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Los jesuitas enjuician el fenómeno terrorista en Italia

Juan Arias

Los jesuitas italianos han tomado posición en el grave problema del terrorismo. Lo han hecho con una nota en la famosa revista de la compañía, Civiltá Cattolica, la cual reviste una importancia especial en el ámbito de las revistas jesuíticas por el hecho de que ha sido siempre considerada el portavoz oficioso en Italia del Vaticano y concretamente de la Secretaria de Estado. De hecho, su ex director Tucci, hoy director de Radio Vaticana, y el actual, Sorge, han sido siempre dos personajes que poseen hilo directo con las más altas autoridades de la Santa Sede.

La Civiltá Cattolica ha intervenido siempre en los momentos más cruciales de la vida política italiana, anticipando en los momentos de cambio cuáles eran los humores dentro del «Portone de bronce».Por eso, la nota que apareció ayer sobre el terrorismo, con una dura crítica a la Magistratura italiana, ha sido muy subrayada por los observadores. Según la revista jesuítica, el terrorismo en Italia ha prosperado por una serie de causas que analiza concretamente. «Algunos sectores de la Magistratura», afirman los jesuitas, «han sido demasiado ingenuos en poner en libertad a delincuentes comunes y políticos capturados por las fuerzas de policía o en declarar centros culturales lo que en realidad eran sólo centros de subversión.» Pero no sólo los jueces son acusados por los jesuitas. Lo son también los sindicatos y los medios de información.

Por lo que se refiere a los sindicatos, afirma Civiltá Cattolica que «no están exentas de responsabilidad las organizaciones sindicales, habiendo omitido -como ha afirmado el comunista Amendola- la denuncia rotunda de la violencia en las fábricas», y la prensa es acusada de haber caído con frecuencia en la trampa de «servir como caja de resonancia a los delirantes comunicados de los terroristas por el gusto de lo sensacional». Y final mente transmite el sentido de culpa a toda la comunidad, porque afirma: «El terrorismo ha podido desarrollarse porque todos, de algún modo encerrados en el propio egoísmo, en la propia indiferencia, lo hemos dejado prosperar con la caída de los valeres humanos, con la idolatría del dinero, de la mentalidad consumista y permisiva y con la ideología intocable de los derechos sin deberes, con el cultivo de un modelo de sociedad anclada en las nubes de las utopías en vez que en la realidad concreta del hombre.» La nota termina diciendo que por suerte el pueblo italiano se ha revelado por encima de todas las expectativas, que es un pueblo que quiere vivir en paz y libertad y no «a merced de grupos minoritarios decididos a todo, siempre dispuestos a apretar el gatillo y a lanzar bombas ».

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