¿Es lícito el comercio con URSS?
Parece un despropósito que a las alturas -o bajezas- del tiempo en que vivimos sea preciso enunciar una proposición del más rancio espíritu escolástico. Bien es verdad que a estas y a otras florituras no menos extravagantes nos obliga la difusa y más que confusa situación política de este país, que, al parecer, debe resucitar los bizantinismos para prescindir de otros menesteres más serios. ¿Es licito comerciar con la URSS? Periódicamente, y sin que se sepa con exactitud por quién y en razón de qué, se dispara la traca que pone en cuestión la actividad de unas cuantas empresas privadas que mantienen relaciones comerciales con los países del Este y, en especial, con la URSS. Confundiendo el culo con las témporas -y nunca mejor dicho, ahora que estamos en Cuaresma-, se mezcla la desarticulación de unas supuestas acciones de espionaje por parte de diplomáticos extranjeros con las operaciones mercantiles de unas sociedades que las realizan con el país de que aquéllos son oriundos. Se dice a continuación que estas empresas, con domicilios sociales bien conocidos, con nombres de -al menos aparente- solvencia y con una actividad bien diáfana, son estrechamente vigiladas por los-servicios españoles de inteligencia, y nadie se escandaliza de que se rompa así la natural discreción que debería guiar a esos servicios que, como su nombre indica, son secretos. Pero el rumor está lanzado y, como las plantas asilvestradas, puede crecer en cualquier rincón. Los responsables de estas empresas se sienten necesariamente perplejos y son los primeros en plantearse tan absurda proposición escolástica: ¿es lícito el comercio con la URSS?Con la Unión Soviética mantiene este país plenas relaciones desde la muerte de Franco, dando amplia proyección a las que existían durante los últimos años de la vida de aquél. Y quizá resulte bueno y hasta prudente recordar que el reconocido y proverbial anticomunismo del anterior jefe del Estado no le impedía plantearse una política exterior realista. Aun salvando la peculiar situación creada por el no reconocimiento diplomático mutuo, Franco no hacía otra cosa que seguir el pragmatismo de las naciones occidentales respecto de la URSS. Los países del Este, encabezados por la Unión Soviética, representan, también un inmenso mercado, y nin.guna ¡iación. occidental se ha dejado llevar por la descabellada idea de admitir la inexistencia de niedio mundo. Al contrario, ese medio mundo ha sido y es, con independencia de las coyunturas políticas, un inmenso y potencial teatro de operaciones para la economía de Occidente.
Para ilustración de algunos, irritación de otros, consuelo de pocos y diversión de la mayoría, habría que recordar algunos datos elementales.
La mayoría de los grandes bancos del bloque occidental se muestra satisfecha del funcionamiento de sus filiales en los países socialistas. Nombres tan poco sos pechosos -en todo caso lo serían en sentido contrario- como el Bank of America, el Citibank, el First National Bank of Chicago, el Chase Manhattan Bank y el Manufacturers Hanover Trust se mostraban -al menos hasta hace poco- contentos de su actividad en Moscú, en Varsovia, en Bucarest, etcétera. Su ejemplo fue seguido por los bancos de la República Federal de Alemania Commerzbank, Deustche Bank y Dresdner Bank; por los de Gran Bretaña Barclays Bank, Midland Bank y National Westminster Bank; por los de Francia Banque de Paris et des Pays Bas, Banque National de Paris, Crédit Industriel et Commercial y Crédit Lyonnais; por los de Italia Banca Commerciale Italiana, Banco di Roma y Crédito Italiano, y por otras. entidades bancarias de diversos países, entre ellos Austria, Suecia, Suiza, Finlandia y Japón, y, muy recientemente, España. Los avatares de la política internacional, con altibajos más o menos dramatizados, que no dramáticos, no han impedido el fuerte incremento de las transacciones comerciales, industriales y crediticias de los países del Oeste con los del Este. Las sociedades multinacionales y los bancos occidentales han invertido de 60.000 a 70.000 millones de dólares en los países del Este, y es lógico pensar que ningún acontecimiento político, excepto el holocausto de una guerra, podrá poner en peligro esta enorme. suma de dinero colocado en los países del área de influencia de la URSS. Estas sociedades, cuyos programas de inversión responden a estudios perfectamente calculados, no pueden permitirse el lujo de sucumbir a reacciones viscerales. Probablemente las ceden a países con un complejo demasiado fuerte de inferioridad que desean hacerse oír en el concierto internacional con actitudes tan disonantes como estúpidas. Desde finales de la década de los cincuenta -guerra fría incluida-, el comercio con el Este no ha dejado de aumentar. De 1960 a 1978, las transacciones ent re ambos bloques pasaron de casi 6.000 millones de dólares a 60.000 millones con la particularidad de que la política anticomunista de Occidente no impidió, sino todo lo contrario, que prosiguiera, incluso, el envío de mercancías consideradas estratégicas a la URSS. Es más, tan sólo un poco más de un centenar de estas materias, del más del millar que figuran en la lista oficial, permanecen embargadas. En plena guerra fría, insisto una vez más, Occidente se volcó con créditos ilimitados a la URSS. Francia, que fue una de las primeras naciones en iniciar la política de acercamiento e independencia, concedió a la Unión Soviética más de mil millones de francos para financiar la instalación de la Renault, de la Pechiney y de la Rhône-Poulenc. La misma actitud fue seguida por Inglaterra y por la: República Federal de Alemania, quienes coincidieron en la necesidad de mejorar sus relaciones con el Este para dar un mayor impulso a su propia estrategia industrial.
La cooperación industrial entre ambos bloques es un resultado de la cooperación financiera, y ninguno de los países que se hallan a la cabeza del ranking industrial consentiría en merinar elalcance de su penetración en los países del Este. Así, año tras año, se está foijando una interdependencia industrial que beneficia a las dos partes. Dígase lo que se quiera, pero el hecho es que, según fuentes autorizadas occidentales, el comercio mundial experimentará en la década de los ochenta un vuelco extraordinariamente significativo: la quinta parte del comercio mundial se situará en las transacciones entre el Este y el Oeste.
Frente a la estrategia de los grandes -y hay que recalcar que las actuales reticencias y el súbito enfriamiento pueden obedecer tan sólo a los vaivenes electoralistas-, la participación de España en aquel inmenso y no fácil mercado es por completo irrelevante. Como en tantos otros dominios, ha faltado ayuda, empuje y visión de futuro. Ni un solo proyecto industrial de envergadura ha podido cuajar en los países del Este alentado por España. Un muro de incomprensiones y de dificultades se ha interpuesto, por parte de determinados grupos españoles, para que nuestro intercambio comercial pudiera situarse, a un nivel parecido al de otros países. Por si fuera poco, se pretende sembrar el desconcierto, con ayuda de la difamación, para que ni siquiera unas pocas empresas comerciales puedan intentar enviar a los países del Este nuestros más que abundantes excedentes de artículos manufacturados y de productos agrícolas, mientras que aquellos otros países de cabecera, Mercado Común en especial, y Estados Unidos, frenan nuestras exportaciones. La abulia, el desinterés, la conspiración estúpida, los falsos kremlinólogos y, en el mejor, de los casos, la ignorancia son nuestros aliados para no llegar a parte alguna. Hemos dejado de ser la undécima potencia industrial del mundo, y con el propósito de seguir siendo la «reserva espiritual de Occidente» no nos damos cuenta de que acabaremos siendo un país de bingo y pandereta. Mientras tanto, se nos obliga a entretenernos con absurdas proposiciones es.colásticas. ¿Es lícito el comercio con la URSS? Probablemente, no. Dentro de poco sólo podremos exportar polución y cansancio, vejez y pedantería. Y un montón de cabezas huecas erívueltas -eso sí- en una peseta fuerte para descansar su paz perpetua en el cementerio de todas nuestras ilusiones. Así sea.
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