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Tensión en la Gran Kabilia argelina / y 2

Los estudiantes de Tizi-Uzu sólo han sido el detonante de una crisis más amplia

Los estudiantes de Tizi-Uzu han sido el detonante de una crisis que relacionan estrechamente con una serie de errores administrativos. «Su descontento», afirmaba el 19 de abril el diario gubernamental El Mudiahid, «se hallaba enrai zado en unas condiciones de vida y trabajo extremadamente dificiles..., pero el punto de cristalización de la huelga ha sido la voluntad de preservar el patrimonio cultural del pueblo argelino, con toda su riqueza y diversidad y sin que ninguno de sus integrantes se vea sacrificado».

El periodista argelino que escribía lo anterior, un día antes de que la universidad fuera desalojada, calificaba de legítimas las reivindicaciones de los estudiantes y reconocía que la acción cultural del Gobierno «adolece de errores e insuficiencias».Al reflejar el clima que reinaba entonces en la universidad, el autor de esas frases se interrogaba sobre la «lógica» que tendía a desnaturalizar una acción espontánea de protesta y rechazar su paralelismo con las insuficiencias en algunos sectores de la vida económica, tales como el desarrollo industrial, la política agrícola o comercial.

La acción de los estudiantes kabileños representa, en ese sentido, un factor de reflexión para el régimen y éste admite que el envite tiene que ser recogido. El punto débil de una secuencia que hasta el 20 de abril no tuvo tonos convulsivos fue tal vez la rapidez inusitada con que los trabajadores de Tizi-Uzu, en particular los del complejo Sonelec, se asociaron a la acción universitaria, incorporando sus propias reivindicaciones. Salvadas las proporciones, y teniendo en cuenta su diferente contexto, el escenario se asimila prodigiosamente al del «mayo 68» parisiense.

Los estudiantes, en su abrumadora mayoría, afirmaban que la reivindicación del beréber es de carácter nacional, con idéntico título que la de los aportes de la civilización árabe que, junto a la anterior, configuran el pasado de la nación argelina. Pero esa legitimidad, inscrita en la Carta Nacional, se ve sometida, en su proyección hacia una acción cultural definida, a los errores y la incuria de una administración burocratizada y sin contacto real con la dimensión verdadera del problema.

Es sintomático que los panfletos estudiantiles incluyan entre sus quejas las mismas que pronunciaban los estudiantes árabizantes en la facultad de Argel hace ahora dos meses. «La cultura nacional», escribe en un folleto clandestino el Comité Revolucionario para la Unidad, «es impracticable en una sociedad de clases como la nuestra, donde no puede haber una cultura nacional única para todos, sino dos culturas que se enfrentan: una burguesa, que canaliza los valores de su propia ideología, y otra popular..., es suficiente referirse a los programas de televisión para comprender cuál es el ideal de sociedad que nos propone el régimen. Sólo nos presentan folletones americanos, libaneses y egipcios, insípidos y desprovistos de interés, que no tratan más que un sujeto: un mundo de sueños y mentiras que nada tiene que ver con la realidad del pueblo argelino ».

El régimen no podía, sin embargo, permitir que los problemas que suscitaba la contestación estudiantil fueran planteados al exterior del marco institucional, con el riesgo de verles incorporado una dimensión política. Esto es, sin embargo, lo que ha ocurrido en Tizi-Uzu, donde, además, un largo pasado de suspición y unas condiciones de vida más penosas que en el resto de Argelia han contribuido a encender la llama del «berberismo».

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Esto explica, además, el que si el 19 de abril las fuerzas del orden sólo tenían enfrente suyo a varios centenares de jóvenes estudiantes, un día más tarde se enfrentaban a las barricadas construidas por kabileños de diversas edades, incluso hombres de sesenta años bajados de las montañas.

En ese contexto, la cuestión de la cultura popular no constituía para las autoridades -según las propias afirmaciones del ministro de Trabajo, Mulud Umezian- más que «un pretexto que trata de crear una situación anárquica ... », en tanto que el ministro de Educación, Abdelhak Brerhi, tras haber fracasado en su intento de normalizar la situación universitaria de Tizi-Uzu, la consideraría como «un problema marginal ... »

Manipulación exterior

El Gobierno está convencido de que la llamarada del «berberismo», al coincidir con la campaña emprendida aquí para revalorizar las riquezas energéticas y obtener un justo precio para el gas y el petróleo argelinos, constituye la prueba de una manipulación exterior, que nada tiene que ver con los problemas marginales de los estudiantes. Esta manipulación sería, en primer lugar, la obra de los servicios de espionaje franceses.

Por otro lado, respondiendo a un reflejo tradicional de insumisión, buen número de aldeanos reaccionaron al primer brote de violencia erigiendo barricadas y combatiendo encarnízadamente a los efectivos de la gendarmería. La crítica que estos kabileños rudos formulan al régimen no es diferente de la que ya expresaban, en años pasados, al anterior: la unidad nacional, aunque se ha fortificado, sobre todo gracias a la labor de Huari Bumedian, no ha logrado atenuar por completo el sentimiento regionalista, entre otras cosas porque la revolución no es percibida sino como un cúmulo de orientaciones frías que emana de una «cúspide» deshumanizada.

Los abusos, la corrupción y el comportamiento personal de cierto número de funcionarios del partido y la Administración sólo son combatidos -afirman en TiziUzu- con meras palabras por el poder, en tanto que la burocracia, con su inercia tentacular, bloquea la movilización de fuerzas que, en su fuero interno, admiten la buena fe y las buenas intenciones del jefe del Estado y están dispuestas a apoyarle.

El régimen argelino, tras haber agitado el espectro de la manipulación extranjera, ha afirmado esta semana su disposición a emprender una acción enérgica contra las carencias, adoptando un conjunto de medidas destinadas a garantizar un aprovisionamiento «continuo y organizado» del mercado en productos de primera necesidad. Su materialización es considerada como la mejor manera de terminar con las protestas, que no es un atributo exclusivo de los kabileños, aunque en esta región haya tomado proporciones inesperadas.

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