Las "razones de Estado" de UCD
El 151 es la autonomía «desordenada y marxista», en expresión de un parlamentario ucedero de Jaén. El artículo 151, en boca de Martín Villa, es poco menos que un cambalache para salir del paso en Cataluña o Euskadi. Todo esto y mucho más se dice, poniendo cara de rancios hombres de Estado. «El Estado soy yo», parecen afirmar; los demás son el caos, la irresponsabilidad.Desde mi modesta condición de trabajador andaluz, yo tenía la Impresión -creo que sigue siendo acertada- de que el auténtico hombre de Estado es aquel que parte de un escrupuloso respeto a las leyes. Mucho más, cuando se trata de la Constitución, ley máxima de un pueblo y de cuya interpretación en su letra y espíritu depende la convivencia de toda la sociedad española.
Muchas más perlas podría entresacarse de la verborrea centrista, en su intento de hacer fracasar la democracia en el referéndum autonómico andaluz. Y digo fracasar porque su propaganda apunta a que los ciudadanos se vuelvan de espaldas al 28 de febrero, olvidando que la democracia es esencialmente participacion.
Cuando, con su profusión de medios, UCD machaca los oídos andaluces, no se le ocurre nada más original que decir: «Andaluz, ese no es tu referéndum.» Afortunadamente no todo el monte es orégano ni toda la propia UCD malentiende a Andalucía. Centenares de concejales de UCD se han comprometido con la autonomía plena en los ayuntamientos andaluces y no están ahora dispuestos a modificar su compromiso andalucista cuando ni siquiera los jefes, desde Madrid, han realizado la más mínima autocrítica de sus recientes fervores autonomistas.
Nadie que mande algo en UCD ha sido capaz de reconocer por qué durante casi un año se han mostrado de acuerdo con la autonomía plena y una madrugada tormentosa aparecieron condimentando un nuevo guiso autonómico al estilo de Juan Palomo.
Ahora se empeñan en demostrar que los constitución alistas, las Cortes y el pueblo español votaron dos artículos repetidos en la Constitución o, lo que no es menos grave, que el 143 es una vía de derecho y el 151 el camino de la izquierda, el camino «del asalto al Estado».
No imagino al banquero Trías Fargas, al señor Viana o a Carlos Sentís bregando por una autonomía de izquierdas en Euskadi o Cataluña. Tampoco es imaginable que Suárez haya tenido en su Gobierno, sin saberlo, a un «izquierdista» como el señor Clavero.
La Constitución señala dos vías para las autonomías, poniendo unas condiciones y exigiendo unos requisitos, que las comunidades han de cumplir, según sean sus deseos y necesidades. En el caso concreto de Andalucía, el proceso hacia la vía autonómica plena: Gobierno, Parlamento y Tribunal de Justicia, han sido todo un modelo de unidad política y de madurez de, un pueblo. Jamás se manejó el maximalismo ni operó chantaje alguno. Desde el PCA hasta UCD, pasando por PSA y PSOE como fuerzas parlamentarias andaluzas y, desde el PTA a AP pasando por DC, se coincidió en que la vía más conveniente para Andalucía era la del 151. Precisamente, esa unanimidad de las fuerzas políticas andaluzas hizo posible que el 97% de los ayuntamientos y las ocho diputaciones, aprobaran libremente la petición constitucional que ha desembocado en el referéndum del 28 de febrero.
Nadie, en Andalucía, ha dicho que la autonomía será el agua milagrosa que todo lo cure. Pero todos somos conscientes de que necesitamos la máxima autonomía que se contempla en el apartado 151 de la Constitución, para que en nuestra tierra se comience en serio a corregir los graves problemas sociales, el paro en primer lugar; para que se tome en serio a Andalucía y se escuche su voz en el conjunto de los pueblos de España y especialmente en el Gobierno central.
En Andalucía no puede se guirse parcheando, y menos todavía parcheando tarde y mal. Más existe igualmente el sentimiento andalucista, que no puede medirse en pesetas o en inversiones, pese a que son imprescindibles para el progreso.
Cuando la Constitución reconoce las peculiaridades de los pueblos de España hace un acto de estricta justicia, al mismo tiempo que la libertad conquistada, la democracia, ha hecho avanzar y profundizar los sentimientos autonómicos.
Por lo menos en Andalucía ha sido así, y lo que hace años pudiera haber sido patrimonio de muy pocos es hoy el sentimiento y la voluntad de la inmensa mayoría de los andaluces.
Cuando un proceso autonómico ha transcurrido con la serenidad y el rigor unitario como en el caso andaluz, ya no puede frenársele con guiños o supuestas razones de Estado. Tampoco lo frenará la mezquindad de un Gobierno que se estrecha sobre sus propios intereses partidarios y maltrata la Junta que personifica, hoy por hoy, a Andalucía.
Difícil se lo han puesto a Andalucía, pero esas trabas se. están convirtiendo en conciencia andalucista para que el 28 de febrero no le falte un solo sí a la autonomía plena.
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