Subnormales, no
A mediados de septiembre se presentó la solicitud de admisión como socio del Canoe NC de un minusválido psíquico -retrasado mental-, que reunía todas las condiciones requeridas por el club: aval de dos socios, pago de la correspondiente cuota de inscripción, dos fotografías y, naturalmente, buena conducta.El aspirante a socio es presentado, el mismo día de su ingreso, al encargado de la sección de ping-pong -que le acoge con amabilidad y afecto- y a algunos muchachos que juegan habitualmente al deporte en el que él és un excelente jugador. A partir de entonces, durante tres meses, acude con regularidad a practicar el ping-pong, sin que se detecte problema alguno de adaptación ni de convivencia en sus actividades en el club.
El día 29 de noviembre recibo una llamada para que acuda a hablar con el secretario general del Canoe NC. Lo hago en mi calidad de tutora legal del incapaz y ante mi asombro escucho que «se han recibido reclamaciones, por parte de algunos socios, por la presencia de esta persona». Y se me aclara: «Tiene actitudes como si... fuera subnormal.» Contesto, categórica, que lo es, que jamás lo hemos ocultado, que es una persona perfectamente adaptada en sus relaciones sociales y que nunca ha tenido problemas de aceptación entre personas «normales». No hay quejas concretas: es, simplemente, distinto, y llama la atención. Llama la atención porque, a sus 36 años, es afectuoso, espontáneo, entusiasta en el juego y de una bondad que se sale del tipo común de hombre de su edad, quizá del tipo de alguno de los padres que han protestado y que temen que sus hijos noten la diferencia entre ellos mismos y un ser sin malicia.
El secretario defiende el derecho de sus consocios a no ser «contaminados» por la subnormalidad. Le ruego entonces que me facilite los nombres de las personas que se han quejado. Se niega. Le explico que quizá yo podría hablar con ellos y hacerles reflexionar sobre lo positivo que puede resultar la convivencia de sus hijos con una persona dísminuida. Lo mucho de educativo que puede haber en explicar a muchachos de diez, doce o catorce años que hay personas co mo mi hermano que son distintas, que necesitan afecto, respeto y ayuda, y que ellos, jugando al ping-pong, pueden proporcionársela.
¿Van a permítir los socios del Canoe NC que una persona indefensa, ílusionada y felíz con el carné de socio en el bolsillo -que, por cierto, le ha sido ya retirado- vea negado el acceso a un lugar en el que se siente uno más, disfruta y recibe tanto bienestar? ¿Van a consentir que un ser humano que no ha hecho daño alguno sufra, sin entender por qué, una discriminación indigna? Espero que no; Pero, si lo llegaran a hacer, les sugiero que, a la entrada del Canoe NC sitúen, al igual que se hace con ciertos animales en establecimientos públicos, un cartel con la palabra subnormales y un aspa roja que la cruce.
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