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Los dos principales encartados de Atocha se desdicen de sus declaraciones ante el juez

La primera jornada de la vista oral y pública del juicio sobre el atentado del despacho laboralista de la calle de Atocha, 55, de Madrid, en el que perdieron la vida cuatro abogados y un auxiliar de despacho y fueron gravísimamente heridos otros cuatro abogados, fue ocupada exclusivamente por el interrogatorio de José Fernández Cerrá y de Carlos García Juliá, autores materiales de los disparos, y de Francisco Albaladejo, acusado de complicidad con los anteriores. Los dos principales procesados se volvieron atrás de las declaraciones efectuadas en su día ante la policía y ante el juez, y manifestaron que fueron al despacho de Atocha sólo con la idea de dar un susto a Joaquín Navarro, dirigente de Comisiones Obreras del transporte, sin que hubiera existido acuerdo previo con Francisco Albaladejo, secretario del sindicato vertical de Transportes de Madrid. La ciudad estuvo vigilada con gran despliegue policial y no se produjeron incidentes de importancia.

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Haciendo gala de una frialdad y sangre fría que resaltaban en medio del ambiente tenso que se respiraba en la sala, José Fernández Cerrá hizo frente al largo interrogatorio a que fue sometido por el ministerio fiscal y por los abogados de la acusación particular durante la primera sesión de la vista pública del juicio por la matanza de Atocha, iniciado ayer ante la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional.A lo largo de tres horas y media, Fernández Cerrá -esposado y vestido impecablemente con un traje gris claro- se desdijo prácticamente de las declaraciones efectuadas en su día ante la policía y el juez instructor, y mantuvo que él y Carlos García Juliá acudieron al despacho laboralista de la calle de Atocha, número 55, de Madrid («Para mí, era un local del PCE, no un despacho de abogados»), en la noche del 24 de enero de 1977 sólo con el propósito de dar un susto, concretamente «unas bofetadas», a Joaquín Navarro, dirigente de Comisiones Obreras del transporte privado, sin que hubiese existido acuerdo previo con el procesado Francisco Albaladejo, secretario en aquellas fechas del sindicato vertical de Transportes de Madrid.

La primera sesión del juicio de Atocha comenzó a las 10.30 horas y finalizó a las dos de la tarde. Desde primeras horas de la mañana, todavía cerradas las puertas del Palacio de Justicia madrileño, se formó una larga cola de personas, la mayor parte próximas a la ideología de las víctimas, aunque no faltaban algunas de extrema derecha, que pretendían asistir a la vista del juicio. Sólo unas 150 personas lograron entrar, dada la escasa capacidad de la sala. En los alrededores, fuertemente tomados por fuerzas de la Policía Nacional, se estacionaron algunos pequeños grupos de jóvenes ultraderechistas, que portaban en la solapa pegatinas con la leyenda «Amnistía para el caso Atocha».

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Fenández Cerrá: "Se encadenó todo y empezó el tiroteo"

(Viene de primera página.)Un grupo de estos jóvenes, que entró a la sala de audiencia, fue desalojado de la misma durante un descanso del juicio, tras provocar ostensiblemente a los dirigentes de Comisiones Obreras Marcelino Camacho y Nicolás Sartorius, y al dirigente del PCE Simón Sánchez Montero, que presenciaban el juicio.

Compuesto por el presidente y cuatro magistrados, el tribunal que juzga el caso de Atocha dio la orden de que los procesados fueran conducidos desde los calabozos del palacio de Justicia al banquillo poco después de las 10.30, cuando la sala estaba ya constituida y el público llenaba la sala de audiencia.

En estrados, aparte de los abogados defensores, los de la acusación particular y el ministerio fiscal, habían numerosos abogados y, en representación de la abogacía española, dado que esta era la profesión de las víctimas, los decanos de los colegios de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Zaragoza.

Por la puerta que comunica la sala con los calabozos salieron esposados, vigilados por números de la Policía Nacional, José Fernández Cerrá, con traje gris claro; Carlos García Juliá, vestido más informalmente, con una cazadora, y Francisco Albaladejo, con traje oscuro a rayas. Los otros dos procesados: Leocadio Jiménez Caravaca y Gloria Herguedas (el primero con un abrigo beige, y la segunda, con un traje de chaqueta), subieron directamente al banquillo, dada su situación de libertad provisional.

Fernández Cerrá-Albaladejo: relación de amistad

El interrogatorio de Fernández Cerrá fue iniciado por el representante del ministerio fiscal, quien pide para él, en conclusiones provisionales, treinta años por terrorismo y tres por tenencia ¡lícita de armas. El ministerio fiscal comenzó el interrogatorio aludiendo a las relaciones personales existentes entre el procesado y Francisco Albaladejo. Fernández Cerrá responde que le unía a éste una relación de amistad y reconoce que el día de autos ocupaba el cargo de secretario del Sindicato Provincial de Transportes. Reconoce también el procesado que acudía a visitarle a su despacho, pero afirma que Albaladejo «ni le encargó misión alguna ni le pagó por ella». No obstante, el procesado admite la existencia de algunos préstamos, que no pasan de 25.000 pesetas. «Actualmente no debo nada a Albaladejo; se lo he pagado todo desde la cárcel», declara.

-Dónde solía usted ver a Albaladejo?, insiste el fiscal.

-En los locales del sindicato, situado en la plaza de Cristino,Martos, adonde acudía una o dos veces por semana.

-¿Desde cuándo tiene amistad con el procesado Carlos García Juliá?

-Desde hace seis años. Dónde se veían?

-En algún centro de Falange o en los locales de la Hermandad del Marinero.

-Y al procesado, ahora en rebeldía, Fernando Lerdo de Tejada, ¿dónde le conoció?

-Le conocí poco antes de dirigirnos al despacho de Atocha, cuando me lo presentó García Juliá.

Tras preguntarle sobre su relación con Gloria Herguedas, Leocadio Jiménez Caravaca y con el fallecido Simón Fernández Palacios (con la primera mantiene relaciones íntimas y confesó que piensa casarse cuando obtenga la separación legal de su mujer, y con los otros dos mantuvo larga amistad), el representante del ministerio fiscal dirigió su interrogatorio sobre el origen de las armas utilizadas en el atentado.

Fernández Cerrá admite que el día de autos llevaba una pistola marca FN Browing, nueve milímetros, Parabellum, que le entregó ese mismo día Carlos García Juliá, que fue la utilizada para disparar contra las víctimas.

-¿Y cómo llegó a sus manos la pistola del nueve corto que le fue iniervenida a usted el día 12 de marzo de 1977, al ser detenido en Almería?

-La encontré durante unos funerales por unos policías asesinados celebrados en la Academia General de Canillas. Tropecé con algo en el suelo y me encontré que era una pistola, que estaba con su correspondiente funda.

"Navarro, único móvil"

Durante todo el interrogatorio del fiscal, Fernández Cerrá afirma que el único móvil de acudir al piso de la calle de Atocha fue ir en busca de Joaquín Navarro, «jefe de los piquetes que secundaban la huelga del transporte privado de viajeros», según dijo.

-¿Le encargó Albaladejo de esta misión?

-No.

-¿Usted se da cuenta de que lo que afirma ahora es distinto de lo que declaró en el sumarlo?

-Bueno, en el ambiente próximo al sindicato se afirinó varias veces que este elernento (Navarro) merecía que se le diesen dos palos.

-¿Usted conocía el domicilio de Navarro?

-No.

-Sin embargo, fue antes a la avenida de Daroca a buscarle, en su domicilio.

-Era una dirección simulada que me dieron algunos del transporte. Acudí allí con García Juliá, pero sin «ninguna premeditación ni fin concreto».

El ministerio fiscal procedió a continuación a interrogar al procesado sobre la noche de autos. Insiste Fernández Cerrá en que el piso de Atocha, 55, fue siempre para él «un local del PCE y nunca un despacho de abogados». Señala que la tarde del 24 de enero se citó con Carlos García Juliá en la cafetería Nilo, próxima a los locales del sindicato, y que en ese momento García Jullá le entregó una pistola con dos cargadores de munición. Con García Juliá se encontraba Fernando Lerdo de Tejada, a quien Fernández Cerrá, según dijo, «no conocía de nada».

Pasadas las diez de la noche llegaron andando al portal de la calle de Atocha y subieron también andando al tercer piso, donde se encontraba el despacho, ya que el ascensor estaba estropeado. Aguardaron unos minutos unos escalones más arriba, ya que en ese momento salían algunas personas del despacho, y acto seguido llamaron al timbre.

-¿Qué pasó a partir.de este momento?

-Salió un hombre a abrirnos. Fernando Lerdo de Tejada se quedó en la puerta. Entramos élarcía de Juliá y yo. En una sala estaban sentados unos cuantos. Yo les dije,que levantasen las manos. Mientras tanto, García Juliá se dirigió a las otras habitaciones. A García Juliá se le disparó un tiro al intentar romper un archivador. A la salida de la habitación, García Jullá tropezó con el quicio de la puerta, se le volvió a disparar la pistola y dio a una de las personas (seguramente, al auxiliar de despacho, Angel Rodríguez Leal). En ese momento todo el mundo se movió, y el que estaba más a la izquierda trató de sacar algo del bolsillo y, agachándose, trató de huir. Entonces empezó el tiroteo.

-¿Cuántas balas disparó?

-Diez balas.

Explicó más adelante Fernández Cerrá que, tras los hechos, se dirigieron los tres, él, García Juliá y Lerdo de Tejada, hacia la plaza de España, donde tenía aparcado el coche. Allí se despidieron y, posteriormente, Fernández Cerrá hizo vida normal en Madrid, hasta que el 3 de marzo decidió irse a descansar unos días a Almería. Reconoció que le dio dinero Albaladejo y más tarde le envió un giro a Almería, sin saber su intervención en el suceso.

"Tres años de reflexión"

A continuación inició su turno de interrrogatorio la acusación particular, en representación de los heridos y de los familiares de las víctimas, a cargo de los abogados Jaime Miralles, Cristina Almeida, Jaime Sartorius, José Bono, José María Mohedano, José Luis Núñez Casal, Antonio Rato y José María Stampa, este último en representación del Colegio de Abogados de Madrid, del que eran miembros los abogados asesinados.

El procesado dio parecidas respuestas a las preguntas que se le formularon sobre el móvil y circunstancias de las muertes, aunque los abogados de la acusación particular hacen ver al procesado la contradicción existente entre lo que afirma en el juicio y lo que declaró en su día ante la policía y el juez. Es más, el procesado añadió algo que nunca había declarado antes, y fue que antes de disparar contra los abogados, éstos les insultaron, llamándoles «fascistas» y «cerdos». Cuando el presidente del tribunal señaló que en ningún momento había declarado que hubo insultos, Fernández Cerrá manifestó: «Los momentos finales de los hechos los tenía como en blanco. Durante tres años he estado reflexionando cómo sucedió, y he llegado a esa conclusión. »

A preguntas de la abogada Cristina Almeida, Fernández Cerrá reconoció relacionarse también, aparte de con los procesados, con Mánuel Larrubia. Respecto a Lerdo de Tejada dudó en esta ocasión sobre el momento que le conoció, admitiendo que pudo ser cuando fueron también él, García Jullá y, quizá, Lerdo de Tejada a la avenida de Daroca a buscar a Joaquín Navarro. También reconoce que la dirección del despacho de Atocha pudo dáesela Albaladejo, pero in directamente en una conversación mantenida con varias personas. Cuando Cristina Almeida le pregunta si le parece que se puede calificar de tontería, como él afirma, una acción en la que se utilizan tres pistolas, Fernández Cerrá contesta: «Es que íbamos a un local del PCE.»

-¿Por qué, si como usted dice iban a por Navarro, produjeron la masacre?

-Se encadenó todo. Vino todo encadenado tras el disparo que se le escapó a García Juliá.

En otro momento, Fernández Cerrá reconoció que le gustaban mucho las armas, lo mismo que a sus compañeros de banquillo, pero que nunca entró en sus cálculos utilizarlas hasta el preciso momento de los hechos, con la finalidad de hacer frente al desmoronamiento de España.

A preguntas de su defensor, Rafael González-Frías, el procesado Fernández Cerrá manifestó que la pistola que llevaba fue encañonada a unos metros de distancia. Le preguntó también si conocía de antemano a las víctimas, a lo que respondió negativamente. Finalmente le hizo esta pregunta: ¿La acción que usted realizó podría contribuir a que España viviese en paz desde su punto de vista patriótico9

-Sí, respondió Fernández Cerrá.

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