Cuatro meses de enfermedad
Una flebitis en la pierna izquierda, dos operaciones en el espacio de pocos días y una larga agonía quedan en la historia de Yugoslavia como la única gran batalla que ha perdido el mariscal Tito.La sombra de la salud acompañó siempre a Tito, sobre todo a partir de 1977.
Tres años más tarde, concretamente el 3 de enero de 1980, el rumor sobre su estado de salud salta a todos los medios informativos.
La noticia de la agencia oficial yugoslava, Tanjud, es escueta: «El presidente yugoslavo, Josip Broz Tito, de 87 años de edad, ha sido hospitalizado en la localidad eslovena de Liubliana.»
Más adelante se añadía que la « hospitalización se debía a un reconocimiento de rutina de los vasos sanguíneos de sus piernas».
En el país se acogió la noticia con tranquilidad, ya que estaban recientes las fotos de Tito, tomadas durante las fiestas de fin de año, donde aparecía con aspecto saludable.
La preocupación sobre su estado de salud surgió el 8 de enero, a raíz de la visita médica de dos eminentes cardiólogos, el norteamericano Michael Debkev y el soviético Marat Kniazev, experto en trasplantes.
A partir de esta fecha se empiezan a emitir una serie interminable de partes médicos, cada cual más confuso. El estado de salud del presidente era secreto oficial.
El 14 de enero se anuncia la primera operación, para sustituir un trozo de arteria de su pierna izquierda bloqueada por un trombo.Los resultados de la intervención quirúrgicas no son los buscados. El parte médico anuncia la posibilidad de una segunda operación. «Ante el peligro de gangrena es necesaria la amputación de la pierna», dice.
Para tranquilizar al país sobre los resultados de una segunda operación en un hombre de su edad, se recuerda que un hermano del mariscal también sufrió una amputación a los ochenta años y vivió ocho años más.
El 20 de enero se despeja la incógnita; pese a las negativas de Tito a la segunda operación, la amputación se lleva a cabo. En el espacio de una semana, Tito acude dos veces al quirófano y aparentemente se inicia el proceso de recuperación.
La aparente mejoría se corta de raíz el domingo 10 de febrero, cuando un escueto parte médico anuncia: « La primera recaída de Tito.» Han aparecido complicaciones renales y digestivas.
El 12 de febrero, el parte médico añade una nueva afección: «insuficiencia cardíaca».
Los bloqueos renales y los colapsos cardiacos son síntomas precedentes a la muerte, dicen los médicos.
El 14 de febrero se anuncia oficialmente que el «mariscal Tito ha entrado en estado semicomatoso y su organismo continúa debilitándose».
El 20 de febrero se confirma la gravedad, aunque el paciente «se siente subjetivamente mejor». Al día siguiente, la agencia Tanjug informaba de que Tito había dirigido unos telegramas a los presidentes de Estados Unidos y de la Unión Soviética para manifestarles su preocupación por la crisis internacional.
El 23 de febrero aparece una nueva complicación: durante los últimos días, el enfermó ha sufrido neumonía. Finalmente, el día 26, el parte médico parecía preparar a la opinión pública para un fatal desenlace. Sin embargo, el largo proceso de agonía del presidente yugoslavo continuó dilatándose. Los boletines facilitados por el equipo médico insistían en que «proseguía el tratamiento intensivo» y apuntaban ligeras mejorías, agravamientos del estado de salud del enfermo o fases estacionarias, según las circunstancias.
El 12 de marzo aparecía de nuevo la neumonía y los fallos cardíacos se hacían más acusados. Nueve días más tarde, el Departamento de Estado norteamericano autorizaba excepcionalmente la exportación a Yugoslavia de un nuevo antibiótico, aún no homologado, el moxalactan. Al día siguiente, el parte médico anunciaba que se había contenido la hemorragia estomacal del paciente. El 29 de marzo remitían los síntomas de neumonía, pero volvían a aparecer el 8 de abril.
El 21 de abril, el equipo médico emitía un dictamen absolutamente pesimista sobre la salud del mariscal: «El estado del presidente Tito es excepcionalmente grave y su vida corre serio peligro». Desde entonces, no sin sorprendentes altibajos, la vida del líder yugoslavo fue extinguiéndose hasta el «flash» definitivo de su muerte, el domingo 4 de mayo.
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