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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Celibato

Está ya aireándose en los medios de opinión pública la conveniencia del «sacerdote casado» dentro de la Iglesia católica. Respecto a ello, nosotros -hijos del carisma penitencial de Francisco y Clara de Asis- nos pronunciamos así:1. Dios hace al hombre a su «imagen y semejanza» y los hace «varón y hembra», es decir ninguno de los dos por separado, y menos en enemistad, darán la «imagen de Dios».

2. La Iglesia, como primera depositarla de la obra creadora, redentora y santificadora de Dios, y, abierta al servicio y cooperación de todos, cumple la difícil, lenta y gozosa tarea de ir dando forma y contenido a los planes divinos y aun humanos. Así, en su parte «oficial», ya en la primitiva Iglesia apostólica se llevaba esta acción eclesial a hombros de «varones» o «Mujeres» en virginidad y castidad total consagradas, pero también por parejas de «varón y hembra» unidos en amor. Hoy diríamos que ya se elaban, desde un principio. los «sacerdotes célibes» y los «sacerdotes casados», abundando los segundos.

3. Por la dureza de los tiempos, y más por tradiciones y necesidad humana (en mentalidades «rígidas». «uniformistas», «oficiales» y en los egoísmos del corazón) que con base en la tradición auténtica, se ha ido manteniendo hasta nuestros días como «exclusiva y excluyente» para todo clérigo o sacerdote católico «romano» la profesión oficial celibataria, que como norma canónica entró ya muy tarde en la Iglesia. Con ella es sabido que se excluye a la pareja en amor del oficio sacerdotal.

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4. Es precisamente ahora cuando la Iglesia ha de saber ir muriendo a exclusivismos y tradiciones bastante humanas, dando respuesta personal e institucionada a querencias profundas y necesidades de los hombres, manifestadas en los signos de los tiempos y nunca en contradicción con la obra creadora y redentora de Dios.

5. Nosotros, por nuestra parte, aceptamos interpretaciones mejores y toda aportación beneficiosa a los puntos que anteceden, pero nos mantenemos firmes en su conjunto y en «el espíritu que hay en ellos»; es decir, nos pronunciamos y comprometemos para que la Iglesia jerárquica vaya dando ya cabida oficial dentro del sacerdocio ministerial a la pareja (varón y hembra) en amor prometido o sacramental, pasando a ser así como la imagen y modelo y realidad mismos de Dios entre nosotros, para la edificaiión de su Iglesia en sociedad.

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