Archivos y funcionarios
El mismo día en que EL PAÍS publicaba una carta sobre el mal funcionamiento de nuestra inefable Hemeroteca Nacional (10 de abril) me sucedió algo en el local de la calle de San Agustín que, por lo que tiene de absurdo y sintomático, deseo hacer público Hallándome consultando el fichero por autores, un empleado, la jefa de sala y un señor, que imagino debería ser su superior inmediato trataron de convencerme, sucesiva y reiteradamente, de que no lo utilizase, argumentando que «sólo se sirven las revistas por títulos» (obvio) y que dicho fichero «está fuera de uso y no sirve para nada». A mi pregunta de por qué entonces lo tenían ahí, se encogieron de hombros, llegando incluso a decirme que «un día de estos acabaremos tirándólo», lo cual ya es en sí alarmante, dado que, aunque no está puesto al día, contiene varias docenas de millares de fichas de artículos periodísticos clasificados alfabéticamente por autores y con referencia en la mayoría de los casos a la publicación y fecha en que aparecieron, o, lo que es lo mismo: prácticamente, la única posibilidad de localizar un determinado, artículo perdido en el tiempo y en el espacio. A pesar de mis explicaciones y de que la evidencia, que estaba ante mis ojos -y los suyos- demostraba lo contrario, me trata ron como a un pertinaz que no atiende a razones (?) y persiste en hacer algo a pesar de haber sido amablemente advertido de su inutilidad («Bueno, pues si lo pasa bien mirando el fichero, que lo mi re», dijo al fin la señora jefa de sala en tono displicente y como dándo me por imposible). Es más, al de mostrar, ficha en mano, que había encontrado en seguida lo que buscaba (una colaboración de Pío Baroja, aparecida en el diario Informaciones del 2-5-1952), se me dijo que «había tenido suerte,», como si se tratase de una posibilidad entre mil. Todo por no dar su brazo a torcer. Si el mencionado fichero no sirve para nada, que es lo que estos señores afirman, ¿por qué no se retira o se clausura?, (Espero que no sea así.) Pero si sirve, que es lo que mantengo y cualquiera puede comprobar cuando desee, ¿por qué ese interés en impedir que se utilice, dando encima argumentos inverosímiles? ¿Por qué hay que aguantar que unos funcionarios de un servivio público y cultural ha gan pasar a una persona por obce cada delante de todo el mundo, simplemente porque mantiene con corrección y paciencia su propio punto de vista y lleva la contraria? ¿No serán ellos los obcecados?/
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