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Cannes 1980: el éxito del cine norteamericano

Ángel S. Harguindey

Cannes, una vez más, ha vuelto a demostrar que es el festival internacional cinematográfico más importante de cuantos se realizan en el mundo. La clave, evidentemente, radica en la importancia industrial y financiera de las operaciones que se efectúan durante los quince días que dura la muestra. Exhibidores, distribuidores y productores se dan cita anualmente para preparar la próxima temporada. La industria arrastra al arte, y por la Croisette se puede ver a las grandes estrellas de la dirección y la interpretación en apoyo publicitario de las películas. El cinéfilo, por su parte, tiene acceso a las películas más importantes del año algunas de las cuales se exhiben en secciones paralelas.El bloque cinematográfico de Estados Unidos fue, sin duda, el más atractivo y sólido. La selección oficial presentó cuatro largometrajes de muy distintas concepciones y géneros: Being there, de Hal Asbhy; All that jazz, de Bob Fosse; The Big Red One, de Samuel Fuller, y Out of the blue, de Dennis Hopper, dos comedias -una de ellas, musical-, una película bélica y una historia de marginados. El análisis de la selección norteamericana permite también comprobar una vez más la dureza de la industria de aquel país. Fuller y Hopper reaparecían después de varios años de inactividad, al menos como directores. Incluso la reaparición de Hopper se hace con una producción canadiense, por más que su filme, Out of the blue, sea típicamente americano. Todo parece indicar que en Estados Unidos el éxito abre todas las puertas, las mismas que se cierran al primer fracaso comercial, algo que no ocurre con Ashby o con Fosse, que vuelven a compaginar el profesionalismo y el rigor del buen hacer cinematográfico con el éxito taquillero.

Akira Kurosawa, a sus setenta años de edad, ha creado un bellísimo fresco histórico del Japón del siglo XVI, Kagemusha, que consiguió, ex aequo, la Palma de Oro con All that jazz, de Fosse. La película de Kurosawa está estrechamente vinculada a la cinematografía norteamericana, por lo que a su producción y distribución mundial se refiere. Piénsese que Francis Ford Coppola y Georges Lucas fueron los productores ejecutivos de la versión que se distribuirá en todo el mundo, salvo Japón.

La selección francesa, por su parte, deja bastante que desear. Exceptuando Mi tío de América, de Alain Resnais, que alcanzó el Premio Especial del Jurado, el resto de las películas fue un desastre, superando todas las previsiones el último Filme de Tavernier, Una semana de vacaciones. La película de Resnais, sobre las teorías biológicas de Laborit, constituye la aportación más interesante al propio arte cinematográfico. Película lineal y perfectamente legible, introduce las explicaciones científicas de Laborit, sin romper el ritmo de la narración. La reaparición de Jean Luc Godard en el cine comercial, con su Sauve qui peut I La vie, de producción suiza, fue -a nuestro juicio- la constatación de la coherencia godardiana, lo que también puede ser explicado como la constancia del realizador en aburrir a sus cada vez más escasos seguidores.

Italia, la otra gran potencia cinematográfica presente en Cannes, exhibió La terraza, comedia de Ettore Scola; Salto en el vacío, de Marco Bellocchio; La ciudad de las mujeres, de Federico Fellini, y Soy fotogénico, de Dino Risi, estas dos últimas, fuera de concurso. Sin duda, la más atractiva fue la película de Fellini, caótica, desmadrada, brillante y barroca. Bellocchio construyó una aburridísima historia sobre la locura de una pareja de hermanos, Scola realizó una comedia digna, y Risi, una comedia indigna. Señalemos, para finalizar, el estupendo documento de Win Wenders y Nicholas Ray, Lightning over water, sobre la muerte del realizador norteamericano.

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