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Marco Ferreri presentó su última peficula en el Festival de Berlín

«Una película no es una historia, no es algo que tú cuentas, sino algo que ves. Yo soy un ojo fotográfico, un hombre visual que ve pasar el tiempo muy de prisa. No concibo el cine básicamente como información, como si fuera una revista para un público especializado. Cuanto menos esté informado el público, mejor para el cine. Los canales de información son siempre instrumentos de deformación.» Esta es la concepción global del cine que en 1980, en el marco del Festival Internacional de Cine de Berlín, ha expresado el director italiano Marco Ferreri (Milán, 1928), uno de los más polémicos directores de los últimos tiempos. Su última película, Chiedo asilo (Busco asilo), se presentó ayer en medio de una gran expectación.

Aunque Marco Ferreri no admite que Busco asilo sea una película sobre la infancia, «si hablas sobre la gente tienes por fuerza que hablar sobre su infancia», lo cierto es que la película cuenta la vida en una guardería infantil, aunque el protagonista sea adulto. Roberto, profesor de educación preescolar, con unas concepciones ideológicas y profesionales no doctrinarias, comienza a enseñar en una guardería de los suburbios de Bolonia. Sus métodos de enseñanza son muy bien recibidos por los niños, pero dado que rompen la rutina de este tipo de instituciones y que se presentan como no conformistas constituyen una provocación para los adultos de ideas convencionales y para los representantes de la autoridad. Roberto se enamora de la madre de un niño de su clase. Al quedar ella encinta se marcha a dar a luz a su pueblo natal. Allí se traslada Roberto con un grupo de niños de su clase.«En general, una guardería», dice Ferreri, «es una cosa terrible, una prisión, un campo de concentración. ¿Que por qué he elegido una guardería?, porque son como las fábricas de los adultos, hechas con el mismo cemento y soportando los mismos ruidos. Espero, no obstante, haber conseguido mostrar a través de los niños lo que encierran los niños: una infinita riqueza de fantasía, de inteligencia y de movilidad. Y a través de la vida de estos niños espero incitar a la reflexión sobre el hombre adulto que ellos van a ser. »

Marco Ferreri es de sobra conocido para el público español. Tras interrumpir sus estudios universitarios en Milán y dedicarse a vendedor de bebidas alcohólicas funda la revista neorrealista Documento mensile y colabora con los directores Alberto Lattuada, Cesare Zavattini, Ricardo Ghione y Marchi y Malerba. Poco después, Ferreri trabaja en España como vendedor de instrumentos de óptica. Su encuentro poco después con el escritor y guionista Rafael Azcona marcará su carrera cinematográfica.

A partir de 1961 Ferreri comienza sus películas italianas y francesas y alterna su tarea de dirección con la de actor de papeles secundarios en películas de otros directores, como Mercanti Monicelli, Tognazzi, Passolini o Godard.

«Yo no hablo», termina Ferreri, «del mundo maravilloso de los niños. No existe una maravillosa aventura humana. Es por su puesto, una gran aventura, pero no tiene nada de maravilloso. Ello es en parte parecido a lo que en otro orden de cosas han destacado de entre los elementos que se dan en esta aventura humana: el cielo, la tierra y el agua. Yo no le doy importancia al cielo. No somos animales celestiales, como tampoco acuáticos. En la vida es dificil ver el cielo. Hemos vivido equivocados durante mucho tiempo. El cielo no es un elemento en el que se pueda vivir. Sólo es bueno para los aviones y para otras máquinas infernales. Nosotros somos en un 90% agua. Tierra y agua, eso es lo que somos.»

También en la sección de competición se exhibió ayer la película Moscú no cree en las lágrimas, del director soviético WIadimir Menschow, en la que juegan un papel importante tres mujeres.

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