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Tribuna
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Lo que está en juego en Euskadi

La agresividad que está caracterizando la campaña de las elecciones al Parlamento vasco y su espontánea polarización entre dos fuerzas mayoritarias y antagónicas n o ha sido casual. Como no es casual el interés que nuestro proceso despierta en los medios de comunicación y en la opinión pública fuera de Euskadi.No en vano el País Vasco es el foco de un contencioso histórico que conviene resolver bien. Además, estas elecciones representan una gran oportunidad para el cambio, que ninguna opción progresista puede desperdiciar. Finalmente, Euskadi es la, prueba de fuego del proyecto político del nuevo Estado: el Estado de las autonomías.

El contencioso vasco, nunca bien comprendido fuera de nuestro pueblo, y tan frecuente como erróneamente identificado con sus variantes más radicalizadas, puede quedar resuelto de una vez por todas. Pero es necesario que, quienes han puesto su esperanza o apostado su prestigio por el marco constitucional, tengan la oportunidad de probar que el proceso iniciado por este pueblo es el mejor camino para garantizar la supervivencia de sus raíces culturales y de sus señas de identidad. Quien no lo entienda así, va a poner de manifiesto una muy pobre personalidad política y se va a convertir en el mejor aliado de los sectores que alimentan su irracionalidad y su mesianismo con la frustración colectiva.

Y resolverlo bien significa algo tan sencillo como aplicar la Constitución y desarrollar el Estatuto de Autonomía. Y ello con una voluntad política expresa, que deje de anteponer los intereses de la Moncloa a los del Estado.

Es esta una tarea que va a exigir un esfuerzo por parte de todos. Porque tal labor no admite exclusivismos ni marginaciones. Tiene que ser reconocida la pluralidad esencial de este pueblo, y esta es incompatible con marginaciones de ningún tipo.

Aunque la ideología nacionalista se haya manifestado como hegemónica durante los últimos años, la realidad social es que existen distintas formas de entender y de vivir la contingencia de ser vasco. Por eso, el mejor servicio que se le puede prestar al pueblo de Euskadi es permitirle desarrollar libremente sus propias señas de identidad para lograr esa necesaria síntesis fecunda que genere los vínculos internos de solidaridad sin los cuales un colectivo plural no se transforma en un pueblo, y mucho menos en un pueblo con el que pueden sentirse identificados todos sus habitantes.

El 9 de marzo significa para Euskadi, en segundo lugar, la gran oportunidad de transformar multitud de aspectos de nuestra vida cotidiana aprisionados aún por los vicios burocráticos y la incompetencia administrativa que caracterizaron el franquismo: desde la enseñanza y la sanidad... hasta la vida municipal y la educación cívica está implicada toda la organización de la vida comunitaria. Y es claro que tenemos ante nosotros una oportunidad histórica para lograr que ese camino adquiera un carácter progresista que permita avanzar a este pueblo por la senda del socialismo frente a cualquier opción regresiva al servicio de intereses minoritarios o de grupo.

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Finalmente, en Euskadi está en juego el proyecto político del Estado de las autonomías, que aquí va a sufrir su prueba de fuego. El Parlamento que salga de las urnas el próximo 9 de marzo tiene que servir. no sólo para consolidar el proceso autonómico vasco, sino para garantizar el desarrollo autonómico en todas las nacionalidades y regiones. Quienes vamos a sentarnos en el nuevo Parlamento somos conscientes de la minuciosidad con que se va a seguir nuestros gestos y nuestras iniciativas desde todos los, rincones de España. Y en esta ocasión, como en otras tantas, el interés va a ser mutuo, y la solidaridad, indispensable. Porque si bien es cierto que todo cuanto ocurra en nuestros órganos de autogobierno va a ser importante para el resto de España, no es menos cierto que del éxito del proyecto autonómico colectivo depende nuestro propio futuro en Euskadi. Mientras continúe UCD en el Gobierno, parece previsible que el desarrollo de la autonomía vasca va a ofrecer el aspecto de un pulso permanente con la Administración central.

Esta irregularidad sólo podrá ser superada cuando la concurrencia de nacionalidades y regiones autónomas transforme la descentralización del Gobierno de una situación administrativa normal. Ello, además de representar la maduración del proceso constitucional, será la mejor garantía para la profundización en las previsiones de nuestro Estatuto.

Son muchas las cosas que están en juego en el tapete electoral del día 9. Muchas y muy importantes para el pueblo vasco y para España, para los órganos de autogobierno y para el Estado; demasiadas como para intentar abordarlas frívolamente con un desembarco de ministros o sembrando el pánico desde la televisión.

Padecemos una crisis económica grave cuya solución importa no sólo a Euskadi, sino a toda la economía española. Contamos con un índice de paro muy por encima de lo que nuestra estabilidad social puede soportar. y con una tendencia a agravarse con más rapidez que en el resto de España.

El terrorismo continúa sembrando la muerte en nuestros pueblos, con sus corolarios de inestabilidad política, inseguridad, degradación cívica, empobrecimiento. La solución de ninguno de estos problemas, con ser graves, queda fuera del alcance de nuestras posibilidades. Lo que el pueblo vasco espera ahora de los demás pueblos de España es comprensión y solidaridad. Y lo menos que Euskadi puede exigir al Gobierno es que no entorpezca el esfuerzo de quienes tratan de poner remedio a, problemas cuya solución importa a todos. Porque en Euskadi están en juego demasiadas cosas. En Euskadi está en juego la paz.

Ricardo García Damborenea es número uno de la lista PSE-PSOE por Vizcaya para las elecciones al Parlamento vasco.

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