_
_
_
_
LOS CONCIERTOS DEL REAL

Obras de Villa-Rojo y Mareo

Hubo música española actual en los conciertos de las, dos orquestas. La Nacional puso en los atriles Angelus novus, el homenaje a Mahler escrito para la ONE por Tomás Marco en 1971. Se trata de una de las páginas sinfónicas más divulgadas entre las de su autor, y Antoni Ros Marbá supo extraer de ella todos los significados musicales, culturales y de mera belleza sonora que encierra, como preludio a la audición de La Canción de la Tierra, la más bella y definitiva fusión del «lied» y la sinfonía realizada por Mahler. Basados -como bien es sabido- en la adaptación alemana de poemas chinos, publicada por Hans Bethge y recreada no a partir de los textos originales, sino de versiones francesas, inglesas y alemanas, Mahler debió sentir ante los poemas la misma impresión que Bethge: «Bajo su tono lírico, sentí una ternura tocada de inquietud; el arte de las palabras ponía ante mis ojos mil imágenes esclarecedoras de la nostalgia y el misterio del ser.» Canto sobre el dolor de la Tierra pensó el compositor titular a su obra, pero la denominación cambió a la vez que se suavizaban los matices de tristeza. Estamos ante el Mahler último, en el que la síntesis del pasado y el «presentimiento del porvenir» se alían. Schäfer precisa esa síntesis: «utilización yuxtapuesta de tres formas fundamentales de orquestar, la polifónica, la homofónica y la constructiva-coloreada. Frente al futuro, es Helmut Storjohann quien, en 1952, nos avisa sobre procedimientos preschoenbergianos: la riqueza inventiva de Mahler utiliza para los nuevos temas, motivos propuestos por el mismo desarrollo musical. «No se trata de una serie de hallazgos melódicos, puestos a continuación unos de otros, sino de un tema de partida que entraña una serie de variados hallazgos de los que constituye la base bajo una u otra forma.» Esto y la aceptación de lo estrófico del poema -que señala Sopeña con acierto- puede darnos alguna explicación de lo que es esta inmensa e íntima confesión, con la voz humana en el centro para cantar, más que mundos orientales, el secreto y enigmático mundo mahleriano. Apenas la alusión a la escala pentatónica en algún momento nos acerca, más o menos convencionalmente, a los lejanos orígenes orientales de La Canción de la Tierra. (Entre paréntesis: me atrevo a aconsejar, como texto sobre Mahler, la obra de Kurt Blaukopf, publicada en alemán en 1969 y recientemente traducida al francés por Beatrice Berlowitz). Antoni Ros Marbá hace un Mahler espléndido y no es la primera vez que hemos de consignarlo. Contó para su magnífica versión con la colaboración de la contralto sueca Birgit Finila y el tenor Gordon Greer. Por voz, por estilo, por comprensión, por comunicatividad nos dieron una traducción ejemplar de La Canción de la Tierra, impostada en la flexible, encantatoria y narrativa exposición conseguida por Ros Marbá de la Orquesta Nacional.En la Sinfónica de RTVE, dirigida por García Asensio, Jesús Villa Rojo nos dio a conocer Rupturas, compuesta hace cuatro anos por encargo de la Fundación March y no estrenada hasta ahora. Página firme y claramente estructurada, por la inteligencia de la planificación y la exactitud magistral de la escritura, evidenció todos sus valores: diversos juegos de contrastes, organización de timbres y frecuencias, suceder lineal con «rupturas» verticales de gran fuerza, unidad conceptual y de estilo. Una vez más, como apunta García del Busto, los diversos «parámetros» de la personalidad de Villa Rojo (compositor, intérprete, investigador) quedan reducidos a unidad a partir de proyectos seguros, coherentes: la expresividad musical dimana de un estructuralismo riguroso en el que se supervaloran la naturaleza y la técnica de los instrumentos. Versión clara la de García Asensio, que permitió enfrentarse sin dudas con el ser y el suceder de Rupturas.

Cho-Liang-Li, el joven violinista de Taiwan que lograra el Premio Reina Sofía, levantó oleadas de entusiasmo al interpretar el quinto concierto de Vieuxtemps con técnica infalible y poder expresivo fascinante. La obra, tocada de cierto eslavismo (no en vano el compositor ejerció la enseñanza en San Petersburgo) es bella e interesante, sobre todo si pensamos que es anterior al concierto de Tschaikowsky en diecisiete años.

Una vez más, orquesta y coro de RTVE, con la solista Adelaida Lecucina (ella y el guitarrista y compositor Brouwer son los últimos representantes de una larga familia musical), expusieron con máxima brillantez y concepto más ágil que tenso la cantata de Prokofiev Alexander Nevsky.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_