Crédito a la vivienda
En un país donde la forma viene siendo, de siempre, derrochar el dinero, propio o ajeno, público o privado, donde los organismos oficiales nos tienen acostumbrados a usar y abusar de los fondos públicos sin el menor escrúpulo -caso de TVE-, en un país en el que el índice de paro aumenta cada día más y donde un ministro se permite el lujo de calificar de «trampa» una posible intervención del presidente del Gobierno ante los representantes del pueblo para explicar la situación política y económica del país, donde el Gobierno no deja de llamar la atención del empresariado para que invierta, en un país así no es posible, no debería permitirse que el pequeño empresario pierda oportunidades si no buenas, sí al menos prometedoras de emprender negocios, empresas, de producir, que es, en definitiva, lo que tanto aconseja nuestro Gobierno.Pasa a página 12 Viene de página 11
Viene esto a cuento de la situación por la que atraviesa en este país el crédito oficial a la vivienda. Los modestos constructores, que no podríamos emprender dichas construcciones de no ser por el amparo del Banco de Crédito a la Construcción, nos vemos obligados a abandonar nuestros proyectos y, en el peor de los casos, a rescindir contratos de venta, ya preparados, que por causa del retraso en la concesión del crédito o en hacerlo efectivo no podemos llevar a cabo; al tiempo que las ayudas económicas que, a veces, nos vemos obligados a pedir a la banca privada o amigos no pueden ser saldadas por falta de líquido disponible para ello.
La situación, grave de por sí, es aún más decisiva cuando observamos que la falta de viviendas en todo el territorio nacional es cada día más considerable, por lo que es totalmente imprescindible la concesión de dichos créditos.
Yo no comprendo muy bien cómo un banco oficial no tiene liquidez suficiente como para atender a sus compromisos. Si un banco del Estado como el Banco de Crédito a la Construcción, creado para ayudar a la promoción de viviendas, no puede cumplir con la misión que tiene encomendada, sería quizá el momento para preguntarse sobre la necesidad e incluso conveniencia de su existencia. ¿Carece el Gobierno de medios para atender a sus compromisos? ¿Es sencillamente que no interesa conceder créditos a la pequeña empresa? ¿Es consciente el Gobierno de que sólo potenciando a la gran empresa, la economía del país no puede marchar por buen camino? Son preguntas que cualquier pequeño y mediano empresario se hace continuamente. La solución, como casi siempre, la tiene el Gobierno. Si a los que quieren invertir, aunque sea poco, no se les ayuda, la crisis se incrementará, y la trampa de la que habla el ministro Abril Martorell será la que el Gobierno nos ponga a nosotros. / .
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