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Juan Pablo II envía a Pekín al cardenal Koenig

Juan Arias

El cardenal Franz Koenig, arzobispo de Viena, está en Pekín desde el domingo. La noticia ha causado gran impresión en los ambientes vaticanos, ya que Koenig es una de las figuras de mayor prestigio de la Iglesia actual. Desde hace quince años es el presidente del Secretariado para los no Creyentes; es uno de los eclesiásticos claves de la Ostpolitik y, sobre todo, fue el gran «elector» del papa Wojtyla en el último cónclave, como han asegurado los mejores informadores vaticanistas.La noticia de la presencia de este importante cardenal de la curia romana en China adquiere aún mayor importancia por el hecho que desde finales de febrero está también en la República Popular China otro cardenal de primera plana: el presidente de la Conferencia Episcopal francesa, monseñor Etchegaray, hombre de punta del episcopado de su país.

Como Koenig, también Etchegaray ha sido invitado a visitar China por la Asociación China para la Amistad con los Pueblos Extranjeros. Es evidente que el Vaticano ha escogido dos cardenales de gran altura para emprender el arduo camino de restablecer las relaciones diplomáticas con la nueva China que se está creando después de la caída de Mao.

Si, por una parte, Etchegaray posee todo el peso y el prestigio de la Iglesia de Francia, que siempre mantuvo relaciones muy buenas con el pueblo chino, Koenig es el representante más calificado del Vaticano para dialogar con los países socialistas. Ya con Montini, el arzobispo de Viena había recibido encargos muy delicados, como el asunto del cardenal Mindszenty, que se resolvio con el aplauso del Vaticano y de las autoridades de Budapest, al convencer al batallador e intransigente cardenal a renunciar implícitamente a ser el primado de Hungría para vivir en Roma, lejos de las polémicas que dificultaban las relaciones entre el Vaticano y el país comunista. Fue también el cardenal Koenig quien, en 1966, por mandato de Pablo VI, medió en el delicado problema del conflicto entre el Gobierno polaco y el cardenal Wyszynski.

Ayer se aseguraba en Roma que la presencia conjunta en Pekín de los dos importantes cardenales de la Iglesia no sólo da a entender que se está preparando un acuerdo entre el Vaticano y China, sino que incluso podría tratarse de la preparación de una visita de Juan Pablo II a aquel país con motivo de su viaje en noviembre a Filipinas.

Como acaba de declarar un párroco de Hong Kong, el padre Wong, en Radio Vaticana: «El cristianismo podría difundirse en China con tal que se convierta en una parte integrante de su cultura. » Los observadores aseguran que Juan Pablo II no tendría ningún inconveniente en dar facilidades para la creación de un cristianismo verdaderamente «chino».

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