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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reajuste ministerial y endogamia

LAS INFORMACIONES oficiosas y las intoxicaciones de los persuasores ocultos sobre el reajuste ministerial están atascando hasta tal punto de rumores las vías de la comunicación social, que resulta obligado volver sobre una cuestión que, sin embargo, no encierra en sí misma la importancia y la significación que sus protagonistas -a la espera de la promoción o del cese- le conceden.El único planteamiento que permitiría utilizar la palabra crisis en sentido estricto, para bautizar estas nerviosas vísperas, sería la constitución de una mayoría parlamentaria estable, basada en un acuerdo de legislatura, y la formación de un nuevo Gobierno que registrará en su composición esa alianza. No parece probable, y ni siquiera posible, que los acontecimientos se orienten en tal dirección.

Ya indicamos en un anterior comentario que los resultados electorales, en el País Vasco y Cataluña y las semejanzas entre el modelo de sociedad y de sistema económico defendido por Convergencia y el PNV y el programa de UCD en ese terreno harían posible, abstraídas otras circunstancias, un acuerdo de mayoría y un Gobierno de coalición entre esas tres formaciones de ideología centrista. Sin embargo, esta fórmula, que sería razonable e incluso conveniente para la consolidación de la nueva estructura territorial del Estado, resulta, al menos por ahora, inviable. Sólo cuando las transferencias de competencias a los Gobiernos autónomos se hayan realizado satisfactoriamente, las desconfianzas y recelos mutuos se hayan disipado, Convergencia y PNV afiancen sus posiciones y UCD decida desmantelar sus despoblados campamentos en Cataluña y el País Vasco para pactar una confederación centrista con los partidos del señor Pujol y del señor Garaikoetxea esa posibilidad abstracta podría llegar a convertirse en concreta.

Nos enfrentamos, pues, a un reacomodo del Gobierno en régimen de rigurosa endogamia. Lo cual, evidentemente, no es tanto una crisis como un reajuste ministerial, a menos que la renovación produjera sustanciales modificaciones en las áreas de influencia respectivas que ocupan cada uno de los grupos que constituyen, de hecho, aunque no de derecho, Unión de Centro Democrático.

En este sentido, el probable mantenimiento, el posible debilitamiento o la difícil caída del señor Abril Martorell se han convertido en hipótesis que impiden ver el bosque. Los comunistas han contribuido a caldear esa polémica con la tesis psicologista, bastante incongruente con la rudeza sociológica o economicista de sus planteamientos habituales, de que el señor Abril Martorell es el Mister Hyde del señor Suárez, bondadoso y engañado Doctor Jekill del escenario centrista. Sin embargo, resulta más plausible la idea de que el actual vicepresidente es el más destacado de esos «hombres del presidente», cuya estrategia intrapartidista ha sido convertirse en el fiel de la balanza de los democristianos, liberales y socialdemócratas que concluyeron en UCD en la primavera de 1977. La merma de los poderes encomendados al señor Abril Martorell en la conducción de la política económica, plenamente justificable por su insatisfactoria labor en el año transcurrido, no tendría que representar necesariamente, sin embargo, el triunfo de una de esas corrientes embridadas desde el palacio de la Moncloa.

Precisamente por esa razón lo que más sorprende de los preludios de este reajuste ministerial es la medrosidad con la que las corrientes de opinión dentro de UCD se están comportando públicamente. Las intoxicaciones a la prensa no son, desde luego, el medio adecuado para que los políticos de un sistema democrático hagan llegar sus ideas, sus deseos y sus temores a la opinión pública. La monolítica unidad de UCD es una fábula en la que no cree nadie. Todo el mundo sabe que, en el seno de ese partido, las opciones de los democristianos son distintas, y en algunos cruciales aspectos opuestas, a las que defienden los socialdemócratas. Si alguien pudo pensar lo contrario" el Estatuto de Centros Docentes y la ley de Autonomía Universitaria seguramente le habrán desengañado.

El reajuste ministerial permitirá averiguar si los democristianos, los liberales y los socialdemócratas ganan o pierden influencia dentro de un Gobierno que, en cualquier caso, el presidente Suárez y sus hombres de confianza, con Abril Martorell o sin él, pero casi de seguro con él, seguirán llevando las riendas. Y en estos días de tensión nerviosa para los interesados, y de tranquila indiferencia para el resto de los ciudadanos, el silencio de las corrientes de opinión dentro de UCD, en espera de que las intrigas de pasillo o la suerte les beneficie en el reparto de carteras, es el dato más ruidoso dentro de un sistema político que no termina de descubrir las exactas reglas de juego y los valores que dan autenticidad y vida a una democracia.

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