La colina de la libertad

A mediados del siglo XVII, la guerra civil arruinó a las clases más modestas de Inglaterra Campesinos y pequeños comerciantes intentaron a veces cambiar la vida del país a través de utopías precursoras, pero abocadas al fracaso. Para los llamados «niveladores», el Parlamento no significaba gran cosa sin un pacto que defendiera lo que hoy entendemos por «derechos humanos» Otros, autodenominados «cavadores», vinieron a constituir su extrema izquierda, a través de un primitivo socialismo.Su único escritor y líder importante fue Gerrard Winstanley que, en su «Ley de la Libertad», llegó a afirmar que toda esclavitud radicaba fundamentalmente en la miseria. Asimismo, predicaba una reforma encaminada a prohibir compra y ventas de tierras. Para él, la riqueza suponía opresión y era imposible alcanzarla honestamente. «Nadie» añadía, «la gana con su propio esfuerzo, sino guardando para sí una parte de lo que producen los que le ayudan. La verdadera libertad nacía, pues, de una tierra en común cuyo producto habría de conservarse para todos, y todos, a su vez, debían trabajar, a través de un código de leyes muy rígidas y simples».

Como explica también George Sabine en su Historia de la Teoría Política, Winstanley respetaba la familia, proponía el sufragio universal y limitaba por un año el ejercicio de los cargos públicos. Lo sobrenatural le interesaba poco. «Conocer los secretos de la naturaleza es conocer las obras del Señor». Y también escribía: «Mientras los hombres miran al cielo, imaginando una felicidad ultraterrena o temiendo al infierno después de la muerte, se les ciegan los ojos para que no vean cuáles son sus derechos ».

Así, el comunismo de Winstanley, subraya Sabine, fue único en la filosofía política del siglo XVII, y como auténtico revolucionario, no contentándose con la pura teoría, al frente de un puñado de hombres llevó sus ideas a la práctica en Surrey.

Sus luchas con los labradores vecinos, sus querellas en torno a la propiedad privada, su juicio, y final ante el ejército de Cronwell, ilustran este filme, ya presentado en el festival de Valladolid, y excepcional por múltiples razones. A la vez testamento y testimonio, sus imágenes, de una fidelidad en lo que a ambiente y personajes se refiere, resultan de un verismo total, como si el cine se hubiera descubierto siglos antes.