El furrielazo
No sé si ha ido quedando clara y completa en esta columna, mediante alusiones y alusiones, una teoría del furrielazo, teoría que mi amiga la pasota tiene muy clara. Yo, no tanto.El furrielazo es, me parece, algo así como el rabotazo último o primero de la infrahistoria, la rebelión de quienes sólo existen en la disciplina, el disciplinazo que nos infligen quienes ven rebeliones por todas partes. La Historia de España habla de motines, pronunciamientos y asonadas, por lo que se refiere al siglo XIX. Todo este jaleo belicoso está entre el levantamiento preconstitucional y gaditano del pueblo armado, y el simple furrielazo. El furrielazo, que no necesariamente tiene connotaciones marciales, puede ser incluso un furrielazo ideológico, ni siquiera conminatorio, y supone un descenso subitáneo y general del nivel histórico, una caída en valores de tercer orden, en órdenes dadas por tercero.
-¿Y anda hoy mucho furrielazo?- salta el parado, que va a pasarse la década bajo la placa de Santa Engracia- Bastantes años he soportado al piloto- dice.
-Pero la placa sigue poniendo García Morato.
-Su amigo Tierno la cambia en cuanto le quiten el parche.
-Pues furrielazo, lo que se dice furrielazo, anda algo por Madrid- le informo.
Cuando el Barrio de Maravillas transforma su fisonomía a golpe de cadenas, haciendo pedazos la prosa de Rosa Chacel, cuando los quioscos de prensa vuelan en la noche con las alas en cuatricromía de Interviu, llena de bellas y de prosa, cuando José Meliá explica las últimas conspiraciones de café y el Watergate de TVE, mediante la ausencia de explicaciones, puede hablarse de furrielazo en la vida nacional, porque los furrieles de la Historia, de la cultura, de la información nos tienen rodeados.
Oira cosa es el levantamiento militar, liberal o totalitario, otra cosa es una revolución de generales. Pero lo que a veces -ay- asola España, es la algarada de los furrieles, un españolismo de tercer orden, elemental y como taurino, una consigna venida desde muy abajo, desde los pesebres ideológicos de los pequeños galeotes de la Epica. Furrielazo moral, furrielazo /zurriagazo, revuelta de sacristanes y mozos de cuadra. Todo lo que la disciplina, en su verticalidad bizarra y dandy, no puede tolerar, porque, incluso en la cuadra, el intelectual es el caballo y no el mozo. La velocidad del caballo es su forma de inteligencia, y por eso no puede tolerarse el imperio de la lentitud, el retardo mental que supone el furrielazo. En eso estamos.
Me llama Paco Ordéiñez, muy de mañana, y hablamos de cosas. He ahí un hombre que hace sonetos (mal medidos, amor) y hace informes fiscales sobre TVE, muy bien medidos. Me llama Alvaro Pombo:
-Quisiera verme con usted, si usted no está muy ocupado, porque últimamente le encuentro a usted triste y pesimista en sus artículos.
-Es el furrielazo, señor Pombo.
Me llaman de mi querido perió,dico El Norte de Castilla, de Valladolid, para dar allí una conferencia en los 125 años del diario. Sobre El Norte, primera fascinación tipográfica de mi primera infancia, cayó un día, como sobre toda la tipografla liberal de España, un largo furrielazo de muchos años. Me llama Carmen Diez de Rivera:
-Que tengo mucho dolor de cabeza. Debe de ser la niebla.
-Es el furrielazo, Carmen.
Salvador Jiménez ha estado en Canarias y dice que incluso allí había niebla. Hasta Canarias llega el furrielazo, o de Canarias nos viene. Carlos Luis Alvarez me cuenta las agonías de su periódico. El furrielazo de los gerentes (también entre los gerentes hay furríeles) ha estado a punto de abolir uno de los diarios más entrañables de Madrid. La gente se inventa fantasías de generales. A mí me preocupan más los furrieles.
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