Más furbo
Tengo hecha una distinción, tiempo ha, entre fútbol y fúrbo. Fútbol o foot-ball es una cosa que juegan los ingleses en calzoncillos y con paraguas, sin perder el estilo ni los calzoncillos por mucho que llueva. Furbo es una barbaridad española, nacional, con más de medio siglo de vigencia y beligerancia, que pregonan los conductores de camionetas periféricas cuando le gritan al personal, los domingos por la tarde:-¡Al furbo, al furbo!
La otra tarde, en el Club Siglo Veinte y pico, José María García ha pedido más furbo en una conferencia. José María García, como sabemos, es un gran profesional. Si cada periodista fuese tan crítico y pertinaz en lo suyo como José María García en el deporte, España estaría más clara. Pero García, naturalmente, escribe de fútbol porque le apasiona el fútbol, y esta pasión le lleva a considerar que la televisión da poco fútbol, en comparación con otros países, donde llegan a televisarse hasta tres partidos en una tarde, según dijo. Evidentemente, no estamos a nivel europeo. José María García, sí, pidió más furbo. En su conferencia había muchísima gente y tres ministros. He estado en algunas de las últimas grandes conferencias políticas y periodísticas del XXI y, desde luego, en ninguna había tres ministros vivos.. Y digo vivos porque, muertos o ex, sí que había algunos. José María quiere, no sólo más fútbol en la vida, sino más fútbol en la tele, y aquí es donde, como ha contado la prensa, se levantó el ministro de Cultura para anunciar inminentes y al parecer trascendentes retransmisiones, de las que el conferenciante se adolecía. El ministro fue muy aplaudido, o sea que España no ha dejado de ser católica, don Manuel, sino que España quiere más furbo. Lo que quiere España es pan y furbo.
Decían que el furbo era una maña de Franco para tenernos despolitizados. Franco ha sido el chivo emisario de muchos males españoles, colectivos, sociales, entre ellos el furbo, que tiene mucho vicio. Siempre es bueno, higiénico, desodorante, cristalizar en un yo colectivo e impuesto lo que ruboriza al yo individual o social. También decían que el Cordobés y el Lute estaban muñequeados por Franco para distraer al personal y hacer que treinta millones de peninsulares volvieran la cabeza para otro lado cuando no convenía que mirasen para la lucecita de El Pardo, porque había que cambiar la bombilla. Pero, muerto Franco, el Lute se ha redimido y ahora, cuando nos sacanjuntos en alguna foto, el quinqui parezco yo. Y el furbo sigue siendo la gran pasión nacional que unifica a los hombres y las tierras con césped o estadios de España, por encima/debajo de las romerías autonomistas que nos alegran el fin de siglo. A mí, que no he ido jamás al furbo (Antonio Asensio quería una vez mandarme a un Madrid/ Barcelona, pero se perdieron las entradas), a mí, que no he vuelto a mirar la teletonta desde que se nos casó la Tenaille (le puse un lazo negro al palcolor), a mí, digo, me parece que por la cosa esa echan muchísimo furbo, y una reciente sofemasa de este periódico ha demostrado que si sumamos las tiradas As/Marca, la prensa deportiva es la única que vende en España. Por no hablar de las Hojas del Lunes, que viven prácticamente del furbo del domingo. Contra el fervor futbolístico de García y del ministro, el escritor Castillo-Puche acaba de decirlo:
-Lo que hace falta es alfabetizar a los que saben leer y no leen nunca.
O sólo leen el As-Color (tan bien hecho, por otra parte), querido José Luis. Admiro el fútbol, el foot-ball, el deporte, la higiene, la ecología y las focas de la generación de Brigitte Bardot. Pero el fútbol es nada menos que la cultura en calzoncillos y el furbo es, como diría Valle, una deformación grotesca de la cultura occidental.
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