La cuestión afgana divide a los comunistas marroquíes
El apoyo del Partido Comunista marroquí a la invasión soviética de Afganistán y sus críticas veladas al rey Hassan II, promotor de la Conferencia Islámica de Pakistán, parecen abrir una brecha en el comunismo de este país, que aparece hoy desgarrado entre la fidelidad al Kremlin y el nacionalismo que le abrió las puertas del palacio real de Marrakech.Aunque velada e indirectamente, porque la Constitución de Marruecos prohibe las críticas al jefe del Estado, las recientes posturas del Partido Comunista marroquí no dejan lugar a dudas de su pro fundo desagrado ante los esfuerzos llevados a cabo por Marruecos para lograr que se concretase la Conferencia Islámica de Ministros del Exterior, que se inaugura el próximo día 26 en Islamabad. El principal objetivo de esa conferencia, según el diario del Partido Comunista marroquí Al Bayane, es «condenar a la Unión Soviética».
El diario iba más lejos aún y afirmaba que no pueden dejarse de asociar la conferencia y los objetivos perseguidos actualmente por «el imperialismo», y que los que asistan a Islamabad, «corren por lo menos el riesgo de unirse a las maniobras imperialistas, antislámicas y antiárabes».
Esta actitud es interpretada en Rabat como el reflejo del endurecimiento global de Moscú en política exterior, que se manifiesta a través de los partidos comunistas, preferentemente, y -según se cree aquí- de la actitud ambigua y el viraje de los eurocomunistas con respecto a Afganistán, que les ha acercado de nuevo a Moscú.
En Marruecos estas especulaciones coinciden con un creciente militantismo comunista. Bien es verdad que éste parece también motivado por el avance socialista en el terreno sindical y el de las organizaciones más radicales, como el 23 de Marzo en las universidades.
Incluso la URSS parece criticar hoy abiertamente al comunismo marroquí, cuyos escasos progresos en los últimos años han llevado a Moscú a un mayor acercamiento con los socialistas.
La perspectiva de una solución política al conflicto del Sahara, de la que se habla insistentemente en Rabat, favorecería las tendencias más radicales, tanto de comunistas como de la oposición en general, una vez eliminado el principal motivo de cooperación con el poder.
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