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Cabellera de Berenice, el "rock-kitsch"'

El pasado viernes se presentó en el teatro Alcalá Palace el grupo-espectáculo Cabellera de Berenice.Así, de entrada, el refrán que podía cuadrarle mejor a Cabellera de Berenice es aquel de: «De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno».

El grupo había empleado casi una semana en preparar el tinglado escénico para este concierto y así, habían sobreelevado la tarima para los insirumentistas casi dos metros, habían colgado enormes piezas de telas que simulaban estalactitas y estalagmitas, hacían bailar a una sábana bajo una lámpara de luz negra, soltaban humo y por entre la música y las luces surgían de cuando en cuando unos bailarines.

El sonido era excesivamente bajo para la música que hizo el grupo desde lo alto, una música que estaba a medias entre el rock llamado sinfónico, la música contemporánea y una consecuencia lógica de su fusión superficial: la música ambiental.

Si se acepta que lo que estaba lanzando aquella gente hacia un patio de butacas casi abarrotado era una nueva forma de Muzak, aquello podía tener algún sentido más allá del valor de cambio en que podría concretarse el indudable curro que han invertido en el montaje.

Y es que la música de Cabellera de Berenice es, como su mismo nombre insinúa, algo indefinido, con un cierto tufo kitsch que se concreta más en la puesta en escena. No está muy mal ni muy bien, pero se nota ensayadísimo y finalmente resultaba un ejemplo de cómo utilizar las posibilidades de un escenario, aunque en esta ocasión los resultados no estuvieran a la altura de los medios. En todo caso, y teniendo en cuenta que Cabellera de Berenice da más o menos un concierto al año, nada se pierde por ir a verlos la próxima vez. Posiblemente sean aburridos, pero el montaje sorprende, y eso es ya algo.

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