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Veintiún nuevos muertos en El Salvador en choques armados

La jornada del domingo en El Salvador contribuyó a aumentar la ya copiosa lista de muertos de la semana, sin duda, una de las más sangrientas que ha vivido este pequeño y superpoblado país en la presente época de crisis. Otras veintiuna personas perdieron la vida en un enfrentamiento producido en las cercanías de Coatepeque, población situada a unos sesenta kilómetros al noroeste de la capital.

Diecisiete de las víctimas pertenecían, según fuentes oficiales, a las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí, consideradas el brazo armado del Bloque Popular Revolucionario, otras dos eran transeúntes que se vieron sorprendidos por el fuego cruzado, y las dos restantes, miembros de las fuerzas armadas.

Según el comunicado del Ejército, las FPL ocuparon Coatepeque durante la mañana, hicieron un llamamiento a la insurrección popular y enseñaron a la población el manejo de armas. Avisada la brigada de infantería de Santa Ana, se enviaron refuerzos a la ciudad ocupada. El Ejército interceptó a los guerrilleros a la salida de Coatepeque, y allí mismo se produjo el combate.

Estos hechos se conocieron en San Salvador a mediodía del domingo. La atención de la mañana se había concentrado en la homilía dominical del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, que retrasó hasta ayer su proyectado viaje a Roma y Lovaina, para tomar contacto con su feligresía y comentar los trágicos sucesos de la semana. Monseñor Romero empleó en esta ocasión un tono más moderado que en otras oportunidades de tensión menos grave. Hubo, sí, acusaciones a la derecha, a la oligarquía y admoniciones al Ejército, «que no debe dejarse sobornar» y que «no debe servir a unos pocos». El resto del mensaje episcopal estuvo teñido de alusiones bíblicas.

Es posible que haya pesado en la consideración del prelado el próximo viaje a Roma y la más que probable entrevista con el Papa y el argumento, manejado incluso por diplomáticos norteamericanos, de que monseñor Romero ha demostrado «ser comunista», al no expresar su apoyo al Partido Demócrata Cristiano, presente de forma mayoritaria en el Gobierno y la Junta.

La Iglesia salvadoreña, salvo casos muy aislados, se ha manifestado siempre del lado de los pobres, los oprimidos y los perseguidos del país.

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