Hong Kong y Macao, enclaves capitalistas en China
Desde que la «revolución de los claveles» liquidara, en abril de 1974, el régimen dictatorial de Salazar-Caetano y sus imperiales sueños de grandeza, Portugal ha procedido a una rápida descolonización de sus en otro tiempo llamadas «provincias ultramarinas». Con una sola excepción: Macao, este enclave de quince kilómetros cuadrados y algo más de 300.000 habitantes, donde aún ondea la bandera roja y verde.Anticolonialistas a ultranza en política exterior, los dirigentes de Pekín aplican un rasero bien diferente cuando se trata de Macao, y han rechazado cortesmente, una y otra vez, las ofertas de descolonización procedentes de Lisboa. Incluso se diría que aceptaron como un mal menor el que la antigua «provincia» se defina ahora, desde el triunfo de la revolución de abril, como un «territorio chino bajo administración portuguesa».
Sesenta y cinco kiIómetros al Este, la situación es no menos pintoresca. El Estado chino, anticapitalista y anticolonialista, es el arrendador de los llamados «nuevos territorios», más de setecientos kilómetros cuadrados, de los que depende la expansión de la superpoblada -cinco millones de habitantes- colonia británica de Hong Kong, un santuario del librecambismo y quizá la única reserva pura del «capitalismo salvaje».
Mientras que los portugueses se establecieron en Macao allá por 1557, el imperio británico no ganó la isla de Hong Kong hasta después de la primera guerra del opio, en 1842, por el Tratado de Nankín. Unos años después, Inglaterra conseguía un pequeño trozo de China continental, la península de Kowloon, y se aseguraba así el puerto Victoria, uno de los mejores fondeaderos naturales del mundo. A fínales de siglo, el Gobierno británico alquiló por 99 años los «nuevos territorios», otra porción de continente, y 235 islas, que deben revertir a China en 1997, fecha en que expira el contrato, amenos que el «casero»,quiera renovarlo.
Ese limite de diecisiete años puede asustar a los inversores, temerosos de que Pekín decida no renovar el alquiler, y, para evitar tales desconfianzas, el viceprimer ministro chino, Den Xiaoping, dijo recientemente que los capitalistas con inversiones en Hong Kong, o deseosos de invertir, debían tranquilizarse, porque no existe peligro. Por su parte, el gobernador de la provincia china de Guangdong, limítrofe con ambas colonias, decía hace un mes que tanto Macao como Hong Kong son «zonas especiales», con un statu quo histórico que debe mantenerse.
Fuente de capital
Hong Kong fue un centro comercial de primera importancia durante, prácticamente, el primer siglo de presencia británica. Pero a raíz de la guerra de Corea, en 1950, los países occidentales boicotearon el comercio con la República Popular China y la colonia evolucionó hacia un centro financiero y de manufacturas. Incluso en los años de «guerra fría» posteriores al conflicto coreano, China se beneficiaba ya de Hong Kong como enclave del libre cambio de divisas y punto de venta de sus productos al mundo capitalista.Las nuevas direcciones de la política china y el esfuerzo de industrialización y modernización del país emprendido por los dirigentes de Pekín otorgan, en opinión de los expertos, un nuevo e importante papel a Hong Kong como fuente de capital e inversiones para financiar los ambiciosos proyectos chinos. Obviamente, la única forma de no «espantar» a los cautos capitalistas occidentales es darles garantías de que sus propiedades, intereses e inversiones serán respetados, aun en el caso de que el contrato de los «nuevos territorios» no fuera renovado. Este es un tema sobre el que los chinos apenas hablan, alegando que todavía falta mucho tiempo.
«La administración de Portugal y el Reino Unido sobre estos territorios es algo que interesa económicamente a China, que, por otra parte, posee la soberanía real y controla entre bastidores las dos colonias», comenta un periodista. norteamericano en el Club de Corresponsales Extranjeros de Hong Kong, una institución hecha popular en todo el mundo por John Le Carré en su novela El honorable colegial.
Una acción similar a la de India en Goa es algo impensable, hoy por hoy, tanto en Hong Kong como en Macao. «Los chinos no necesitan meter aquí el Ejército; les bastaría con hacer una señal con la mano y provocar disturbios y levantamientos a voluntad, imposibles de sofocar», asegura el corresponsal estadounidense. Su pronóstico personal es que no hay por qué preocuparse en diez o quince años por lo menos. «En Pekín saben esperar y, en última instancia, les interesaría recuperar antes Formosa que Hong Kong, que saben que caerá como una fruta madura en el momento oportuno».
Si Hong Kong, con su enorme vitalidad comercial y financiera proporciona grandes ventajas a China, el enclave de Macao no tiene demasiada importancia económica, ¿por qué mantenerlo entonces bajo administración extranjera? «Para no dar mal ejemplo», dice otro periodista con años de veteranía en la zona. «Si China recupera ahora Macao, nadie invertiría un centavo en Hong Kong, aparte de que llamaría demasiado la atención sobre esta colonia. Lo que interesa en Pekín es mantener el status quo y actuar discretamente, beneficiándose lo más posible de los capitalistas asentados en territorio chino».
Las relaciones entre China popular y las dos colonias han mejorado notablemente en los últimos tiempos. El gobernador de Hong Kong, sir Murray McLehose, visitó China el pasado mes de marzo, lo que supuso un reconocimiento de facto de su cargo por parte de los dirigentes de Pekín. No hay que olvidar que si bien el alquiler de los «nuevos territorios» finalizará en 1997, la isla de Hong Kong propiamente dicha y la península de Kowloon son británicas «a perpetuidad», según los tratados firmados el pasado siglo. La discusión de esta soberanía, que China no reconoce, podría crear un contencioso más serio, algo en lo que ninguna de las dos partes parece estar interesada.
El turismo aparece como una industria prometedora para Macao, que ya obtiene importantes beneficios del juego. El casino del hotel Lisboa ofrece un aspecto impresionante a cualquier hora del día o de la noche, con millares de jugadores probando fortuna. Algo similar ocurre con las apuestas en el Jai Alai, o frontón, y el año pasado se calcula que 2.500.000 personas viajaron desde Hong Kong, a sólo una hora de barco, para asistir a estos juegos o a las carreras de caballos. Desde hace meses, hay excursiones organizadas a la República Popular China, con extensiones incluso hasta Cantón y Pekín, y existen proyectos ambiciosos de infraestructura turística.
Para Hong Kong, según explicó un alto ejecutivo de una importante empresa de la colonia británica a hombres de negocios norteamericanos en Nueva York, el futuro se presenta también brillante y seguro. El territorio acabará siendo una «zona de libre comercio» y continuará bajo administración inglesa, dijo John Richardson, para quien la colonia, será una encrucijada neutral entre el Este y el Oeste, lo que seguirá interesando a Pekín a muy largo plazo.
Los dirigentes de Pekín no olvidan que, más pronto o más tarde, los dos enclaves se incorporarán al resto del país, y se preocupan ya por la buena marcha de las instituciones. Así, cuando las autoridades de Macao redactaron, hace unos meses, un proyecto de «ley orgánica», especie de constitución en que se creaba una asamblea con capacidad de limitar el poder del ejecutivo, el gobernador de Guangdong criticó abiertamente el borrador de la ley que, al dar a la asamblea el poder prácticamente de derribar al Gobierno de la colonia, podría crear inestabilidad y, se supone, dar un mal ejemplo en un territorio que cualquier día volverá a ser parte de China.
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