Las dos caras de la revolución, frente a frente
En los medios políticos de Teherán circularon ayer rumores sobre la posibilidad de un aplazamiento de las elecciones presidenciales, previstas para el 25 de enero, según informa desde Teberán la agencia AFP. Estos rumores, cuyos orígenes no han podido ser determinados, no han sido confirmados por los estados mayores de principales candidatos en liza, pero tampoco han sido desmentidos por estos. Los dirigentes de estas fuerzas políticas se limitan a indicar que «de aquí al sábado estarán más claras las cosas».
Entre los candidatos con más posibilidades de llegar a las elecciones figuran ahora el hasta hace poco jefe de la Marina, almirante Sayed Ahmad Madani; el ministro de Finanzas, Abdul Hassan Banisadr; el doctor Daryush Foruhar (del Partido de la Nación Iraní); el ministro de Asuntos Exteriores, Sadeh Gotbzadegh; el viceministro de Agricultura, Reza Esfahani; el ex ministro de Salud Kazem Sami, y el ayatollah Jaljali, jefe de los tribunales revolucionarios.El ingeniero Mehdi Bazargan, jefe del Movimiento de Liberación, compañero de Mossadegh cuando la nacionalización del petróleo en 1953 y primer ministro designado por Jomeini al triunfar la revolución, no participará en los comicios. Abrumado por las acusaciones de connivencia con Estados Unidos que han dirigido los estudiantes «en la línea del imán» contra él y contra su antiguo viceprimer ministro, Amir Entezam (preso hoy y a disposición de los tribunales), ha retirado su canctidatura. El Partido Tudeh (comunista) ha anunciado que no presentará candidato y que votará, en cambio, al preferido por Jomeini.
De acuerdo con la lógica de los hechos hoy verificables, la elección tendría que dirimirse Finalmente entre Madani y Banisadr, en una gunda vuelta electoral. A menos que el imprevisible Jomeini indique otra cosa.
Madani ha presentado su candidatura con el virtual visto bueno de las fuerzas armadas, sector que, aunque decapitado en sus mandos tras el derrocamiento del antiguo régimen mantiene una importancia nacional indudable. Poseedoras de un armamento excepcionalmente sofisticado para la región, todavía con cuadros de alta calificación gracias al entrenamiento norteamericano, las fuerzas armadas iraníes siguen siendo imprescindibles para un Gobierno que enfrenta focos autonomistas y contrarrevolucionarios, además de estar amenazado con un bloqueo dispuesto unilateralmente por Estados Unidos (que, según ha declarado un portavoz del Consejo Revolucionario, será considerado por Irán como un casus belli).
Con el respaldo militar, Madani aspira también a la representación de una clase media -comercio y funcionariado civil, profesionales universitarios- que, sin vinculaciones demasiado escandalosas con el régimen del sha, pudo permanecer en el país sin ser cuestionada por lajusticia revolucionaria. Esa clase media, empero, modernizada y con hábitos occidentales, ve con reticencia el regresoal tradicionalismo y a la línea teocrática impuesta por Jomeini. Teme además -y quizá con razón- una profundización de los aspectos sociales del proceso revolucionario, que podría tener como próximo objetivo el status de la pequena y media burguesía. Para esos sectores, Madani sería un moderador de futuros «excesos».
Pero en medios políticos iraníes se asegura que será Benisadr quien logre finalmente la presidencia, debido al apoyo oculto de Jomeini. El joven ministro de Finanzas, un economista de formación francesa pero ostensiblemente identificado con la concepción islámica de la revolución, ha iniciado ya desdesu cargo la aplicación de puntos básicos en el programa del ayatollah: reforma agraria reforma fiscal, nacionalización del comercio exterior y democratización económica, a través de políticas crediticias, de empleo y de vivienda. A ello agrega una rigurosa ortodoxia en el enfrentamiento a Estados Unidos y en la moralización administrativa. «La moralidad otorgada a Irán por la revolución», dice en sus discursos electorales, «es la más urgente de las responsabilidades a atender.»
Para ese programa, de sentido popular y de anunciada regeneración de una sociedad descompuesta por las exacciones de la monarquía Pahlevi, Banisadr tiene, por otra parte, el apoyo de los estudiantes «en la línea del imán» y de los guardias revolucionarios.
Entre estos dos candidatos, o entre estas dos líneas (que en cierto modo son las dos caras de una revolución por ahora más política que social, más populista que socialista), se jugará posiblemente la elección presidencial del 25 de enero.
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