La derecha portuguesa reconoce la legitimidad del "25 de abril"
Desfiles militares, sesión solemne del Parlamento, discurso presidencial, mítines políticos, fiestas populares y pruebas deportivas se reparten hoy por todo Portugal en la celebración del sexto aniversario de la restauración de la democracia. Las conmemoraciones de este año serán más importantes que nunca, afirma el teniente coronel Víctor Alves, consejero de la Revolución, y todo parece indicar que así será, efectivamente, en medio de las luchas electorales. La clase política portuguesa parece haber caído en la cuenta de que toda legitimidad democrática nace, en este país, de la sublevación militar del 25 de abril.
La propia derecha, ahora en el poder por primera vez, en virtud de la soberanía popular restaurada hace seis años, modera sus críticas al joven régimen.Hay que reivindicar «el verdadero espíritu del 25 de abril » para poder distanciarse mejor de todo lo que empezó a hacerse el día 26. El comunicado del Partido Demócrata Cristiano, segundo partido de la mayoría, en el que afirma que el CDS «estuvo y estará siempre en primera línea para la defensa del verdadero 25 de abril», no es una simple manifestación de oportunismo o una cínica burla, como lo afirman los partidos de izquierda.
Tampoco hay que minimizar el gesto de pleitesía del general Soares Carneiro, en sus primeras declaraciones a la televisión como candidato presidencial investido del apoyo de la coalición gubernamental, al declarar que la generosidad de aquellos que realizaron el golpe del 25 de abril de 1974 merece el reconocimiento de los portugueses. Este hombre, que nunca manifestó -ni ahora tampoco- la más mínima adhesión a todo lo que se hizo en Portugal después de esta fecha reconoce, simplemente, un hecho histórico: la adhesión de Portugal al sistema democrático.
Esta manifestación alegre y serena de todo un pueblo sobre la irreversibilidad de la democracia es tal vez el mayor regalo de este pequeño y pobre país a un Mundo en crisis, y justifica plenamente la atención que los medios informativos internacionales continúan dedicando a cada aniversario de la «revolución de los claveles».
A pesar de todo, no habrá tregua en la lucha política en este día. Los discursos de Mario Soares, Alvaro Cunhal y Otelo Saraiva de Carvalho, las manifestaciones organizadas por los sindicatos en la zona de la reforma agraria y la propia intervención del presidente Eanes en el Parlamento se insertan en el combate de las distintas fuerzas políticas para decidir el futuro del país.
Las manifestaciones populares no harán olvidar las dificultades cotidianas, la pobreza, el paro, el futuro incierto de centenares de millares de jóvenes. Pero seis años no son suficientes para apagar de la memoria colectiva estos dos hechos: el 25 de abril de 1974 devolvió la libertad a un pueblo y puso fin a trece años de guerra colonial en Africa.
El poder militar
El Consejo de la Revolución existe, tiene exclusiva competencia en materia de legislación militar, reduciendo al ministro de la Defensa a una figura poco más que decorativa. El Consejo de la Revolución, como Consejo de Estado o Tribunal Constitucional, juzga, sin posibilidad de recurso, sobre la constitucionalidad de cualquier ley, aunque la ratificación de sus decisiones dependa exclusivamente del presidente de la República.Los tres jefes de Estado Mayor de las fuerzas armadas tienen poder de mando absoluto, sin la menor dependencia del poder civil, con una única -pero vital- limitación: la autoridad del presidente de la República, que es también jefe del Estado Mayor General, y que puede, en cualquier momento, destituirlos.
De esta jerarquía militar, extremadamente centralizada, dependen los límites, mayores o menores, de la libertad de expresión política en el medio castrense. De la voluntad de estos jefes resulta, por ejemplo, la amplitud, sin precedentes, de los «almuerzos de fraternidad del 25 de abril» de este año, fuera y dentro de las unidades, entre oficiales, suboficiales, personal civil y ex oficiales milicíanos (alféreces provisionales de la guerra colonial portuguesa). De estos jefes depende, también, en última instancia, que un oficial en servicio activo, el general Soares Carneiro, se presente a las próximas elecciones presidenciales.
Sería demasiado largo, y tal vez difícil, historiar ahora todas las concesiones mutuas de políticos, militares y político-militares que permitieron llegar a este equilibrio, que llega a su término con el «período de transición y revisión constitucional ». Con la abolición del Consejo de la Revolución habrá que encontrar una nueva «regla del juego », y no es por casualidad que la elección presidencial, decisiva, se disputará, fundamentalmente, entre militares.
Pero, para llegar a esta «hora de la verdad», ha sido precisa una auténtica hecatombe entre los «capitanes de abril». Muy pocos -de los pocos que siempre fueron- están todavía en servicio activo, y de los sobrevivientes la mayor parte han visto su carrera militar definitivamente truncada, prohibidos de ejercer cualquier mando en unidades operacionales.
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