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Reportaje:

Un niño pícaro cuenta la historia de España en la última novela de Umbral

Acaba de aparecer "Los helechos arborescentes"

Juan Cruz

El niño pícaro que desde un burdel omnipresente cuenta la historia, secreta y pública, de España en la última novela de Francisco Umbral, que acaba de publicar Argos Vergara con el título de Los helechos arborescentes, es, a juicio del autor, el conjunto de todos los niños que han protagonizado la picaresca española. Aunque en menor medida que en sus libros anteriores, este niño es también el propio Umbral vallisoletano y romántico.

El padre de ése niño pícaro (que en la novela se llama Paquito o Francesillo, según cuál sea el lado del espejo en el que se sitúa el ubicuo personaje) compartió el rapé del exilio, en Londres, con Blanco White y Moratín, conspiró con Prim y O'Donnell, fumó opio con Thomas de Quincey, se enamoró de Greta Garbo y estuvo en la defensa de Madrid, haciendo, entre los bombardeos de Franco, «una vida un poco chula y literaria».Fuera de la vigilancia de ese personaje tan repleto de historia y de siglos, Paquito (o Francesillo) presenció desde un prostíbulo el paso de la historia de España y vio, por ejemplo, cómo una prostituta insultaba al poeta Zorrilla, cuando el bardo pedía que le besaran sus llagas. «Niña», le recomienda el chiquillo a la mujer pública, «exprésate bien, que es gloria nacional ».

El desfile de la historia de España la ve ese niño pícaro a veces con ropajes litúrgicos y a veces desnudo, porque se negó a crecer y fue capaz de vivir en todos los tiempos. «La memoria de ese muchacho», dice Umbral, «es la memoria de todos los españoles de todas las épocas, porque es obvio que el protagonista es testigo de cosas que jamás pudo vivir una sola persona».

Memoria inventada

El uso de memoria tan amplia -y tan inventada: Umbral es un escritor de memorias inventadas- se halla subrayado en este libro por la existencia de un protagonista que es dos niños a la vez y que en una sola personalidad es también Francisco Umbral: «Soy yo, pero un yo siempre encarnado en todos los niños de la novela picaresca española», que asisten a la historia de España desde la sacristía y el prostíbulo.«Del mismo modo que después de nuestra muerte el recuerdo de lo que dejamos queda latente por un tiempo en los demás», dice Umbral, refiriéndose a su extensa memoria, «nosotros recordamos cosas anteriores a nuestra propia existencia y las reelaboramos hasta que son propias, hasta que forman parte del recuerdo personal. Dejan de ser erudición y cultura para integrarse en el Pasado de cada uno».

El título del libro, Los helechos arborescentes, le vino a Francisco Umbral de su propia memoria infantil y está en una vieja enciclopedia que estudió en Valladolid, la tierra donde se crió después de haber nacido en Madrid en 1935. La Introducción a la Prehistoria de su Enciclopedia Infantil decía: «Inmensos bosques de coníferas y helechos arborescentes cubrían los continentes, purificando la atmósfera de anhídrido carbónico ».

A partir de esa prehistoria personal, Umbral recorre en este libro todos los siglos de la historia tenebrosa de España. ¿En qué siglo se hubiera quedado si su voluntad de ubicuidad no fuera una fantasía? «Yo creo que en el siglo XIX y en el romanticismo, sin duda. Estamos viviendo aún del romanticismo. Marx y Baudelaire son románticos. Toda la acracia y todo el pasotismo actual son modos de romanticismo. Claro que hubo un romanticismo activo, como el de Carlos Marx, y otro más pasivo, que es el que se asemeja al pasotismo actual, porque huye hacia el pasado, hacia lo medieval o hacia lo desconocido y plácido».

Hubo, también, un romanticismo de derechas, que en el libro de Umbral capitanea el poeta vallisoletano José Zorrilla, a cuyo entierro, en Los helechos arborescentes, acuden las banderas españolas y los apóstoles del prefranquismo. «En la novela hay irreverencia, claro, porque yo desconozco el pudor. A mí un psicoanalista me preguntó una vez, cuando yo tenía una especie de mareos, cuáles eran las cosas de mi pasado que yo nunca había contado a nadie, y yo le respondí que si quería que me desnudara, que me desvistiera allí delante, porque yo jamás había ocultado nada de esas cosas.

Bien, yo desconozco el pudor y creo que ese desconocimiento es algo patológico. Pues, como te decía, en el libro hay irreverencia y no hay ningún tipo de autocensura. Con respecto a Zorilla, en él se representa a la gloria oficial que visita el prostíbulo en el que el protagonista es espectador y monaguillo. Zorrilla fue una gran figura del romanticismo de derechas, un personaje que sólo me inspira burla y desprecio entrañablemente vividos. El hubiera sido un poeta de Franco y, en efecto, en el entierro de ficción que yo le monto están las figuras del movimiento y hasta la viuda de Onésimo Redondo. No está Franco porque aún no había aparecido en escena ».

Desde el principio -desde la portada, en realidad- de la nueva novela de Francisco Umbral, Francesillo (o Paquito) juega con la historia, y se sitúa con Goya retratando los fusilamientos de la Moncloa. «¿Qué personaje me hubiera gustado ser en ese cuadro? Sin duda, me hubiera gustado ser el criado que le sostiene a Goya el farol mientras pintaba. En ese cuadro el farolero era el gran pintor, porque supo iluminar la escena de modo insuperable».

Un mundo de espejos

Para iluminar así tantas fases de la historia, Umbral ha usado mucha documentación, cosa que no solía hacer para sus libros anteriores. «Fue muy dificil», reconoce el escritor, «porque no se trataba de hacer acopio de un material muy asequible, que está en los libros de historia y en las enciclopedias, sino que había que buscar relatos sobre figuras menores, de segundo o tercer orden, que en la novela aparecen agrandados en su importancia. Hay, por ejemplo, anécdotas menores de Millán Astray, una figura recurrente en Los helechos..., que creo que nunca se habían contado antes».Un resumen del mundo de espejos que en este nuevo libro de Francisco Umbral lo puede dar el capítulo en el que Francesillo y Paquito, o Paquito y Paquito, se insultan mutuamente, aludiendo cada uno a los rasgos más gruesos de la personalidad del otro. ¿Es el primer libro de Umbral en el que la autobiografía se esconde tras la historia ajena? «Hay autobiografía», dice Umbral, «pero siempre prolongada a partir de rasgos de la realidad, todo lo que puede servir de base para llegar a adivinaciones de hechos concretos está transformado en otra cosa. Lo que sí es cierto es que Los helechos... es un libro extravertido, frente a otros que han sido de una introversión absoluta, como. Mortal y rosa, que yo creo que es mi mejor libro en ese terreno. En esta nueva novela hay, en contraste con la desolación de los demás relatos, una alegría siniestra, que se halla apadrinada de algún modo por el sarcasmo de Valle, Quevedo y Torres Villarroel y la picaresca de España».

Los helechos arborescentes se une a una larga producción de Umbral, que comenzó en 1965 publicando un ensayo sobre Larra, figura de la historia literaria española con la que siempre se sintió identificado. En estos quince años ha escrito una cincuentena de obras, entre las que él prefiere, sin duda, Mortal y rosa, un relato en el que dominaba una ternura desolada.

La nueva novela de Francisco Umbral, de la que mañana publica un extracto EL PAIS Semanal, está signada por el fuego. Nace de sus experiencias traumáticas de niño crecido bajo los bombardeos de la guerra civil, aparece como volumen de verano de la colección en que se publica. y será presentado el próximo martes en una discoteca madrileña llamada El Sol. En ese acto, finalmente, el autor prenderá fuego a su obra. No es una autocrítica. Es una definición y una purificación de la historia.

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