Billy Joel, un peso medio del "rock"
Anteayer actuó en Madrid el cantante y pianista americano Billy Joel. Hasta casi última hora de la tarde existía la sospecha de que el concierto (erróneamente promocionado) podía resultar un fracaso notable, por cuanto quedaban unas 1.500 entradas, que finalmente fueron vendiéndose, pero sin que se llegara a amogollonar el Pabellón de Deportes del Real Madrid, cosa de agradecer. Esta tarde, Billy estará en Barcelona, donde la susodicha venta iba todavía peor que en Madrid. Ningún problema en la entrada, hecho debido, entre otras cosas, a una presencia masiva de la Policía Nacional.
El concierto comenzó media hora más tarde de lo anunciado; un poco demasiado en el ambiente de asfixia menor del pabellón. Por otra parte, comenzando a estas horas, el personal no tiene por qué sentir la necesidad de llegar pronto la próxima vez, o lo que es igual: más posibilidades de que se organicen problemas de última hora.El público, de todas formas, esperó pacientemente la salida de uno de los pocos rockers que hemos tenido ocasión de ver por Madrid este año, si por rocker se entiende un señor que hace una música que en términos boxísticos podría calificarse de peso medio. Tal vez aquello no fuera muy profundo, tanto a niveles viscerales como conceptuales, pero vaya por delante que la gente lo disfrutó, exigiendo repeticiones (hasta tres) que acabaron con el cantante inhalando oxígeno de puro agotamiento. Un cansancio que, eso si, no se notó en ningún momento de la casi hora y media que Billy Joel estuvo sobre el escenario.
De todas formas, lo que se vio por allí no era rock duro, cosa esta que resulta casi imposible partiendo de canciones básicamente melódicas, a las que con posterioridad se les pega uno u otro ritmo. Porque este fue uno de los grandes atractivos del concierto: la increíble variedad de estilos que surgieron a lo largo del concierto. Blues, baladas, estándares, rock and roll, honky tonk (casi), allí había de todo.
"Rock" americano
Lo que evidentemente no había era un sonido característico, sino más bien el propio y normal del rock americano al por mayor, con unos toques al piano del líder, que tampoco eran demasiado originales. En conjunto, aquello recordaba mucho a otro cantante-pianista: Elton John, por mucho que la espectacularidad florida y desmadrada de éste se vea sustituida en el caso de Billy Joel por gags más americanizados (boxeo, gangster, chulo latino o simplemente tocado de la cabeza).También es cierto que tanto el hombre como su grupo se entregaron, que cantaron bien, presentaron unos arreglos elaborados y estupendamente tocados, y todo ello con un sonido donde el único fallo aparente era la constante confusión entre las dos guitarras, así como un bajo que empezó a un volumen que tapaba todo el resto.
Resultaba muy profesional, pero con el detalle fundamental, por parte de Billy Joel (que no paraba), de mantener al cabo de muchos años en la carretera un entusiasmo que, aunque pudiera ser sólo aparente, parecía sincero. No es, sin duda, el tipo de concierto-revelación que abre los ojos de la gente a una verdad hasta ese momento desconocida. De hecho, casi todo resultaba fácilmente digerible y sin grandes elementos para el asombro, excepción hecha de lo bien y lo inteligentemente montado que llevaban el tinglado. Este es uno de esos conciertos que, dependiendo del estado de ánimo, pueden aburrir soberanamente o mantener a la gente bailando durante un buen rato. En Madrid, y con el hambre de rock que existe, se dio la segunda posibilidad. Y está bien que si este hombre no resulta muy original, sí es lo suficientemente serio y músico como para que merezca la pena el haberle visto.
Babelia
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