_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La llama sagrada

El deporte, que no sirve para nada, que no cría más que gastos, disgustos y tiempo perdido; que acarrea el despilfarro más irresponsable y más dañino de los dineros públicos, habría podido encontrar ahora una utilidad circunstancial. No es que yo piense ni deje de pensar que sea útil o tenga algún sentido castigar a Rusia; son los Estados occidentales los que, por lo visto, lo estiman así. Pues bien, desde el punto de vista de tal utilidad, Carter y los otros habían tenido ahora, al parecer, un instrumento de castigo pintiparado paría Rusia: hundirle los Juegos Olímpicos. Tal castigo habría sido, según los periódicos, de máxima eficacia política contra el Estado ruso y, a mi juicio, de mínimo daño o peligro para terceros. Pero no; si en aquel gran bochorno mundial de la olimpiada de Méjico ningún Estado supo hallar la ira, el valor y la dignidad para retirar sus colores después de la matanza oficial, menos parece que podamos esperar ahora una reacción diferente. Desde el momento en que enarbola banderas, el deporte participa del egoísmo sagrado y, al igual que el patriotismo, carece de vergüenza, de moral y de honor. La condición monstruosa de la institución del deporte se revela sin más en el singular privilegio que hace que los Estados occidentales hayan considerado ahora mismo preferible, como castigo contra Rusia, recortar las exportaciones de cereales antes que hundir los Juegos Olímpicos. ¿No es acaso monstruoso un privilegio capaz de hacer que a la opción de sacrificar una celebración deportiva se prefiera una forma de presión francamente criminal, como es la restricción en el suministro de cereales? Si los yanquis han considerado -al menos, en los tiempos de Kissinger y de Fordcomo posible casus belli una excesiva presión comercial sobre su olímpico bienestar y despilfarro por parte de los países petrolíferos y en respuesta a la inaudita complacencia americana con el feroz expansionismo israelí, ¿qué tendrían que pensar ahora las indigentes y hostigadas poblaciones rusas, primeras víctimas de la tiranía y la incompetencia comunistas, sobre la decisión occidental de castigar en sus carnes al, Estado que las desnutre (y precisamente para gastárselo en fuerzas de intervención), negándoles unos excedentes de cereal que revientan los silos de Estados Unidos, Australia y Canadá, antes que ofender directamente a ese Estado en la pompa y en la vanidad de unos Juegos Olímpicos que tan sólo redundan en provecho de su perpetuación?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_