El voto de censura al Gobierno presentado por los socialistas dio un vuelco al debate politico
La presentación por los socialistas de una moción de censura contra el Gobierno Suárez dio un vuelco ayer al debate político iniciado el día 20 en el Congreso de los Diputados, que desembocó anoche en una segunda edición del diálogo vivo del día anterior entre Suárez y Carrillo, en esta ocasión entre el presidente del Gobierno y el candidato a este cargo, Felipe González, como protagonistas, y los supuestos intentos de negociaciones Gobierno-ETA, como tema.
La propuesta socialista, rubricada con un vibrante aplauso de los diputados de izquierda -entre los comunistas, Carrillo y Solé Tura se abstuvieron de aplaudir, mientras que sí lo hacían Tamames y Eulalia Vintró-, sorprendió a la Cámara y a la opinión pública. Hasta ahora el PSOE se había negado reiteradamente a encauzar por la vía del voto de censura sus ataques al Gobierno Suárez. La razón había sido siempre que no contarían con los votos suficientes para sacarla adelante.¿Existen ahora votos bastantes para sustituir a Suárez por Felipe González? La explicación ofrecida a EL PAÍS por miembros de la ejecutiva socialista fue que es útil para el país una iniciativa de este carácter. Junto a esto, el PSOE intenta agudizar las contradicciones internas de UCD, aunque ello signifique el peligro de que Felipe González se queme políticamente en la operación.
En todo caso, la decisión socialista fue adoptada en la noche del martes, después de la sesión parlamentaria y tras una reunión del Grupo Socialista en la que se barajó, entre otras posibilidades, la moción de censura. Fue más tarde, en la sede del PSOE de Joaquín García Morato, en una reunión a la que asistieron Felipe González, Alfonso Guerra, Javier Solana, María Izquierdo, Joaquín Almunia y Ramón Rubial, cuando se decidió presentar la moción de censura, justificada en la falta de programa político del Gobierno, puesta de manifiesto el día 20 por Adolfo Suárez. Se acordó asimismo hacer llegar al presidente de la Cámara, Landelino Lavilla, el anuncio de la iniciativa socialista.
Abril, "vicepresidente-amigo"
A pesar de que los miembros del Gobierno aseguraron que la iniciativa socialista no les había sorprendido -el ministro Juan Antonio Ortega declaró concretamente: «A un constitucion alista nunca le puede sorprender el uso de la Constitución»-, la realidad fue que el nerviosismo se reflejó en la cabeza del banco azul, en donde sólo Fernando Abril, haciendo un quite al amigo presidente, fue capaz de arrostrar el riesgo de subir a la tribuna de oradores inmediatamente después de que Felipe González anunciara el propósito socialista de derribar constitucionalmente al Gobierno de Adolfo Suárez.La maquinaria centrista, tras los primeros momentos de confusión, se puso pronto en marcha y pocos minutos después estaba redactado el documento de petición de votación nominal que Gabriel Cisneros, secretario de Relaciones con las Cortes, se apresuraba a completar con las cincuenta firmas necesarias, para asegurar el control de los votos centristas, a pesar de la seguridad con que el secretario general del partido, Rafael Calvo, afirmaba en los pasillos que no se producirán fugas de votos en UCD.
Fernando Abril subió a la tribuna nervioso y lívido y alternó el tono sentencioso y paternal hacia los socialistas con golpes sobre la tribuna de oradores. Esgrimiendo a modo de maza ora el programa económico del Gobierno, ora el discurso de investidura -los dos documentos impugnados poco antes por Felipe González en el discurso que abrió la sesión de ayer-, ora la servilleta depositada junto al vaso de agua, inició las hostilidades UCD-PSOE y el final real y efectivo de la etapa de consenso. Abril ironizó también sobre el supuesto carácter desvaído del socialismo del PSOE a través de alusiones repetidas al diálogo Norte-Sur, que Felipe González acusó como una referencia a Willy Brandt, y seguidamente asumió la compatibilidad de los socialdemócratas en la Internacional Socialista.
Sólo más tarde, con tiempo suficiente para superar el susto, Adolfo Suárez pidió la palabra para acusar a Felipe González, en tono formalmente cordial, de haber utilizado descalificaciones más personales que conceptuales. Suárez denunció las contradicciones de la alternativa economica socialista y la inexistencia de un proyecto autonómico distinto del de UCD, extremo este que más adelante el ministro de Administración Territorial, José Pedro Pérez-Llorca, se esforzó en demostrar, así como de tranquilizar a la Minoría Catalana, en nombre de la cual Miguel Roca había exteriorizado su preocupación.
La moción de censura, presente
La intervención del portavoz centrista, Antonio Jiménez Blanco, reticente, cáustico, mordaz y puntilloso -llamó Adolfo al presidente del Gobierno y don Felipe a su oponente-, significó un paso más en la respuesta centrista a la moción de censura de los socialistas, a quienes Jiménez Blanco calificó de inmaduros e incoherentes. En un descanso de la sesión, la Junta de Portavoces decidió concluir el debate político inicialmente planteado y, una vez producidos los turnos de réplica, suspender su continuación hoy hasta la tramitación en la próxima semana de la moción de censura. Sin embargo, la guerra estaba comenzada, y mientras durase el debate, la moción de censura había de estar presente. Una intervención del representante socialista vasco Carlos Solchaga, replicada por el ministro del Interior, Juan José Rosón, quien contrapuso la admirable actitud de Txiki Benegas ahora con la de hace un ano, fue el detonante para una intervención de Felipe González en reivindicación de la figura de Txiki Benegas. El ex diputado socialista, que asistía a la sesión desde una tribuna de público, hubo de saludar a sus compañeros del hemiciclo, que le tributaron un aplauso, puestos en pie, como rúbrica a las últimas palabras de Felipe González, en recuerdo de la posición coincidente del Gobierno con la postura socialista de negociar con ETA.El debate continuó hasta agotar los turnos de réplica, durante los cuales se puso reiteradamente de manifiesto la tensión existente, a pesar de los esfuerzos de Miguel Roca por poner distensión en él ambiente. De nuevo se elevó el clima cuando intervino Manuel Fraga, en apoyo del programa estratégico contra el terrorismo anunciado por Juan José Rosón, aunque lo consideró tardío, y al manifestar que «el mejor terrorista, el que está muerto o preso».
El clima de tensión llegó a su punto culminante cuando el teniente general Gutiérrez Mellado salió en defensa de la Legión frente al diputado canario Fernando Sagaseta.
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