Reposición de "Jugar con fuego"
La figura de Barbieri, fundamental en el desarrollo de la música y la musicología de España, es bastante mal conocida, pues si gran parte de sus investigaciones permanecen inéditas, pocas veces se representan sus zarzuelas. De cuando en cuando Pan y toros y El Barberillo y, mucho menos, Jugar con fuego, primera de las piezas compuestas sobre libro de Ventura de la Vega. En la ideología y hasta en la biografía de Barbieri se entrecruza lo italiano (por lejana herencia y por vigencia ambiental) y lo español castizo a partir del mundo tonadillero: una hija de Laserna amadrinó a Francisco Asenjo y, en los comienzos de su vida, vivió en el Teatro de la Cruz, dirigido entonces por José Barbieri, abuelo del compositor. Es curioso, en una obra como Jugar con fuego la estrecha melange de los distintos componentes, ya que puede Barbieri trazar un espléndido coro, de perfecto corte donizzettiano pero sobre temática claramente castiza. En otros casos -romanza de tenor, aria de soprano- la musa italiana domina el «pensiero» y el hacer de Barbieri. El músico y el libretista debieron divertirse de lo lindo al trabajar sobre un argumento como el de Jugar con fuego, tomado del extranjero, como tantas veces hiciera De la Vega, pero asimilado y convertido en algo propio. Después de todos los enredos, la solución del tercer acto con la escena en el manicomio no deja de ser un feliz disparate. Más si en el teatro «todo es convencional» -como insistía el protagonista de El dúo de la Africana- en el teatro lírico es dos o tres veces convencional. Acaso resida en esto parte de su encanto.Lo que no era convencional sino de muy buena ley era el instinto musical de Barbieri, muy superior al de sus contemporáneos. Revisar esta zarzuela de 1951, con la dignidad que lo ha hecho el Teatro de La Zarzuela, supone doble acierto: como acto de justicia y como documento de información. Hasta los pocos que hoy se saben con detalle el Cancionero de Palacio, que editara Barbieri, precisan del conocimiento de esta otra cara del fabuloso personaje, uno de esos grandes liberales españoles que batieron el cobre para acercar nuestro vivir musical a Europa, de la que tan lejanos estábamos. En cuanto a Vega (constante traductor y adaptador de los Hugo, Scribe, Delavigne, Duval, impulsado por su amigo Grimaldi), también lanzó su academicismo radical, aprendido con Lista y Hermosilla, con Quintana y Gallego, hacia matices popularistas que en su hijo, Ricardo de la Vega, se harán cima y modelo en La verbena de la Paloma. El patilludo don Ventura y el animoso Barbieri, de cuyo saber se beneficiara Menéndez y Pelayo, colaboraron en varias ocasiones: El diablo predicador, Jugar con fuego, El marqués de Caravaca, Un tesoro escondido, Don Quijote de la Mancha. Más el triunfo grande fue Jugar con fuego, para cantar la cual se precisan buenas voces: las de Josefina Meneses y Ricardo Jiménez, de Martín Grijalba y Mario Ferrer, dieron la tónica suficiente y, por momentos, brillante, dentro de un conjunto bien entonado (muy bien los Castejón y la Font) obediente a la rigurosa dirección musical de Moreno Buendía. Convencional y lucida la presentación (escenarios, figurines, composiciones «goyescas») y ágilmente eficaz la dirección escénica de Luis Balaguer, enriquecida por la aportación de «ballet» y «coro» titular (Lorca y Perera). Pablo Gago (decorados) y Matoya del Real (asesoría de vestuario), saludaron con todos los intérpretes y directores al final de una representación acogida con largos aplausos.
Teatro de La Zarzuela
Jugar con fuego, de V. de la Vega y F. A. Barbieri. Intérpretes: J. Meneses, A. Foni, R. Jiménez, M. Grijalba, M. Ferrer, R. y J. Castejón. Coro dirigido por José Perera. Ballet dirigido por A. Lorca. Dirección escénica: L. Balaguer. Dirección musical: M. Moreno Buendía 8 / febrero.
Babelia
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