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La extrema izquierda y la ultraderecha se acusan mutuamente del asesinato del arzobispo de San Salvador

Pasadas las primeras horas después del asesinato del arzobispo de San Salvador, monseñor Oscar Arnulfo Romero, y, recobrada ya una buena parte de la tranquilidad perdida en aquellos iniciales y dramáticos momentos, la opinión pública trata de analizar ahora los porqués de este trágico acontecimiento y sus implicaciones posteriores.

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A pesar de que las organizaciones políticas de izquierda y derecha se han cruzado mutuas acusaciones de ser las instigadoras del crimen, la opinión más generalizada es que las segundas son las más beneficiadas por la desaparición del contestatario arzobispo.Asegura la ultraderecha que son las organizaciones populares las que han matado a monseñor Romero, con, el objeto de buscar un mártir de gran proyección popular y provocar un levantamiento general de protesta, que obligaría al Ejército a endurecer sus posiciones y a acentuar la represión.

Los grupos políticos de izquierda, por su parte, acusan a sus contrincantes del otro lado del espectro de instigar, organizar y financiar el asesinato, para acallar una voz que, desde hace meses, fustigaba sin ningún tipo de reservas la actuación injusta de los grupos oligárquicos del país y la tibieza del propio Gobierno en su esquema de «reformas con represión».

La lógica, la objetividad, guía el camino de la conclusión hacia la segunda de dichas hipótesis. A las organizaciones izquierdistas les servía de estímulo y apoyo la voz de denuncia permanente contra las injusticias sociales y contra la indiscriminada represión que alzaba, domingo tras domingo, monseñor Romero. A los grupos de derecha les irritaba, hasta la exasperación, las permanentes invectivas recibidas desde el púlpito arzobispal. El asesinato del arzobispo cobra así las características de una venganza perfectamente calculada y ejecutada.

De acuerdo a esta teoría, personas de autoridad reconocida mantienen la tesis de que el autor material del crimen fue un experto mercenario, contratado en cualquiera de los mercados internacionales de este negro negocio, que muy probablemente estará fuera del país con un buen fajo de dólares en el bolsillo. Lo certero del disparo que mató a monseñor, las características del proyectil (expansivo y blindado) y la sangre fría del asesino avalan esta teoría.

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Las autoridades judiciales están trabajando, en la investigación de los hechos para aclarar el crimen. Los numerosos testigos presenciales han sido interrogados. Losjueces han reclamado las fotografías tomadas por un reportero gráfico que, se dice, pudo captar el rostro del asesino. El periodista fue detenido, en los momentos subsiguientes al crimen, por agentes de los cuerpos de seguridad.

El cadáver, a la catedral

El Gobierno salvadoreño ha recibido múltiples peticiones para que el asesinato sea esclarecido lo antes posible y ericontrados y castigados sus culpables. La más significativa de estas exigencias es la formulada por el presidente norteamericano.

En el interior de este convulsionado país, las expresiones de condena por el crimen del arzobispo Romero son constantes. Es especialmente destacable la de la Conferencia Episcopal.

El clero salvadoreño está volcado entre tanto en los preparativos de los solemnes funerales en memoria de Oscar Arnulfo Romero, que se han retrasado hasta el próximo domingo, para dar tiempo a que lleguen al país las personalidades religiosas y civiles que han anunciado su participación en las exequias. Ayer, por la mañana, el cadáver de monseñor fue trasladado, en procesión, desde la basílica del Sagrado Corazón, la iglesia desde la que decía sus homilías dominicales el prelado, hasta la catedral metropolitana. El cortejo silencioso fue alterado en un momento por los disparos al aire de la policía, que trataba de detener a unos muchachos que repartían propaganda política.

El vicario de San Salvador, padre Ricardo Urioste, de origen español, fue elegido por sus compañeros como sustituto de Oscar Arnulfo Romero, en tanto llega del Vaticano el nombramiento del nuevo arzobispo. Urioste ha asegurado que seguirá fielmente la línea de acción fijada por monseñor Romero y que, también los domingos, hablará a los fieles desde el púlpito que ocupó, durante meses, el obispo asesinado.

En contraste con la noche del lunes al martes, en que las explosiones de más de cuarenta bombas y el constante sonido de ráfagas de ametralladora, impidieron conciliar el sueño a la mayoría de los habitantes de la capital, la de anteanoche fue una de las jornadas más tranquilas que se recuerdan.

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