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Cuatro policías municipales se niegan a intervenir en el atraco a una tienda

Tres atracadores con edades comprendidas entre los dieciséis y los veinte años lograron apoderarse de 20.000 pesetas en una boutique de la madrileña calle de Velázquez, sin que intervinieran varios agentes municipales que se encontraban próximos. A la denuncia de una de las propietarias de que estaban asaltando su tienda, los policías municipales se limitaron a contestar que eso era cosa del 091.

Una de las propietarias del establecimiento, que consiguió escapar por una puerta trasera, describe así lo sucedido: «Denuncié personalmente el asalto a los agentes de la Policía Municipal que encontré en la sede de la junta de distrito de Buenavista, situada junto a la boutique, y se me respondió que eso era cosa del 091. Unos segundos después, repetí la denuncia a dos municipales motorizados que se acercaban al edificio y me contestaron lo mismo. Dos coches-patrulla del 091 llegaron medio minuto después de que los atracadores hubieran huido: ignoro si fueron reclamados por los municipales o por dos empleadas que llegaron hasta un teléfono interior de la boutique.»

Poco antes de la 1.30 de la tarde del viernes, día 18, tres jóvenes, dos rubios y uno moreno, los tres ataviados con pantalones vaqueros y cazadoras azules en distintos tonos, pretendieron entrar en un comercio de electrodomésticos contiguo a la boutique Rivas. No pudieron hacerlo, porque uno de los empleados les advirtió que estaban cerrando. En aquellas fechas, los industriales y comerciantes de la zona tenían una cierta psicosis de robo, seguramente motivada por las referencias a atracos o expolios a varios colegas de la zona.

A la 1.30 en punto permanecían en la boutique Rivas unas quince personas: cinco vendedoras, contando a una de las dueñas: nueve o diez clientas, una de ellas embarazada, y un niño. Entraron tres jóvenes que vestían conjuntos azules, «tenían el aspecto común a los chicos de barrio». El chico moreno se adelantó, el segundo se detuvo en mitad de la tienda y el tercero se quedó junto a la puerta. El primero de ellos abrió la conversación con una pregunta tópica: «¿Venden solamente ropa de mujer?», y casi inmediatamente cambió un poco el tono de voz y dijo: «Venga, pasen todos al fondo, ¿dónde está el dinero?, esto es un atraco»; al mismo tiempo mostraba un punzón a la concurrencia. Como era de esperar, se produjo un movimiento de miedo entre los presentes, que se apresuraron a obedecer. Una de las clientas, precisamente la embarazada, tuvo síntomas de mareo. Con mucha calma, uno de los atracadores le sugirió que utilizase una de las sillas.

La confusión del momento permitió ganar tiempo a dos empleadas, que consiguieron llegar a hurtadillas hasta el teléfono del piso superior y marcar el 091, y a una de las dueñas, que logró salir a la calle por la puerta posterior. Una vez fuera, «pensé de pronto que la junta de distrito del barrio de Salamanca está muy próxima, así que me encaminé hacia ella: había varios agentes de la Policía Municipal a la puerta. Inmediatamente les conté lo que ocurría y les dije que estaban en disposición de evitarlo, uno de ellos me contestó que eso era cosa del 091, y propuso a un compañero que marcase ese número. Yo creo que les hice alguna reflexión sobre el, hecho de que ellos portaban armas y, por tanto, estaban en disposición de aprehender a los asaltantes. En ese momento, y sin haber conseguido nada, vi que se acercaban otros dos agentes motorizados de la Policía Municipal: les hice la misma denuncia y obtuve la misma respuesta: que eso era cosa del 091. Después de eso ya no supe qué hacer».

Los asaltantes sí supieron. Se apoderaron de las 20.000 pesetas recaudadas durante la mañana, abrieron un bolso depositado momentáneamente sobre una mesa, tomaron el monedero y, por fin, cargaron con un chaquetón que se había quitado una clienta. Se lo llevaron todo sin alterar su imagen tranquila.

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Treinta segundos después, llegaron dos coches-patrulla afectos al 091. Hasta hoy no se tienen noticias de los atracadores.

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