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El caos iraní

« ( ... ) Las esperanzas nacidas sobre la suerte de los rehenes en Teherán parecen prematuras. A la animosidad contra los dirigentes iraníes se ha agregado en algunos americanos una viva irritación con respecto a Carter, en la medida que este último había intentado utilizar el asunto -no sin éxito, como lo muestran los resultados- para influir en el momento oportuno en los electores de Wisconsin y Kansas.( ... )En estas condiciones, la decisión de Carter de postergar la Imposición de sanciones suplementarias, afirmando que las declaraciones de Banisadr constituían un paso definitivo, ha sorprendido a todo el mundo. El presidente americano no podía ignorar que, por el momento, nada se puede hacer en Teherán sin la aprobación del imán, que justamente acababa de rechazar categóricamente su petición de poner a los rehenes bajo el control del Consejo de la Revolución. ( ... ).

Dejando a un lado las preocupaciones electorales de Carter, la diplomacia americana se encuentra en una situación sin salida. Felizmente ha desestimado la opción militar que pondría en peligro la vida de los rehenes, y vacila en declarar una guerra política y económica total al régimen iraní.

Una medida semejante tendría efectos contrarios a los esperados En el plano iraní, contribuiría a radicalizar la situación interior y debilitaría a los moderados del Consejo de la Revolución, que, con Banisadr, buscan una solución honorable al problema de los rehenes. En el plano internacional, afectarla a la estrategia americana en Oriente Próximo, que tiende a reagrupar a todos los países islámicos contra la Unión Soviética. )».

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3 de abril

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