón de que la isla grande de al lado es protestante. Pero es indiscutible que la religión ha jugado un papel trascendental en la historia de Irlanda desde el siglo XVI y lo sigue jugando en nuestros días en los seis condados que pertenecen al Ulster.
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