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La liberación de Javier Rupérez

Rupérez pidió a Suarez medidas de gracia para los presos vascos

En los días anteriores a su liberación, Javier Rupérez, secuestrado por ETA (p-m) el pasado 11 de noviembre, dirigió a Adolfo Suárez una carta manuscrita -que hoy reproduce íntegramente el semanario vasco Ere-, en la que le recomendaba la adopción de medidas de gracia para los presos vascos y su intervención personal, para posibilitar una negociación de las condiciones exigidas para su puesta en libertad.«Nunca hubiera querido tener que dirigirte esta carta, que va dirigida al presidente, pero sobre todo al amigo. Nunca hubiera querido hacerlo porque en ella van muchas cosas, entre ellas mi propia vida.» Así se inicia el manuscrito -que consta de cinco holandesas-, en el que Javier Rupérez advierte a continuación al presidente Suárez que va a incluir en el texto «conceptos que aspiran», dice, «a introducir en tu ánimo reflexiones y algún ligero cambio de óptica. »

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Al considerar las diferentes apreciaciones que tienen sobre el tema de la amnistía el Gobierno y ETA (p-m), Javier Rupérez afirma que ello no puede hacerle olvidar la subsistencia del tema «que hoy pasa», afirma, «por la adopción progresiva de medidas de gracia (llámeselas como se quiera) para con aquellos que sufren pena de privación de libertad en función de actuaciones relacionadas con el País Vasco y su problemática».

Se refiere luego el entonces secuestrado a las condiciones exigidas por ETA (p-m) para su liberación: «Se trata», dice, «de una alternativa muy simple: mi vida contra la negativa a la negociación del Gobierno; cuando también, en el fondo, lo que pide ETA es la existencia misma de la negociación, que no sería la primera vez en producirse.»

«Con mi muerte», señala más adelante Javier Rupérez, «nadie ganará nada. Mi muerte no serviría para pacificar los ánimos de una región sin cuya paz nunca tendremos paz ni concordia en el resto de España. »

Tras recordar al presidente Suárez su labor de dos años al servicio de UCD y de la democracia, el secuestrado terminaba su carta apelando a sus sentimientos humanitarios y le pedía una reconsideración profunda por parte del Gobierno de la actitud mostrada hasta entonces con respecto a la negociación de su libertad. «Tu decisión posibilitando una negociación, que en ningún caso entraña costos imposibles o elevados, puede, estoy seguro, abrir cauces de racionalidad en la grave situación que a todos nos embarga.»

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