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Los hijos de españoles son segregados en las escuelas francesas

Uno de los mayores problemas con que se enfrentan los 459.000 españoles residentes en Francia es el de la educación. Actualmente son 85.000 los hijos de emigrantes en edad escolar. De ese total, sólo 24.000 están escolarizados, y de estos últimos, más de 20.000 reciben la primera enseñanza francesa y clases complementarlas de cultura española. Un dirigente de la asociación de padres de familia asegura que el Gobierno español atiende la necesidad de educación de los hijos de emigrantes «como si se lavara las manos, sin rigor ni celo».Un responsable de la colonia diplomática española de París no tiene inconveniente en afirmar que «la emigración es propia de países pobres y mal organizados», pero añade: «Es posible decir, sin embargo, que la asistencia de España a su emigraciones superior, por ejemplo, a la que reciben la italiana y portuguesa». Los interesados no entran en la discusión de tales postulados. Un dirigente de la asociación de padres de familia anota con indignación, y por encima de todo, «la agravación de la educación de nuestros hijos. una necesidad primordial nuestra que el Estado español atiende, pero como si se lavara las manos, es decir, sin rigor ni celo, y que el Estado francés, por lo que le incumbe. boicotea con buenas formas».

Hace pocos días, el «buen Palazón», como le apellida una autoridad consular, telefoneó a EL PAIS y, sin más, soltó su discurso: «Tiene usted que publicar un artículo sobre las juntas consulares». Después, cara a cara. Palazón se desahogó y un compañero suyo terció, irónico y amargo: «Para nosotros es muy importante la creación de las juntas, porque se han elegido democráticamente hace dos semanas, porque son las encargadas de repartir entre los centros de españoles de la demarcación consular de París los trece millones de pesetas anuales de subvención que da el Gobierno y porque colaboramos con el cónsul en la solución de muchos problemas serios de la emigración».

En toda la geografía francesa existen hoy alrededor de 250 centros españoles. En estos lugares de reunión los emigrantes desahogan y al mismo tiempo preservan su identidad, porque, veinte años después, en efecto, ni la sociedad francesa ha asimilado a los españoles ni estos últimos, por razones diversas. se prestan tampoco. El Gobierno francés organiza desde hace algunos años los denominados «diálogos con la emigración». Pero «esos festivales, destinados a desempolvar la imagen de marca de la Francia humanista, no sirven para nada», estiman los responsables de la asociación de padres de familia.

Un capítulo aparte lo constituye el fenómeno de las nacionalizaciones de los emigrantes. El año pasado se hicieron franceses 8.500 españoles. Francia, en estos casos, se manifiesta escrupulosa, sometiendo a los candidatos a la nacionalidad francesa a interrogatorios minuciosos.

Para varios responsables, «la doble nacionalidad resolvería muchos problemas a los emigrantes, sobre todo en el caso de los matrimonios mixtos».

Pero si el retorno y la inestabilidad aquí amargan la vida de la emigración, la educación de sus hijos envenena su existencia. En Francia viven actualmente 85.000 hijos de emigrantes en edad escolar. De ese total. sólo 24.000 están escolarizados. De estos últimos, más de 20.000 reciben la primera enseñanza francesa y clases complementarias de cultura española.

La segunda enseñanza, a finales, de este curso la han seguido alrededor de 1.800 alumnos. Sobre esta cuestión, las quejas de los padres de familia son graves: «Los hijos de los españoles son segregados en las escuelas francesas y el Gobierno español, por lo que se refiere a la segunda enseñanza, no ha planificado nada prácticamente ni existe una normativa adecuada. El Liceo Español en París está cortado de las realidades de la emigración», afirma José María Oliver, presidente de la asociación de padres.

El Liceo Español es el centro que acoge más alumnos de segunda enseñanza españoles (unos 350), en gran mayoría hijos de emigrantes.

En opinión de los profesores Manuel Estrada y Consuelo Jiménez, «el nivel de los alumnos es bajísimo: se puede calcular que alrededor del 80% de los estudiantes tiene dos y tres asignaturas pendientes. Muchos hijos de emigrantes son los rebotados de los liceos franceses; otros se matriculan sólo para conseguir carnés de estudiantes y las ayudas familiares. Todo ello hace que el liceo sea, más que otra cosa, una guardería infantil». El «mal» de la segunda enseñanza, según opinión general, se debe a esa falta de planificación específica y, en consecuencia, «al fallo esencial de gran parte del profesorado, que, por falta del clima adecuado y de motivación, entiende su paso por París como unas vacaciones bien pagadas». Tanto en el sector de las clases complementarias como en el de la segunda enseñanza, los interesados valoran como un síntoma de «abandono condenable y grave» el que designen profesores de la emigración a quienes en varios casos no conocen el francés ni, en consecuencia, la cultura. francesa, y que, por tanto resultan perfectamente ineficaces ante muchachos dominados por una psicología de desarraigados.

Una parte, al menos, de los profesores opinan los padres de familia y muchos maestros, debieran de salir de la propia ernigración.

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