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Reacciones contrarias al boicot olímpico

Francia, Bélgica, Holanda y España ya se han manifestado en contra de la propuesta de boicotear los Juegos Olímpicos de Moscú, que se celebrarán este verano. Los responsables deportivos de los países citados coinciden en señalar que deporte y política deben seguir caminos distintos.Rolf Paulus, embajador de la República Federal de Alemania ante la OTAN, fue el que propuso el boicot tras la intervención militar soviética en Afganistán. Hasta ahora nadie le ha apoyado abiertamente, al contrarío, todo son oposiciones y, entre ellas, la de Benito Castejón, que calificó como absurdo el boicot, «ya que sería contra el propio deporte»; añadió que el Comité Olímpico Español siempre ha mantenido la postura de separar la política del deporte.

El Comité Olímpico Belga estimó que el boicot a unos Juegos no correspondería a las autoridades políticas del país, sino a las deportivas. Van den Eede, secretario general, manifestó que el deporte no debe ser utilizado con fines políticos, y que para manifestar una oposición a la intervención soviética en Afganistán, «el Estado belga dispone de medios políticos para ello, como la convocatoria de su embajador en Moscú o la ruptura de relaciones».

El Comité Olímpico Holandés fue rotundo en sus apreciaciones: «Ningún argumento político, religioso o racial puede impedir la confrontación de deportistas a escala internacional. No se apoyará ningún tipo de boicot para los Juegos Olímpicos.»

Francia, por su parte, tampoco tiene intención de apoyar el boicot, según anunció Jean Pierre Soisson, ministro de Juventud y Deportes. Este país asistió a la reciente reunión que celebraron en Londres seis naciones para concertarse frente a la crisis abierta por los acontecimientos de Afganistán, y en ella Francia dejó claro que sus deportistas irían a Moscú. El único apoyo al boicot en Francia ha surgido de un grupo de intelectuales independientes que están en contra de que los Juegos se celebren en la Unión Soviética ya desde la primavera pasada; éstos se encuentran apoyados por disidentes soviéticos residentes en París. Otros disidentes, sin embargo, son partidarios de la presencia de extranjeros en Moscú, pues entienden que pueden contribuir a presionar para la liberación de detenidos políticos en la Unión Soviética.

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