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Los periódicos gratuitos, un nuevo peligro para la libertad de expresión

«La distribución gratuita de hojas o periódicos de carácter informativo sostenidas con publicidad viene proliferando en diversos países de Europa, según se ha puesto de manifiesto en una reunión reciente de la CAEJ (Comunidad de Editores de Diarios de la CEE), celebrada recientemente en Berlín. En Holanda, el número de hojas gratuitas -la prensa se resiste a llamarles periódicos de información - pasó de 230, con una difusión semanal de cinco millones de ejemplares, en 1965, a 440 hojas y 13 millones de ejemplares semanales en 1977. En igual tiempo, la participación de dichas publicaciones en la inversión total publicitaria en prensa aumentó del 10% al 20%.En Francia hay ya seiscientas hojas informativas de difusión gratuita, y su participación en el volumen global de la publicidad en prensa alcanza 17%.

Las hojas gratuitas parten del dato de que más del 50% del gasto en bienes de consumo se realiza en tiendas y comercios al por menor, situados en núcleos de población concretos y definidos en que residen las amas de casa que hacen sus compras en ellos. Son diarios con extensa publicidad local e información general suficiente para mantener el interés por su lectura, que se distribuyen puntualmente a domicilio en una zona determinada de población a las personas que por sus características, constituyen el mercado natural de quienes se anuncian en ellos. Puesto que comprador y vendedor están muy próximos, la hoja gratuita pretende ser un medio de comunicación que les una (...)»

Para abaratar los costes, las hojas se unen frecuentemente en cadenas, en las que comparten servicios informativos, de impresión, etcétera.

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Las hojas gratuitas viven de una publicidad muy dirigida en un mercado muy controlado. Si en los diarios pagados la información es el objeto y la publicidad un soporte económico, en los diarios gratuitos el objeto es la publicidad y la información su soporte.

La reacción de la prensa europea ante esta nueva competencia ha sido irrumpir en el campo enemigo, adueñarse de las empresas editoras de hojas gratuitas y realizar, ellas mismas la edición, coordinándola con el periódico pagado, del que las hojas pasan a ser un complemento. Pero la batalla está planteada, y con ella un nuevo riesgo para la libertad de expresión.

Así como en una democracia la participación del pueblo en el Gobierno del país no se efectúa por gestión di¡recta, sino votando a quienes han de representarle, en la prensa la libertad de expresión no se realiza con la capacidad legal que todos tenemos para editar periódicos, sino por la posibilidad de elección como lectores entre una amplia gama de opciones. El voto en prensa es la compra, y el periódico que subsiste es el que tiene un número de compradores que le asegura una difusión suficiente. En la hoja gratuita quien elige no es el lector, sino el editor, y no en razón de una identificación, sino de un.interés económico. No se busca al lector para servirle informándole y orientándole, sino al consumidor para que compre. La noticia o el artículo son sólo el excipiente del mensaje publicitario.

Si algún día no hay más prensa que la gratuita, la libertad de expresión será un subproducto del consumismo.»

9 de abril

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