Guerra entre la Mafia calabresa y el Partido Comunista italiano
La lupara, la escopeta con cañón recortado utilizada por los mafiosos, dispara de nuevo en Calabria, y el Partido Comunista italiano (PCI) cuenta sus muertos: dos responsables regionales asesinados en una semana, a los que hay que añadir seis militantes o simpatizantes muertos la semana pasada.Este brusco incremento de los crímenes de origen mafioso en Calabria coincide con un nuevo episodio de la guerra sin cuartel que se hacen desde hace diez años el PCI y la N'Dragheta, la Mafia de Calabria. El objetivo de la organización mafiosa es evidente: eliminar sistemáticamente las bolsas de resistencia comunista en Calabria y demostrar que no se infringe impunemente l'omerta, la ley del silencio.
Las «hostilidades» empezaron a principios de los años setenta, cuando los consejeros regionales comunistas de Calabria se opusieron a la aprobación de varios grandes proyectos de ordenación territorial para evitar que los miles de millones de liras de los presupuestos previstos para su realización fuesen a parar a los bolsillos de los jefes de la Mafia que controlan las adjudicaciones de las obras públicas. La guerra había sido declarada. Las amenazas, los atentados con explosivos, se sucedieron a ritmo creciente. Pero los comunistas aguantaron e incluso se atrevieron a fundar cooperativas agrícolas o de construcción que interfieren en el mercado mafioso.
Esto no había ocurrido nunca en Calabria, donde los empresarios tienen que dirigirse directamente al jefe mafioso local, al que subarriendan trabajo, cuando no le entregan directamente la mitad de sus beneficios. Es más: el PCI envía un cuestionario a los alcaldes invitándoles a que denuncien las actividades de la Mafia en sus municipios. La campaña comunista antimafiosa es rentable y el PCI consigue importantes éxitos en las elecciones de 1975 y 1976.
En 1978 se forma el Gobierno de unión nacional de Giulio Andreotti, y la N'Dragheta recibe el golpe más duro de su historia: sesenta mafiosos son detenidos e inculpados. Las grandes «familias» calabresas son decapitadas. Durante el juicio, los alcaldes y concejales comunistas se echan al ruedo y hablan. La omerta ha muerto.
Pero las cosas cambian. La solidaridad nacional se resquebraja, los comunistas vuelven a la oposición y las elecciones administrativas del pasado junio debilitan al PCI. La Mafia prepara su venganza y las luparas vuelven a disparar. Las víctimas son primero simpatizantes comunistas o militantes. Seis mueren en una semana. La semana siguiente cae Pascale Valerioti, responsable regional del PCI y, sobre todo, gerente de una de las cooperativas comunistas más prósperas y envidiadas, La Rinascità. Después de Valerioti le tocó a Giovanni do Sardo, consejero municipal comunista, conocido por su acción antimafiosa.
El PCI ha desenterrado de nuevo el hacha de guerra. Enrico Berlinguer se ha desplazado personalmente a Calabria para asistir a los funerales de los responsables asesinados.
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