Los Iconos
Una nota de Abc, del 13 de este mes, decía: «Yo nunca he hurtado objetos artísticos», ha manifestado a Efe José L. Souto, vicepresidente de Adelpha, en relación con su detención por la Interpol en Bélgica, 1964, difundida por un matutino madrileño, y su estancia en la prisión de Forest, Bruselas, donde cumplió condena de algunos meses por hurto de imágenes religiosas en una iglesia de Namur. José Luis Souto reconoció que efectivamente estuvo detenido, pero explicó que se confesó coautor, no autor, del hurto al objeto de encubrir las actividades políticas de otras personas con las que está relacionado. «Añadió que entonces tenía veinte o veintiún años, vivía en Bruselas y estaba conectado con un grupo de personas españolas, que no era exactamente», precisó, «un grupo, ya que no estaba constituido como tal, de tendencias políticas de extrema izquierda y extrema derecha.» Como todos vivimos hoy la moda Le Carré, que es la moda de entretiempo para esta primavera, he seguido el caso de los iconos belgas o la militancia extrema izquierda/extrema derecha del recluta Souto (recluta con icono), encontrando el segundo capítulo o nueva pieza del collage policíaco/icónico en el Abc del día siguiente, donde «Adelpha respalda y responde, en una nota enviada a Efe, de la honorabilidad de su vicepresidente, Jose L. Souto». «Precisamente», añade Adelpha, «José Luis Souto ha desplegado una meritísima labor en pro del aseguramiento del patrimonio mobiliario y en contra de las condiciones que facilitan su expolio, circunstancia que quizá explique las campañas de que periódicamente es víctima por parte de reducidos sectores de intereses antisociales.» «Las acusaciones contra el señor Souto», concluye la nota (y no les canso más a ustedes), «son tanto más irrelevantes cuanto que dicho señor ostenta por partida doble, y mediante las correspondientes oposiciones públicas, la condición de funcionario del Estado. »Lector ferviente como soy del A bc, encuentro en el del día 26 de este pertinaz mes de marzo una nota sobre Adelpha y el cuartel del Conde Duque. Adelpha denuncia la invasión silenciosa y alevosa del Conde Duque por tres silentes fuerzas del mal: el Ayuntamiento rojo, la Policía Municipal y la burocracia galdosiana. Hasta la fecha no se tiene noticia de que el alcalde Tierno, el guardia de la esquina ni el burócrata del «vuelva usted mañana» se hayan llevado ningún icono condeducal en el bolsillo del chaleco.
Lo más sorprendente, español y madriles de la última nota de Adelpha sobre el caso Souto es eso de que las acusaciones resultan «irrelevantes cuanto que dicho señor ostenta por partida doble, y mediante las correspondientes oposiciones públicas, la condición de funcionario del Estado». Es la otra fiesta nacional, el viejo culto pequeñoburgués a la oposición, a la intangibilidad escalafonal. Yo pienso que el aprobar unas oposiciones al Catastro puede probar que uno sabe catastrar, pero no prueba que uno no sepa asesinar a su suegra por la espalda, con una coca-cola, entregarse a deshora en poder de los marineros cernudianos que meriendan nardos o, sencillamente, robar iconos en Bélgica.
El suplicatorio para procesar a un opositor empollón por encima de toda sospecha me parece excesivo, pero el recurso a la definición del funcionario del Estado como sexo de los ángeles, también. Entre otras cosas, porque funcionarios de la Administración son esos burócratas municipales que ejercen en el Conde Duque y contra los que Adelpha segrega insidias flamenco/valonas. Yo los veo tan intocables como el funcionario Souto. También han ganado reñidas oposiciones. Sé personalmente de la cultura y dedicación artística de Souto, de modo que le confiaría ahora mismo la conservación y balance de todo el Patrimonio Artístico Nacional, desde las catedrales góticas al duraluminio de Artespaña. Todo, menos los iconos. Ojo con los iconos. Casi seguro que no va a trasladar de sitio la catedral de León. Pero los iconos no, por favor. Las mujeres y los iconos, primero.
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