Los "camellos" de la Costa Azul
En Marsella, el jefe de la oficina aeronaval de la Dirección Interregional de Aduanas reconoce que «el contrabando de cigarrillos y de droga es muy importante en el Mediterráneo. El tráfico de droga es además particularmente difícil de erradicar».La entrada del alijo en Francia está asegurada, tanto por camellos (traficantes) poco escrupulosos y marginados atraídos por ganancias importantes como por antiguos traficantes de cigarrillos rubios, un tráfico muy importante después de la segunda guerra mundial. Para, los aduaneros y para las brigadas policiales encargadas de la lucha contra la droga la caza es difícil. ¿Cómo distinguir un barco cargado de droga en el conjunto de veleros, lanchas y barcos de pesca que bordean las costas durante todo el verano, que cambian de rumbo o se resguardan de los vientos en pequeñas calas?
«En Turquía hay toneladas de morfina esperando comprador», confiesa un alto funcionario de la policía judicial marsellesa. Para alimentar las redes de la French connection que trata de reconstruirse, los vuelos internacionales y el paso de fronteras con camiones de alto tonelaje dotados de doble fondo son los medios más utilizados. A este trasiego de mercancía hay que añadir las grandes cantidades que puede transportar un solo barco.
Los golpes dados a estas redes no han tenido un gran poder disuasorio. La captura de 358 kilos de morfina bruta el 23 de febrero de 1971, transportada en un carguero turco, el Divan Bakirli, no hizo renunciar a Marcel Boucan, capitán del Capricho de los tiempos, a dejar de transportar desde Marsella hacia el Caribe, el 2 de marzo de 1972, 425 kilos de heroína pura.
En el caso llamado «Von Opel», en el verano de 1977, el yate Purcaresse había sido empleado en el transporte de parte de los 1.600 kilos de hachís descubiertos en los chalés de Saint Tropez.
En agosto de 1979, un velero de alquiler de trece metros de eslora, el Mathusalem, pudo ser seguido hasta una gruta de Ibiza, donde 1.600 kilos de hasch estaban siendo transbordados. Según estimaciones de la policía, el velero, a las órdenes de Michel Maille, habría podido desembarcar unas seis toneladas de esta droga en las playas de la Costa Azul. Los cruceros de esta especie no han desaparecido.
A falta de poder cambiar los uniformes por jerseis a rayas o por gorras de capitán de yate, los servicios de investigación franceses recorren el mar con aviones, helicópteros y lanchas rápidas y vigilan permanentemente los movimientos de barcos, sus detenciones inesperadas y sus súbitos cambios de capitán.
El mar y la aventura
Las ventas de barcos de unas ciertas dimensiones y las razones argüidas por sus compradores son también investigadas. La cooperación internacional es decisiva en este campo. La estación de la Interpol instalada en el puerto chipriota de Limassol, frente a las costas libanesas, es «fundamental», destaca un especialista. Los robos de barcos grandes permiten a los filibusteros de la droga renovar sus flotas. Veleros y lanchas rápidas, cargueros y pequeños pesqueros cambiarán de nombre y de pabellón para escapar a las investigaciones.El amor por el mar a veces lanza a algunos traficantes a la peligrosa aventura. Así es como Stephane Zakariades, un francés de Fontaine, en los Alpes, detenido cuando transportaba veinticinco kilos de hachís marroquí a Grenoble, era un perfecto desconocido para la policía. Para poderse regalar un barco de doce metros, el antiguo bombero voluntario, marcado por importantes quemaduras, se había hecho traficante.
Las rutas de la droga suelen aprovechar los caminos de las vacaciones. Entre 1974 y 1976, las investigaciones sobre vehículos transportados en ferrys hacia el sur de Francia han permitido descubrir múltiples alijos de drogas provenientes del norte de Africa. Depósitos de gasolina convenientemente preparados o bombonas de gas con hasta treinta kilos de droga eran los sistemas más usuales, sistemas que hoy ya han dejado, en gran medida, de usarse.
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