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Reportaje:

"Tener más información sexual no significa hacer mejor el amor"

El psiquiatra y profesor de la Universidad de California Robert P. Liberman, especialista en la terapia de la conducta y avanzado experimentador en el campo de las relaciones grupales, estuvo el viernes en Madrid para presentar una ponencia sobre Terapia de grupo para parejas en el Centro de Piscología e Higiene Mental Luria. El profesor Liberman era la estrella invitada de un curso sobre relaciones interpersonales en la pareja que se ha desarrollado en el Centro Luria durante este fin de semana.

Vestido con unos pantalones a cuadros blancos y azules y una chaqueta azul celeste, gafas más estudiantiles que profesorales y un bigotito fino y europeo, el psiquiatra californiano expuso a EL PAIS su credo y sus técnicas para tratar a las parejas en conflicto. «Hay parejas que sufren en silencio porque no pueden comunicarse sus deseos más íntimos. Están acostumbrados a hablar de temas ajenos, pero no saben expresarse ¡o que sienten ni saben lo que al otro realmente le gusta y le resulta placentero». Para el profesor Liberman, el amor es, ante todo, conducta, comunicación y ternura. Pero, en determinadas parejas, ese amor del principio se transforma en algo tan abstracto con el tiempo que para unos se convierte en silencio y para otros en continuos enfrentamientos y tensiones por temas aparentemente nimios. «Cuando la pareja está insatisfecha, aumentan los temas tabú entre ambos y se aplazan conversaciones vitales por temor a terminar en una discusión violenta».No cree el doctor Liberman que la progresiva emancipación de la mujer desconcierte al hombre. «No es un problema sexual, sino social, ya que sólo se sienten perplejos los hombres muy tradicionales. En cambio, los hombres más liberales ven con agrado el cambio de las mujeres. En una sociedad capitalista como la norteamericana, además, el hecho de que la mujer trabaje se valora muy positivamente, porque así entran dos sueldos en la casa». Pero no es sólo la independencia económica, sino la personal, la que puede ayudar o, en ciertos casos, deteriorar a la pareja. «Una cierta autonomía entre los miembros de la pareja es muy positiva, pero siempre que la independencia de uno no suponga la dependencia del otro, siempre que las relaciones entre los dos sean igualitarias. A veces, inconscientemente, se dan relaciones sado-masoquistas en la relación interpersonal del matrimonio o la pareja, sobre todo si uno de los dos es inseguro y dependiente y el otro es autoritario. En ocasiones, los hijos repiten los mismos errores que rechazaban en sus padres. «No quiero ser como ellos», dicen muchos a nivel conscientes, pero luego caen en lo mismo que odian, y así, un hijo de un padre muy autoritario, tiende a imitar a su padre en su propia pareja, aunque mentalmente no quiera hacerlo».

Robert Liberman piensa que la generación actual no puede liberarse todavía de los modelos de pareja que ha visto en sus padres. «Tener más información sexual no significa haber cambiado por dentro. Las personas no aprenden a hacer el amor sólo porque tengan más información o porque hayan cambiado mentalmente acerca de su concepción sexual. Es necesario aprender a ponerlo en práctica». Según el psiquiatra norteamericano, no existen, hoy por hoy, más alternativas a la pareja que la propia pareja renovada, aunque cada vez dure menos esa relación monógama y se tienda a sustituir al marido o a la mujer. «La gente se separa para casarse de nuevo, y la experiencia demuestra que el único modelo de comuna que se ha mantenido es aquel en el que había normas más estrictas y no había intercambio de parejas, es decir, que en realidad era un colectivo de parejas monógamas». Aunque considera en parte cierta la acusación es de que la familia es un espejo de la sociedad actual y, por tanto, una fábrica de neuróticos, el profesor norteamericano, aboga por mantener la salud mental en las muchas parejas sanas que existen y en tratar de ayudar a las parejas actualmente insatisfechas. «Cuando una pareja está en crisis, es injusto considerar que uno de los dos está neurótico o es el culpable. No me gusta hablar de neuróticos porque esta es una palabra de la que se ha abusado mucho y que suele utilizarse como tapadera para encubrir un verdadero conflicto de relación».

La evolución dispar y hasta antagónica entre el hombre y la mujer, que hace unos años se encontraban a la par en su concepción de la vida y del mundo, es uno de los más serios problemas que pueden llevar a la ruptura a una pareja. Habla entonces el psiquiatra norteamericano de establecer contratos y acuerdos entre ambos y de potenciar las habilidades de cada uno para lograr influir en su conducta de una forma más efectiva, «No tiene sentido hacer crítica del carácter del otro -entre otras cosas, porque se refuerza ese carácter y se le considera absolutamente inmodificable-, sino concretar que es lo que molesta de su comportamiento». «Es ineficaz, por ejemplo, lanzar acusaciones del estilo de "eres un egoísta y un burgués", en vez de pedir "me gustaría que me ayudaras en la cocina" o "quisiera que nos ocupáramos de los problemas del barrio"», añade Carmen Serrat, psicóloga de Luria. En definitiva, el apóstol Liberman propone una terapia de aprender de nuevo a comunicarse no sólo a nivel verbal, sino también en la relación sexual. En la conferencia expuso diapositivas y películas que enseñaban a la pareja a aprender a acariciarse, a expresar ternura, a vencer la inhibición afectiva y a comunicarse entre sí lo que les gustaba o lo que no deseaban.

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