La incurable ceguera del currismo
La ceguera del currismo no la cura ni el doctor Barraquer. Aquí la ciencia, la médica o la taurómaca, se declara impotente. El currismo es un fenómeno que lo trasciende todo, y si alguien quiere perder el tiempo, no tiene más que buscarle bases racionales. Creíamos, sobre todo a raíz de la tarde triunfal del sábado, que la causa currista encontraba sus fundamentos en el arte singular del torero. Pero no hay nada de eso.Si el delirio currista del sábado fue auténtico, es decir, producido por un toreo cargado de esencias, lo de ayer era falso. O al revés. El toreo excelso de Curro el sábado no pasó de ser una justificación que tuvieron sus seguidores para reafirmarse en el propio currismo, y de ahí el entusiasmo desbordante que les invadió. Así de complicado. Porque en la mascarada de ayer volvió a ocurrir algo parecido: a nadie le importaba que no hubiera toro en la plaza -no lo hubo, ni por asomo-; que el diestro se gustara en un derechazo, o se limitara a ajustarlo, o hiciera intención de darlo, o esa intención estuviera únicamente en la imaginación de sus seguidores. Todo daba igual. El caso era cubrir ele flores uno de los tres símbolos mágicos que mantiene en alto la sernilla del alma, popular y festera: la Macarena, er Beti y mi Curro.
Plaza de Sevilla
Novena corrida de feria. Toros de Maribel Ibarra, inútiles para la lidia por flojos. Curro Romero: pinchazo y bajonazo (ovación y salida al tercio). Pinchazo, dos descabellos barrenando y dos descabellos más (ovación y salida al tercio). José Luis Galloso: metisaca, estocada trasera tendida tirando la muleta y descabello (ovación y saludos). Media estocada (silencio). Manili: pinchazo, bajonazo y dos descabellos (palmas y saludos). Bajonazo (palmas).
No hubo toros, no. Y cuando Curro, menos. Salían con su fachadita, pero era pura apariencia, como también lo habría de ser el arte. Cada media carrera, ya estaban pegando tumbos. Al primero, ni le llegó a tocar el picador, cómo sería de inválido. El otro prendió al caballo por los pechos y consiguió derribarle, pero al minuto caía en la arena tan redondo como el caballo. La diferencia es que éste se incorporó, mientras al toro temblón y moribundo no había quién le enderezara. Como si tuviera las patitas de alambre. Exactamente lo mismo le pasaba al primero. Y esos dos toros, absolutamente inútiles, que además eran santitos, le valieron a mi Curro para dar tres verónicas -eso sí, sentidas y solemnes-,y unas pinceladitas de toreo de muleta, que se coreaban cual si estuviera inventando la tauromaquia. Hasta un desplante de esos de «te daba así» se ovacionó. El currismo, bien se ve, ha devenido en pura, ensoñación y ya no distingue fantasía de realidad. El currismo, ayer, se pasó en sus mimos al titular de la causa y convirtió a la Maestranza en cómplice de un fraude en toda regla.
El único toro boyante -es decir, que embestía, y bien- le correspondió a Galloso, quien, sin ningún miramiento, la emprendió a pases, de los cuales ahora no recordamos ninguno. Vagamente podemos apuntar que hace el toreo al revés, es decir, que retrasa la pierna que debería adelantar, y con el engaño igual, excepto el pico, que ése sí lo mete a fondo. Quizá por tan curiosa forma de citar no le embestía el quinto, de suyo tardo. Pero a Galloso estos detalles le deben parecer nimios. Lo suyo es dar pases. En realidad llega a extremos abusivos, y con tal de que termine de dar derechazos desearíamos que pasará algo; por ejemplo, que se le quemara la muleta.
Para estos casos hay, sin embargo, una buena solución de compromiso, al efecto de que la corrida siga su curso normal sin perjuicio de que Galloso (u otro de los pegapases que tanto abundan) pueda satisfacer sus vitales necesidades derechacistas. Esta solución es abrirle la puerta y que salga a la calle pegando derechazos, que se dé una vuelta por el paseo de Colón; otra, por la plaza Nueva, luego, por Harinas; de ahí a Adrián y vuelta a entrar en la plaza. Durante este paseo pegando pases, la corrida seguiría normalmente, y con un poco de suerte cuando regresara ya nos habríamos ido de la plaza.
La fórmula es buena, principalmente para quien tenga prisa en ver al torero siguiente; por ejemplo, Manili. Manili se va a Porta Gayola a recibir a sus toros de rodillas, se entrega, hace lo que puede. El problema está en si sabe mucho o poco (parece que poco). Ayer le correspondieron un toro,peligroso, que derrotaba ,en el centro de la suerte, y otro deslucidísimo, de media arrancada, y con ambos se arrimó, que es cuanto podía hacer. Por esta tarea nada fácil le aplaudieron menos de lo que merecía.
Claro, los aplausos eran para otra vez mi Curro que sale de esta feria reforzado, ensalzado y glorificado por dos faenas imborrables, pero también -y aún más por la ceguera voluntaria y total de sus partidarios, que no curaría ni el doctor Barraquer.
Prefieren soñar que ver. También es una filosofía existencial muy respetable.
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