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La decisión de Pekín no sorprendió a Moscú

No ha sido una sorpresa aquí, en Moscú, el anuncio de Pekín de suspender las negociaciones que desde septiembre se llevaban a cabo entre los chinos y los soviéticos para relanzar y normalizar las relaciones entre ambos países. En el pasado mes de abril, los chinos habían denunciado el tratado de amistad y cooperación que les vinculaba a la URSS. Posteriormente, en septiembre se habían iniciado en Moscú unas conversaciones que estaban en los prolegómenos y que debían continuarse en Pekín. Ahora, después de los acontecimientos de Afganistán, vuelven a interrumpirse, y según parece por tiempo indefinido.Por parte de la Unión Soviética no parece concederse mucha importancia a esta decisión adoptada por el Gobierno de Pekín. La política actual de los dirigentes soviéticos se ha endurecido y están dispuestos a hacer frente a cualquier tipo de consecuencias con tal de demostrar que el Kremlin mantiene unas posturas muy definidas y nada les va a obligar a cambiarlas.

Después de la denuncia china, en abril, del tratado de amistad, se iniciaron en Moscú, en el pasado mes de septiembre, unas conversaciones preliminares presididas por el viceministro chino Wan Yun Ping, que prácticamente fueron nulas, al no ponerse de acuerdo las dos partes en el planteamiento de la agenda de temas a tratar.

Bien es cierto que nadie esperaba una solución rápida a los problemas que tradicionalmente enfrentan a ambas potencias mundiales. El tratado de amistad y cooperación, firmado en 1949 entre Stalin y Mao, no dejaba de ser papel mojado ante los acontecimientos de los últimos veinte años, que una y otra vez enfrentaron a chinos y soviéticos. Hace once años, en 1969, Kosiguin intentó en un encuentro inesperado en el aeropuerto de la capital china con su homólogo Chu en Lai despejar las diferencias e iniciar una nueva etapa que no llegó a consolidarse. Los problemas fronterizos serían desde entonces la pesadilla de los soviéticos, que tenían que hacer frente físicamente a encuentros con soldados chinos para defender diversas regiones próximas al río Amur.

En el pasado año, las diferencias se han hecho más profundas. Las vinculaciones de los chinos con Estados Unidos, Japón y otros países occidentales han sido el caballo de batalla de los soviéticos, quienes arremetieron duramente contra Pekín por su intervención en Vietnam. En los últimos días, la participación soviética en Afganistán ha sido justificada en parte para que los chinos no se adelantasen y fueran los que, a través de Pakistán, controlasen esa zona estratégica de Asia. La ruptura de negociaciones es, pues, una consecuencia lógica de la política distinta que siguen ambos países, no supone nada nuevo ni agrava más la situación, deteriorada desde hace veinte años.

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