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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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El scalextric

Los alcaldes pedáneos de cuando el Régimen, en cuanto juraban el cargo ante un guardia de plumero, se sentían investidos de San Jorge y miraban a ver, en derredor, cuál era el dragón que les había tocado en suerte. André Malby, un sabio amigo de Pitita, parece que desciende de los Plantagenet. Los alcaldes franquistas se sentían todos Tirant lo Blanc, sin haber leído al clásico periférico, por supuesto, y buscaban enemigo, pelea y pendencia en el Viaducto, dragón racionalista de cemento y armonía, cúpula de la noche madrileña de las Vistillas y las vanguardias paseada por Borges, Cansinos-Asséns y Vicente Huidobro, dos latinochés y un judío. Quizá porque el Viaducto es racionalista y lleva al barrio moro y judío de Madrid, los alcaldes que digo lo veían como el dragón de la dragontea franquista (que luego se ha prolongado en la Dragontea de Dragó). Y siempre en este plan. Mientras cada alcalde se proponía tirar el Viaducto por el sólo placer de tirar (les había quedado una inercia estampillada de cuando la guerra), otro alcalde, o quizá el mismo, planeaba, soñaba, imaginaba el scalextric de Atocha, que es el anti Viaducto, el contra viaducto, el sueño de la sinrazón franquista engendrando monstruos de hormigón y fealdad. El Viaducto ha sobrevivido a pie firme, el tío, como un republicano de Azaña o un parado de la CNT, pero tiene, ya desde hace años, pareja desparejada en el scalextric, que el señor Mella, edil sociético, ha propuesto ahora tirar, y con más razón que un santo de los que aún sobreviven en, el santoral, porque el scalextric contamina al máximo eso que Ruano llamó «el sol popular de Atocha», hasta el punto de que en Atocha se ha puesto el sol, como en Flandes. Y además, porque el scalextric es como una desmesurada equis de hierro y hormigón que tacha una de las plazas más bellas de Madrid, con la estación de Atocha, que parece inaugurada para recibir a Rubén Darío, el Ministerio de Fomento (hoy Agricultura, que aquí ya no se fomenta nada) y sus violentos caballos sobre el tejado, más la esquina del Botánico y la Cuesta de Moyano, donde se acaba de erigir muy justamente a Baroja, que era todo él, en cada una de sus novelas, como una revuelta Cuesta de Moyano que se bajaba en tobogán de hambrientos, libros golfos y libreros valencianos y un poco francmasones. Lo cual que los libreros de viejo me invitan este año a pregonar su Feria de Primavera en Recoletos y me prometen unas primeras ediciones de Eugenio d'Ors, porque la vida va dejando al escritor en librero de viejo y yo ya tengo tantas primeras ediciones (sólo me faltan las mías) que cualquier día me mudo a Moyano y abro caseta.

Anoche anduvimos piruleando un poco por Madrid con Africa Prat, hasta las tantas, y al abrirnos para Atocha entreví un momento, a la luz de los metales nocturnos, la plaza sin scalextric. Qué gozada. Luego, en El Sol, en mitad de la movida rockera, me senté a pensar que esos dos grandes pasos o puentes madrileños son el signo de dos épocas, el estilo de un tiempo que tuvo estilo (Viaducto) y el estilo de un tiempo sin estilo (scalextric). Aquel Madrid tardoalfonsino y prerrepublicano que venía de don Francisco Giner de los Ríos e iba hacia el horizonte cuadrado de Huidobro, era un Madrid que aún podía salvarse- de la mala vida y la Mala hierba de Baroja mediante La vida breve de Falla. Ese otro Madrid multicolosalista y pseudocaraqueño de Moratalaz y el scalextric, que se nos vino y se le vino encima a Madrid, fue y es la manigua hortera de una dictadura de ricos protegidos, con estilización gráfica en el huecograbado dominical del Arriba, pero nada más. La formidable y espantosa equis del scalextric, que hoy borra a Carlos V y su plaza, es como una tachadura en el mapa de Madrid. Querían tachamos a todos.

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