Sautier Casaseca
Haro-Tecglen, el maestro de todos nosotros, ya ha hecho en este periódico una impecable necrológica del dictador del folletín a lo largo de, la dictadura. Haro, con su maldad sutil, empareja a Sautier con Mallorquí, Corín Tellado y Vizcaíno Casas. Como el boom/Vizcaíno es muy posterior, tengo que decir que la trilogía cul tural preparada y deparada por el franquismo a los españoles era esta: Sautier/Corín/Mallorqui.No soy un estudioso de los subgéneros, como mi admirado Amorós (que quizá como subgénero se ocupa de mi), pero soy un estudioso incesante de mi pasado, hago con excesiva frecuencia -ay- la relectura de mi vida, generalmente por escrito, para cansancio del lector, y creo que de los tres nombres de posguerra que he reunido se deduce una concepción franquista muy completa de la educación sentimental que querian damos a los españoles, sin que nadie, mientras tanto, hubiera leído a Flauhert. Mallorquí para los hombres, Corin para la mujer y Saútíer (la radio) para las familias. Estaba todo programado, como ven. Admiro y respeto siempre al hombre que consigue hacer leer a los españoles (siquiera sea una lectura entre lágrimas), desde Sautier a Vizcaíno, respeto profundamente a los muertos y me ha emocionado esa decisión de Sautier, ser incinerado, pues supone una enmienda a la totalidad de su obra, una autoenmienda, un gesto nada sentimental por el que vemos -perdón, querido Eduardo- que no creía en nada de lo que postula ba, que ha huido así, en el hermoso rapto del fuego, de sus seriales tan llenos de cementerios y la beatería nacional y a veces folklórica de los cadáveres. Un escritor, al final, siempre es un escritor, aunque se haya vendido un poco a la radio, a la SER, a los Garrigues, al oro de Moscú o a la calderilla capitalista que me recuenta Amía.
Salvado todo esto, debo decir que los chicos de los 40/ 50 recibíamos, efectivamente, a través de José Mallorquí Figueroa-Campos, creador del Coyote (cuyos primeros ejemplares me ha reencontrado Lucio el buhonero), una ética imperial y colonial, un mensaje racial que hacia de don César de Echagüe y de Acevedo un resumen semanal de don Juan de Austria, don Gonzalo de Córdoba, don Juan Tenorio, Hernán Cortés y Alfredo Mayo. En cuanto a la estética, el buen oficio de Mallorquí y los dibujos de Battet encarecían aquel barato discurso de quiosco.
Corín Tellado, a la que siempre ignoré, a la que sólo he leído mucho más tarde con vaga curiosidad sociológica, era depositaria nada menos que del erotismo incógnito de la española/española, con su tipo de manota, y practicaba o practica eso que yo llamaria «pornografía del corazón», pues sus novelas estaban llenas de senos palpitantes y virginales, de musculadas espaldas masculinas y bien torneadas piernas femeninas. El establishment sabía que el sexo no, se mata, sino que se metamorfosea, y había decidido metamorfosearlo en orgasmos espirituales, yaque no eran posibles los otros, y a lo que no renuncia jamás el personal es al orgasmo. Que aquello era pornografia sentimental me lo prueba el que esto de ahora, el pomo, no es sino literatura rosa en cuanto que presenta siempre lo óptimo: en Corín, todos los novios eran discretos e ingenieros. En Lib, todos los amantes son sexualmente potentísimos e inagotables. Escribir a nivel delo óptimo es siempre hacer, novela rosa, y al anciano Régimen le convenía mucho esta filosofía de lo óptimo, pues que su lema era una, España/óptima o España como lo óptimo.
Sautier-Casaseca. Sautier era. la familia doblada de radio, la familia reflejada en el espejo oral de la radio, el folletín familiar tautologizado en el folletín radiofénico. Una educación sentimental para educandos que no sabían leer y a los que habla que hacer escuchar. La alta potencia sonora de los senales de ayer y los teleconcursos de hoy borra el silencioso conflicto individual y social de cada uno. Gracias, Sautier.
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