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La Armada rindió homenaje a AIfonso XIII a la llegada de sus restos a Cartagena

A las 8.15 horas de ayer, el arcón que contenía los restos del rey don Alfonso XIII era izado por un pelotón de marinería desde la cubierta del patrullero ligero Javier Quiroga hasta el armón situado en el muelle de Levante del arsenal militar de Cartagena. Comenzaba así la última fase de la operación montada para dar cumplimiento a la voluntad testamentaria del monarca. Han transcurrido casi 41 años desde que don Alfonso XIII redactase su testamento, en julio de 1939, y 39 desde que falleciera en Roma, donde han reposado sus restos.La ceremonia del Arsenal, de carácter estrictamente militar, discurrió con una precisión milimetrada, en un ambiente de emoción, rigurosa, solemne y llana a un tiempo. A las 7.50, aún de noche, llegó al muelle don Juan de Borbón, que vestía uniforme de almirante, acompañado por el jefe de Estado Mayor de la Armada, almirante Luis Arévalo. Los recibió el capitán general de la zona marítima del Mediterráneo, almirante Muñoz Delgado. A esa hora ya se encontraba en el Arsenal el jefe del mando aerotáctico y de la II Región Aérea, teniente general Querol Muller, y el resto de las autoridades civiles y eclesiásticas.

Poco después de las seis de la mañana, la fragata Príncipe de Asturias atracó en el muelle de Combustibles. Había zarpado el jueves del puerto romano de Civitavecchia, escoltada por el Almirante Valdés. Sobre las 7.45, el Javier Quiroga se abarlobó junto a la fragata y el féretro fue trasladado a su cubierta.

A las 8.12, se dio pista a la lancha desde el Arsenal, tres minutos después atracó y se inició el descenso del ataúd hasta el armón situado en el muelle.

Apenas había amanecido. El cornetín de órdenes punteó el comienzo del himno nacional y sonaron las salvas de honor, duplicadas por el eco entre los montículos que conforman el puerto. Don Juan de Borbón, adelantado y en solitario: inmediatamente detrás, las altas representaciones militares. La operación, a paso ceremonioso, se prolongó por unos minutos; en el rostro de don Juan se hicieron patentes con claridad gestos de emoción que trataba de contener mientras mantenía el saludo, ya sobre tierra española, al féretro de su padre.

Se rezaron unas breves oraciones y el cortejo fúnebre emprendió la marcha. Lo encabezaba el clero castrense. con cruz alzada; detrás, la compañía de marinería que arrastraba el armón, flanqueado por cinco almirantes y el gobernador militar de Murcia; inmediatamente después don Juan de Borbón, y tras él, autoridades y representaciones.

El cortejo recorrió el Arsenal y enfiló hacia la plaza de los Héroes de Cavile. Ante la puerta de salida varios cientos de personas se habían congregado Para contemplar la marcha de la comitiva. Se oyeron vivas a don Alfonso, a don Juan Carlos I y a las Fuerzas Armadas.

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En este final del trayecto, exactamente frente a la bocana del puerto, se rezó un breve responso. Las tropas desfilaron ante el armón y don Juan se despidió de las autoridades. A las 9.15 despegaba el helicóptero al que se había izado el féretro. Tras él, otro de, menores. proporciones en el que viajaba don Juan. En pocos segundos, los dos aparatos se perdieron sobrevolando el mar.

Cuarenta y nueve años antes, a bordo del crucero Príncipe Alfonso, que le condujo al exilio desde Cartagena a Marsella, el rey Alfonso XIII redactó un mensaje para la Marina española que terminaba así: «Al arriar mi pendón en la seguridad del deber cumplido, y para evitar derramamientos de sangre entre hermanos, os ruego que sigáis laborando con fe por nuestra Marina y sirviendo a la patria con el mismo entusiasmo con que lo habéis hecho en mi tiempo, y cuando, formadas las brigadas, gritéis "¡Viva España!", sabed que nunca os olvido y que mi corazón está con vosotros.»

Ayer, en Cartagena, la Armada respondió a aquel mensaje redactado en la mar el 15 de abril de 1931.

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