Don Ricardo resucitó el cantón
Don Ricardo de la Cierva ha resucitado el cantón de Cartagena por la vía del baloncesto. Don Ricardo, que se ha tomado muy en serio el Ministerio del Deporte y la Cultura, nos sorprendió, en el fin de semana, con la petición de que la previsible superfinal del basket se celebrara en Cartagena. No será posible darle gusto porque el Estudiantes ha imposibilitado el montaje del encuentro, pero don Ricardo ha entrado ya en su fascículo de la historia del deporte por su ¡Viva Cartagena!
Los ministros del Deporte han querido dejar todos su impronta y lo han conseguido. Utrera Molina quiso una España alegre y faldicorta que era tanto como anatematizar los pololos que usaban las chicas en las canchas deportivas. Pepe Solís quiso para sus hijos menos latín y más deporte. Clavero dejó en herencia, para Málaga, una sede del Mundial-82 y para todos los españoles un partido televisado por decreto. Don Ricardo de la Cierva quiso regalar a Cartagena la superfinal de baloncesto y para ello se molestó en solicitarlo a la Federación Española de Baloncesto, en la que manda su amigo Raimundo Saporta. Don Ricardo quiso apuntarse con ello un buen tanto electoralista, dado que es Murcia su de marcación ucedista. Varias ciudades se disputaban la superfinal entre el Madrid y el Barcelona. Algunas de ellas ofrecían incentivos económicos de notable importancia. Don Ricardo, que para esto es más idealista, no se lo pensó dos veces y quiso ejercer su influencia para llevar a Cartagena tan respetable espectáculo. En la Federación respiraron profundamente, el domingo al mediodía, cuando acabaron los partidos de Pozuelo y de la calle de Serrano. La satisfacción fue doble De un lado, se había proclamado campeón el Madrid, y de otro, se evitaron el tener que consensuarse con el ministro. Al ministro le ha salido tan mal la gestión, por culpa del Estudiantes, que, en lugar de ver en Cartagena la pancarta de God save the minister, se encontrará con un telegrama de respuesta con el shave de la primera edición de Mister Witt en el cantón, o sea, con el Dios afeite al ministro. La desilusión no ha sido sólo para el ministro y los cartageneros, a quienes hubiera hecho ilusión tener a los grandes del baloncesto en su ciudad jugándose el título de Liga. La desilusión ha debido ser grande en Can Barça. A Núñez le está saliendo mal todo en esta década. De un Barcelona campeón de la Recopa, hemos pasado a un equipo mediocre, al que no hay manera de poner en lugares honoríficos. De un Barcelona casi campeón de baloncesto, nos hemos quedado con un equipo que ni siquiera ha podido disputar el desempate. Y no sólo es eso lo malo. Al Barcelona, por culpa de Núñez lo están tomando a chacota en muchos campos. Esta consiguiendo para su club un descrédito impensable. En el Barça, ahora, cualquier revés se resuelve con una cortina de humo y con un mal modo. El domingo, en el Magariños, el entrenador azulgrana, Sanjuán, se negó a estrechar la mano de su vencedor, Codina. Y, encima, según aseguró este último, le insultó. Ya no queda ni el fair play. El Estudiantes hizo lo que era su obligación, intentar ganar. Lo mismo intenta todos los anos frente al Madrid, y no lo consigue. Pero eso sí, la joven hinchada estudiantil nunca pierde el humor. A todo lo más que llegaba hace unos años era a llamarle pecho lobo a Emiliano, a gritar que «al 13 (Luyk) no le crece» y a llamarle a Ferrándiz Pizarrín, el enano saltarín. Pero todo entraba en la obra y Ferrandíz hasta se adelantaba a la salida de sus jugadores para intentar dejar afónico al orfeón antes del inicio.El Barcelona hizo con Ferrándíz un eslogan que ha sido como su maldición: Som y serem y al Ferrándíz no el volem. No quisieron entonces a Ferrandíz y cuando lo necesitaron les volvió la espalda. Ferrándíz sería la única solución para ese equipo de baloncesto al que siempre le faltan cuatro pesetas para el duro.
El Barcelona no le ha perdonado todavía al Cotonificio de Badalona el que le quitara una Liga. El Estudiantes acaparará ahora las iras de Núñez y los suyos. Por no saber perder, que es lo peor.
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